Hace rato Colombia dejó de tener próceres dignos de tener una estatua o monumento con su nombre. Por ahí han hecho unos monigotes figurativos de cantantes como Carlos Vives y Diomedes Díaz, que dan risa por su pobreza en la elaboración; u obras faraónicas como El Santísimo, recordado por los de cerca de $40 mil millones que invirtieron en el complejo donde está instalado y que dejó un tufo de corrupción en Santander.
En el barrio bogotano de Quinta Paredes está la estatua que recuerda al humorista Jaime Garzón, elaborada por el escultor Alejandro Hernández. Un trabajo de corte clásico al que con periodicidad le ponen en la mano una bandera de Colombia unida a un palo de escoba, yendo en contra de su carácter estético de bronce fundido. Se convierte entonces en un pastiche, un maniquí carente de solemnidad.
Hay otros, sí, pero los recordamos cuando son mutilados para vender sus partes por chatarra. O porque los tumbaron y dañaron al no aguantar el revisionismo histórico. Nuestros personajes ilustres contemporáneos son tan poca cosa que a duras penas merecen una placa en un rinconcito de una calle.
Es como si tras la muerte de Rodrigo Arenas Betancourt (el del monumento a los lanceros en el Pantano de Vargas, el Bolívar Desnudo y el Bolívar Cóndor, el Monumento a la Raza, entre otros) se hubieran extinguido los escultores innovadores y de alta carga estética. Tal vez Doris Salcedo con Fragmentos, pero este piso magullado hecho de fusiles entregados por la guerrilla y que fueron fundidos no es un monumento; todo lo contrario, es - como lo calificó ella - un “contramonumento”: un espacio de memoria en el que otros artistas podrán exponer sus trabajos.
Y esta semana comenzaron la demolición del Monumento de los Héroes, en Bogotá. Un bien de interés público y patrimonio histórico que desaparece para dar paso a un patio de vagones del inexistente metro capitalino.
Ante la ausencia de próceres y escultores; la desaparición de monumentos y la necesidad de símbolos que nos recuerden quiénes somos, hago una propuesta. Así como en Nueva York, en la Sexta Avenida con calle 44, tienen instalado el Reloj de deuda pública estadounidense como recordatorio constante y actualizado (a través de un panel electrónico) del derroche del gobierno gringo, Colombia debería hacer algo parecido, pero con la corrupción.
Sería un hueco - no debe ser muy hondo - recubierto en vantablack, ese material que absorbe el 99,96% de la luz, para dar la sensación de profundidad infinita, y con esa tecnología led proyectar (o iluminar, eso se los dejo a los técnicos) los nombres de los corruptos que están llevando a este país a la sima. Emilio Tapia Aldana, obvio, tiene que estar ahí; los hermanos Moreno Rojas y el funcionario de la DIAN Ómar Ambuila; la Federación Colombiana de Fútbol, Fonade, el clan Aguilar, el Plan de Alimentación Escolar - PAE, los involucrados en Odebrecht, el Cartel de la Toga, Reficar, Foncolpuertos, el Cartel de la Hemofilia, los carruseles de la contratación en todo el país. El desfalco a Colpensiones, el caso del hacker Sepúlveda, la jugadita del senador Macías, Chambacú, Interbolsa, DMG, Dragacol, Agro Ingreso Seguro, la ministra Abudinen. La farcpolítica, la parapolítica, la yidispolítica, la ñeñepolítica, la narcopolítica. El roscograma de la ILC, el barcoyepismo. Cajanal e Invercolsa, el Proceso 8.000, el caso del Hato la Libertad… Nos podemos remontar hasta los orígenes de nuestra república y ahí habrá corrupción.
Estos nombres se deben acompañar de esas cifras que se traga ese hoyo profundo y que se estima - según el contralor general, Carlos Felipe Córdoba - suman unos $50 billones anuales.
Si quieren ponerle acrílico encima para que la gente se pare sobre este vórtice que nos traga, adelante: hay quienes se toman fotos felices en el campo de concentración de Auschwitz y las suben a su Instagram, seguro lo harán con este roto. Ojalá los instalen por todo el país; en las mismísimas plazas de Bolívar, o en algún emblemático elefante blanco. O al lado de El Santísimo, si es en Santander.
Ahí dejo la idea que, de llevarse a cabo, debe tener una contratación transparente. Eso, en Colombia, quiere decir que habrá una licitación armada para un pliego tipo sastre, previo pago de una coima del 20% del contrato, sobrecostos y retrasos en el proyecto porque aquí se roban hasta un hueco. ¡Ah! Y una plaquita con mi nombre.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015