Mi abuela decía de algunas personas que “ni rajan ni prestan el hacha” para referirse a aquellos que no aportan - ya fuese por egoísmo o por ineptitud - y que estorban, como mulas muertas atravesadas en el camino, a aquellos que buscan llevar a buen término una tarea.
Se refirió a mí en esos términos una vez que necesitaba ayuda instalando una pesada alfombra que tenía en la sala de la casa y yo “me ofrecí” a colaborarle. Pongo entre comillas la expresión porque de preadolescente uno no se ofrece a hacer estos trabajos: a uno lo obligan, sobre todo si es la abuela. Aburrido y conectado a un walkman hice el mínimo esfuerzo por mover muebles, me paraba donde iba el paño que evitaría que el tapete se deslizara y seguramente pateé el frasco con cera con el que habían pulido el suelo de madera. Un culicagado caprichoso.
La expresión me quedó grabada a fuego en la memoria y me viene a la cabeza cada vez que percibo que alguien se niega a hacer algo a pesar de que puede. Me sucedió esta semana al leer lo que está pasando en el colegio Instituto Nacional de Enseñanza Media - Inem Baldomero Sanín Cano de Manizales que, con 48 años de funcionamiento, ahora requiere una millonaria inversión para recuperar sus instalaciones hidrosanitarias y evitar que la estructura se venga abajo. Ni los cerca de 700 estudiantes ni los 42 profesores que allí laboran pueden ingresar al inmueble que amenaza ruina y todos - empleados, padres de familia, concejales, líderes gremiales, secretarios de gabinetes - conocen la solución pero nadie parece hacer algo más allá de plantones.
Otros protagonistas de esta situación son el gobernador de Caldas, Luis Carlos Velásquez, y el alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín. El primero por ser egresado del Inem; el segundo por hacerse el de la oreja mocha ante los reclamos de la comunidad y del mismo Velásquez que, a finales de marzo, lo invitó a una mesa técnica para buscar soluciones al problema de Inem.
Entonces recordé que no es la primera vez que se presentan estos desplantes entre alcalde y gobernador. A mediados de marzo Marín acabó con las intenciones de Velásquez en pretender que el Departamento funja como el gestor catastral de Manizales ante el Plan Nacional de Desarrollo. “Le dije: señor gobernador, recuerde que el compromiso era otro, que yo apoyaba a Aerocafé y usted apoyaba el Cable... Apoyo a Aerocafé porque es un sueño de la región de hace 40 años... Como usted me dijo que no podía ayudarme ni con el Cable, y no me molesté con usted porque somos amigos y hermanos, entonces no espere y no se ponga bravo si yo no puede ayudarle con su catastro”, le señaló Marín en claro resentimiento (https://bit.ly/3afVTuP).
Y está lo de la Fundación Teletón en el barrio Aranjuez. Por años fue ejemplo a nivel nacional de ayuda a la comunidad y de rehabilitación a personas - sobre todo menores de edad - con problemas de discapacidad física y motora. “Entre el 2011 y el 2020, en Manizales se brindó atención a más de 16 mil 800 usuarios del Eje Cafetero y municipios aledaños, con más de 184 mil terapias”, registró LA PATRIA el 1 de agosto de 2020, cuando informó sobre el cierre de esta institución por falta de recursos.
Una vez más, gobernador y alcalde son protagonistas de esta calamidad: Velásquez por haber sido el gestor de este proyecto; Marín por su apatía ante la situación, a pesar de que en su momento prometió buscar alternativas para reabrir la Fundación. Ya vamos para un año y no se sabe de diálogos o soluciones. Ni como centro de vacunación para Covid-19 parece servirle esas instalaciones al alcalde.
Ninguna de estas situaciones - Inem, gestión catastral y Teletón - son una legaña de mico; requieren de miles de millones de pesos en inversión, recursos que ahora escasean. Pero los gestos y expresiones de Carlos Mario Marín parecen represalias de preadolescente rencoroso hacia el gobernador Velásquez. Mi abuela ya le hubiese jalado las orejas ante esa aparente mezquindad de no querer dialogar y encontrar soluciones.
Más allá de lo que publican los medios, desconozco qué relación puedan tener Marín y Velásquez, pero deben “rajar o prestar el hacha” por el bienestar de una comunidad que busca de sus líderes soluciones en salud, educación, seguridad y orden.
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