El boxeador colombiano Yuberjen Martínez perdió la oportunidad de disputar medalla olímpica en la categoría peso mosca al perder por decisión de los jueces ante el local, el japonés Ryomei Tanaka. Fueron tres asaltos en los que el nacido en Turbo dio los mejores golpes, castigando el rostro de su rival en varias oportunidades, al punto que al final del combate Tanaka terminó con una ceja cortada y siendo llevado al camerino en silla de ruedas por su equipo. Yuberjen, por el contrario, estaba entero y solo se desplomó al escuchar el fallo parcializado.
Tanto espectadores como conocedores dieron como ganador a Martínez, salvo los jueces que, excusados en un sistema de puntos poco claro, dieron sus votos al nipón. No valieron reclamos, ni revisiones de video porque al parecer los jurados olímpicos son infalibles. Pasan por encima de lo obvio - Tanaka grogui, ensangrentado y sin ganas de pelear - para irse por el tecnicismo - tal vez un golpe claro, tal vez un gesto - y el agradecimiento a Tokio, ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos 2020. También por respeto a la leyenda del boxeo japonés, Kosei Tanaka, hermano mayor de Ryomei y campeón mundial de tres pesos de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Traigo este caso del deporte olímpico porque esta semana hubo otro fallo por puntos que dejó un sinsabor en diferentes sectores culturales de Manizales. Se trata de la calificación que recibió el Festival Grita y que lo dejó sin mayor apoyo del Instituto de Cultura y Turismo - ICTM, por lo que no se puede realizar el evento. Camilo Naranjo, gerente del ICTM, dijo a LA PATRIA que este año la financiación de esta clase de actividades se hizo a través de la convocatoria Convocarte, y que las iniciativas elegidas las evaluó - mediante un sistema de puntuación - la Secretaría de Cultura de Ibagué “para evitar suspicacias”.
Mejor calificación tuvieron otros proyectos que, de no haber sido publicados por este periódico, muchos no los conoceríamos. Y no es que merezcan los recursos ganados en la convocatoria (todo lo contrario, deberían destinar más recursos a actividades culturales que a inventarse empresas de servicios públicos mixtas como Ideas Mas S.A. E.S.P., pero ese ya es otro tema), pero a la hora de destinar los dineros se debería tener en cuenta lo evidente, como la trayectoria de la empresa cultural.
Es innegable el impacto positivo que tiene el Festival Grita (antes Grita Rock) en la ciudad: durante ese fin de semana llegan visitantes de diferentes partes de Latinoamérica y es una vitrina de diversidad social. Un evento que ha crecido desde su creación, en 2006, y formado audiencias y sentido de pertenencia entre los rockeros nacionales.
Dirán que esto lo escribo desde mi punto de vista parcializado como amante del rock, y sí. Pero el ICTM debería tener y gestionar recursos no solo para el Grita sino para las orquestas sinfónica, filarmónica y de cámara, para el tango y el hip hop, para los tambores y las bandas. Para los libros, el teatro y los museos. No puede ser que una ciudad que se ufane de ser culta le esté dando permanentemente la espalda u ofreciendo migajas a estas actividades. Es increíble que haya recursos para inventarse un hospital de mascotas (que hoy es un elefante blanco) pero no para la cultura.
Lo anterior evidencia que el ICTM es un ente sin norte y manejado por los caprichos del alcalde de turno. Durante el gobierno de Jorge Enrique Rojas, un rockero de corazón, hubo abundancia para el Grita; al cambiar al mandato de José Octavio Cardona los que se alegraron fueron los empresarios de cantantes populares. Con Carlos Mario Marín uno no sabe qué esperar; salvo su amor por las bicicletas no manifiesta interés alguno por actividades ciudadanas.
A veces esa búsqueda de imparcialidad aplicada en tecnicismos impide ver lo obvio. El Festival Grita ya es una institución de la ciudad, como el Festival de Teatro o las Ferias. Cada año miles de aficionados esperan las fechas y los artistas. Pero la tarea de elegir la dejamos en unos extraños que probablemente no han asistido a ninguna de estas actividades y se sienten más cercanos - por regionalismo, por afinidad cultural - al bambuco o las danzas tradicionales.
Rafael Echeverri, productor ejecutivo del Grita, debe estar como Yuberjen: confundido y molesto por la decisión. Mientras tanto, el ICTM se muestra orgulloso de “evitar suspicacias”, pero la verdad es que hace rato anda noqueado y en silla de ruedas.
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