Hace unas semanas, en uno de estos espacios matutinos radiales de la mañana, discutían la cifra a la que había llegado el bitcoin, criptomoneda que ayer alcanzó los 212 millones 692 mil pesos. Unos dijeron que hace años se hicieron a una fracción de esta moneda virtual y ahí tienen ese ahorro; otros se lamentaron de no haber comprado bitcoins hace una década, cuando apenas empezaba. Entonces intervino el rector de la Universidad de Manizales, Duván Emilio Ramírez, y afirmó que él no invertiría en esta ventolera pues no cuenta con el soporte de un Estado o de un sistema bancario tradicional.
Habría que creerle al rector pues tiene los pergaminos suficientes para opinar de estos temas: es economista con doctorado en administración y especialista en mercadeo; encima fue decano de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas. Además, cómo confiar en una moneda intangible, hecha de código binario y con la que - todavía - no se puede comprar arroz y leche en la tienda. Que no lleva acuñada el rostro de un prócer, un símbolo nacional o su denominación, algo que sí tienen los inútiles billetes del juego de mesa Monopolio.
Por esos días también se anunció que la casa de subasta Christie’s vendió por 69,3 millones dólares la primera obra digital: Everydays: The First 5,000 Days. Esta es un collage de imágenes y videos creada por el estadounidense Mike Winkelmann (que se hace llamar ‘Beeple’), que no se exhibe en ningún museo o galería y que cualquier persona puede ver y reproducir si tiene acceso a internet. Sin embargo, la pieza subastada viene encriptada con un código NFT (Nonfungible token o token criptográfico) que garantiza su autenticidad.
Como ven, ya no se necesita de un conocedor de arte para que valide una obra como original. Tampoco se necesita de un país para negociar en una moneda. Se necesita una cadena de bloques de software libre de protocolo de comunicaciones, o blockchain. Servidores regados por todo el mundo, enlazados y verificando (minando) información. Y alguien con una idea, como Satoshi Nakamoto, persona o personas (todavía no se sabe) creadoras del bitcoin.
Las dinámicas socioeconómicas, impulsadas por los desarrollos tecnológicos, están cambiando a una velocidad tal que los sistemas actuales se están volviendo obsoletos. Y los vacíos que van dejando son usados para enriquecerse con explotación laboral o la ilegalidad. Jeff Bezos, fundador de la empresa Amazon y actualmente el hombre más rico del mundo, se enfrenta en este momento a un paro sindical de los trabajadores de una de sus bodegas en Alabama, que lo denuncian por explotación. Casi que esclavitud. No es que Bezos sea un negrero, hay que recordar que comenzó como librero digital y luego expandió su negocio a la distribución de otros bienes, con tanto éxito que la demanda supera la fuerza laboral. De ahí que sus empleados deban trabajar de pie por más de ocho horas diarias, sin descanso y usen pañales para evitar pausas sanitarias.
Un retroceso al sistema esclavista de la Edad Antigua (del 5000 a.C. al 500 d.C.). Ni el economista Adam Smith pudo prever esto. Ni Marx. Tratar de revisar esto con las teorías del capitalismo o el comunismo - visiones políticas, sociales y económicas del mundo en los siglos XVIII y XIX - es quedarse corto. Los paradigmas se rompieron y hay que repensarnos. Las fronteras se desdibujan, las monedas se devalúan, las necesidades y las exigencias cambiaron. La pandemia, por ejemplo, nos mostró que es posible modificar nuestros hábitos laborales, comerciales y en las formas de relacionarnos con los demás, sistemas que creíamos sólidos y perennes.
Estamos en un mundo validado y mediado por computadores, en el que las nuevas generaciones están desarrollando tecnologías, propuestas y teorías revolucionarias que podrían cambiar sistemas sociales y gobiernos. Mientras tanto hay quienes creen que la solución a nuestros problemas económicos están las reformas tributarias retrógradas o sostenerse en ideologías políticas patriarcales y caducas, negándose a ver otras alternativas. ¿O qué dice el profesor Duván?
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