“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña…”.
Pues así estaba -está- el cable a Los Yarumos, hasta que esta semana el Juzgado Administrativo de Caldas ordenó desmontarlo. Otra de esas obras regionales que se quedan cortas por falta de proyección y donde la ambición se limitó a llenarles los bolsillos a unos contratistas y no a crecer como ciudad.
Recuerdo cuando plantearon el proyecto y muchos nos preguntamos quién se beneficiaría con este. Porque era un diseño a ninguna parte. No se integraba a un sistema de transporte, como ocurre con el Parque Arví y el Metrocable en Medellín; tampoco movería grandes volúmenes de personas como ocurre con el cable a Villamaría. El mayor fin de esta idea era ser una atracción mecánica del ecoparque, como las telesillas del Recinto del Pensamiento.
Y ahí se quedó ese elefante blanco, balanceándose sobre la avenida Kevin Ángel. Y como la canción infantil, a esa telaraña se suman otros elefantes de la ciudad y la región. La Torre del saber y las terrazas del viaducto, al lado de la Universidad Autónoma; la Zona Franca Andina, en Maltería; el macroproyecto de la comuna San José; y, si nos paramos en Chipre, podemos ver al más cuestionado de todos: Aerocafé, en Palestina.
Lo curioso es que en Manizales nunca aparecen los dolientes de estas obras. No conozco sanciones por lo de San José o lo de las terrazas. Y en el caso del aeropuerto de Palestina, ¿qué pasó con el proceso contra Francisco Cruz Prada, el gerente que recibió los cerca de $180 mil millones para ejecutar el proyecto y los enterró en unos terraplenes? Pues pasó que cayó parado y entró a trabajar con Enrique Peñalosa, como secretario de Ambiente en la Alcaldía de Bogotá. Pero su larga sombra de irregularidades se extendió cuando electrocutó unos peces tropicales que mandó a incautar de un centro comercial. O sea, todo se muere por donde pasa este personaje.
En el caso del cable a Los Yarumos, el Fondo Nacional de Turismo (Fontur), quien se supone era el encargado del mantenimiento y cuidados del sistema, culpa al Municipio. Dice que ellos construyeron, pero que son Infimanizales y la Asociación del Cable Aéreo los responsables del funcionamiento. Estos, a su vez, culpan a Fontur. Y los alcaldes que debieron velar por esta obra (Juan Manuel Llano y Jorge Eduardo Rojas), culpan al Estado de abandonarlos y no invertir en el proyecto. Y desde la Corporación Cívica de Caldas (CCC) dicen que todo esto es una “vergüenza”… Parecen los sabios ciegos de la fábula del elefante blanco: tocan una parte de la criatura y predican su “verdad” sin percibir la realidad y dimensión del asunto.
Manizales es una ciudad pobremente planeada. Por eso se permite que, de un día para otro, se edifique en laderas con riesgo de deslizamiento (vean el edificio abandonado cerca a Expoferias). Se ensanchen y angosten las vías a gusto del mandatario de turno (¿en qué van los bulevares?). Se inventan sistemas integrados de transporte sin planificación (nunca me devolvieron la plata de la tarjeta). Hacen vías y túneles que, en vez de ayudar, se vuelven cuellos de botella porque se quedaron cortos en proyección (túnel de la 50 y la vía detrás del CC Fundadores).
Concuerdo con Camilo Vallejo, gerente de la CCC, cuando señala la responsabilidad de las entidades de control de la ciudad, ausentes a la hora de evaluar y sancionar las obras mal ejecutadas. Estas pasan de agache mientras todos se acusan mutuamente. Su falta de asertividad permite que se tejan redes, telarañas, de corrupción.
Y, cuando se pronuncian, ya es demasiado tarde. Un contratista ha parido un nuevo elefante.
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