Ya son 15 días de manifestaciones en todo el país y la situación, en vez de mejorar, parece empeorar. Sí, se cayeron la Reforma Tributaria, el ministro Carrasquilla, la canciller Blum… hasta la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez se cayó de una silla por no querer levantarse y alcanzar unas hojas que estaban en una mesa adyacente. Ahí está el registro en video de la vice de rodillas por la física pereza de no hacer lo debido, como imagen simbólica de lo que es este gobierno del presidente Iván Duque Márquez.
Decía, pues, que se cayeron personajes y propuestas del gobierno, como manera de conjurar la protesta social, pero esta se sostiene. Una reciente encuesta de Datexco Company S.A. indica que el 75% de los colombianos estamos de acuerdo con el paro nacional (https://bit.ly/3tOgMUA); otra, del Centro Nacional de Consultoría, refleja que el 81% de los jóvenes apoyan las manifestaciones (https://bit.ly/33GqHRA). Son, sin embargo, las minorías de estos sondeos las que parecen tener acceso a los principales medios de comunicación nacionales, con el fin de usarlos como megáfonos para desacreditar el actuar y la voz de los manifestantes.
La falacia. El argumento ad hominen es el que construye el discurso del uribismo y este permeó los medios de comunicación. Cuando se refieren a quienes salen a protestar los califican de “vándalos”, pero si civiles armados (los que tanto gustan a la senadora María Fernanda Cabal) salen a disparar contra los marchantes, estos son “ciudadanos”. Al universitario Lucas Villa no lo mataron unos paramilitares de ocho balazos, sino que sufrió un “grave accidente” - según el presidente de Fedegán y defensor de ideologías fascistas, José Félix Lafaurie) - y se lo tendría merecido por no ser un “alegre activista” sino un desadaptado que bloquea las vías de Pereira.
La vicepresidenta de Colombia utiliza Twitter para regar un chisme: “Me dicen que cuesta aproximadamente $1.000 millones diarios sostener la minga que llegó a Cali” y luego cuestiona quienes la financian. Una persona en su poder debería tener certeza de lo que dice y avivar la llama de los fanáticos con rumores.
Estos discursos - los de “protestar sí, pero no así” - se están agotando y, por fortuna, existen medios alternativos en redes sociales y plataformas digitales que muestran al emperador desnudo. Además, los noticieros internacionales están haciendo la reportería que a los locales les hace falta. Hasta los canales deportivos, con lo ocurrido en los juegos de Copa Libertadores en Barranquilla y Pereira, tuvieron mayor cubrimiento de lo que sucedía en las calles de estas ciudades.
La plata. Quienes se oponen a la minga alegan que estos no tienen derecho a protestar que porque el Estado les prometió, en 2019, $823 mil millones (https://bit.ly/3uKbXwW). Una cifra que, si revisamos la historia y el trato que se le ha dado a estas comunidades, es poca indemnización. Un monto que palidece ante los $5 billones que pactaron la Agencia Nacional de Infraestructura - ANI con la firma Coviandina (de Luis Carlos Sarmiento Angulo) para administrar ese desfalco que ha sido la vía Bogotá - Villavicencio (https://bit.ly/3hqSddT).
Elites racistas. No es secreto que Colombia es una plutocracia y una oligarquía. Gracias al paro nacional, estas élites han revelado sus verdaderos colores y, como en la España del siglo XV y en la búsqueda de la pureza de sangre en la época de la colonia, señalan sus linajes y apellidos para sentirse superiores a su prójimo. Que vuelvan a su “hábitat natural” le pide a los indígenas el presidente del partido Conservador, Ómar Yepes Alzate. En Ciudad Jardín (sur de Cali) algunos habitantes sacaron sus camisetas y camionetas blancas para sacar a plomo a los de la minga que se les metieron, con el visto bueno de las autoridades.
Abusos. La Defensora del Pueblo señala que en las dos semanas de paro van 42 muertos (41 de ellos civiles) y 168 desaparecidos. Urge una reforma a la Policía. No se pueden permitir más abusos de parte de estos uniformados como los vistos en el sector de San Marcel el pasado miércoles. No puede haber en una institución un personaje como el brigadier general Ricardo Augusto Alarcón Campos, que califica como “información falsa” el abuso registrado en video de cuatro agentes del ESMAD con una joven de 17 años en una URI de Popayán y que, al parecer, desencadenó el suicidio de la adolescente. Esto ya no es de manzanas podridas, como dijeron por mucho tiempo, sino que todo el cultivo está picho.
Propuestas. Desde las élites nos han vendido la idea de que si al presidente le va bien, al país le va bien. Que por eso hay que levantar los bloqueos, dejar que las cosas fluyan, volver a la “normalidad” para no afectar la imagen del país ante la comunidad internacional. Entonces hacen mesas de diálogo con personajes que poco o nada tienen que ver con las protestas. Después se excusan alegando que no hay voceros a la altura del gobierno y que por ello no pueden atender las exigencias del pueblo.
El pueblo no necesita voceros (ya los tiene, ineptos congresistas), tampoco ponerse a la altura (o bajeza) de sus gobernantes. Entonces aquí cito a Ricardo Correa Robledo, quien en su columna Vándalos y desadaptados (https://bit.ly/3tO9MqW) citó a Umberto Eco, quien cita a su personaje de El nombre de la rosa, Guillermo de Bakersville: “San Francisco lo vio claro; por eso lo primero que hizo fue irse a vivir con los leprosos. Es imposible cambiar al pueblo de Dios sin reincorporar a los marginados”. El presidente Duque debe dejar la arrogancia y escuchar a los ciudadanos.
En vez de rociar con gases lacrimógenos a los manifestantes, siéntese con ellos. Reincorpore a los marginados. Convóquelos a cabildos abiertos, tome nota de lo que se exige y proceda. Si fue capaz de hacerlo en campaña, ¿por qué no ahora?
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