Sabía de la existencia del municipio de Calamar porque allí se reunían los paramilitares del bloque Héroes de los Montes de María después de aterrorizar a la región con sus redadas y masacres, como la de Los Galleteros a comienzos del 2000 (https://bit.ly/3vlJgHh). Estos son los mismos “Héroes” de las masacres en El Salado, Macayepo y Carmen de Bolívar.
En 2004, los líderes paramilitares Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez fueron aplaudidos en el Congreso cuando echaron su discurso para “refundar la patria”, “crear un nuevo pacto social” y “construir una nueva Colombia”, ideales que pactaron con políticos en lo que dos años después se conoció como “parapolítica”. Una macabra alianza que todavía le sube pierna arriba al presidente de entonces, Álvaro Uribe Vélez, quien dijo en su momento: “No tengo objeción a que se les den estas pruebitas de democracia”.
Uribe Vélez, estando en el poder (2002 - 2010), estableció lo que se conoció como política de Seguridad Democrática, que fortaleció las actividades y presencia del Ejército en todo el país. A los militares se les exigían éxitos contundentes ante los grupos armados al margen de la ley. Una presión que llevó a los uniformados a cometer abusos, violación de Derechos Humanos y las ejecuciones extrajudiciales de 6.402 personas, justificadas por el presidente Uribe al decir “De seguro, esos muchachos no estaban recogiendo café”. “El general (Mario) Montoya pedía litros de sangre y bajas a como diera lugar”, confesó a la Jurisdicción Especial para la Paz - JEP el hoy condenado a 46 años de prisión, coronel Gabriel de Jesús Rincón, al referirse a las órdenes que recibía de sus superiores en 2005.
En 2011, el entonces presidente Juan Manuel Santos inicia unas conversaciones y negociaciones con los cabecillas de la guerrilla de las Farc para poner fin a un conflicto de 50 años. Un proceso que termina en 2016 con la firma de un acuerdo de paz, la desmovilización de este grupo al margen de la ley, la reincorporación de sus miembros a la vida civil, la garantía de sus derechos siempre y cuando colaboraran con la JEP y participación política. Un informe del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos - Cerac señala que “mientras en 2002 se registraron 2.799 muertes en combate (en las que se incluyen miembros de la Fuerza Pública, guerrilleros de las Farc y civiles), en 2017 no hubo un solo caso”.
A pesar de estas cifras, hubo gente que se opuso a este pacto, especialmente Álvaro Uribe y su partido, el Centro Democrático. Haciendo uso de populismo, de “mentiras” y “violencia psicológica”, según el Consejo de Estado (https://bit.ly/3lfo29p), lograron que el 2 de octubre del 2016 sus seguidores ganaran el “NO” al acuerdo de paz.
En 2018 sube a la presidencia Iván Duque, ungido por Uribe Vélez, y desde entonces la violencia se volvió a disparar. Durante su primer año de gobierno, la oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos indicó que hubo 36 masacres y 133 víctimas mortales, la cifra más alta desde 2014. “La Fundación Ideas para la Paz publicó un balance de la situación humanitaria en los dos primeros años del presidente Iván Duque y dijo que las víctimas de masacres aumentaron en el país en un 30%”, publicó El Espectador (https://bit.ly/38zkQAB). Y, a corte del 8 de marzo del 2021, el Instituto de estudios para el desarrollo y la paz - Indepaz registraba 16 masacres y 60 víctimas (https://bit.ly/3eECdnr).
Regresaron los ataques aéreos, los desplazamientos, la aspersión del glifosato y la inseguridad. También los eufemismos: No hay masacres sino “homicidios colectivos”; a los líderes sociales los asesinan por “líos de faldas”; y los menores de edad reclutados por los grupos ilegales no son víctimas sino “máquinas de guerra”, como los calificó el ministro de Defensa, Diego Molano, para justificar la muerte de unos jóvenes tras un bombardeo del Ejército en el municipio de Calamar. Pero no en el del departamento de Bolívar - como el del inicio de este texto - sino en el Guaviare. Porque si hay algo nos ha enseñado la espiral de violencia de los últimos 20 años es que hay nombres que se repiten.
Ahora debemos preguntarnos, ¿quiénes son las máquinas de guerra?
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