Alejandro Samper


En la glorieta de Santágueda, que distribuye la vía hacia el corregimiento de Arauca o a una serie de fincas, hay una señalización que indica que, si se toma la vía que lleva a Palestina se llega al aeropuerto. El aviso dice, simplemente, “aeropuerto”. Y no es el aeródromo que antes había en el sector y que ahora es un condominio de casas de recreo, sino Aerocafé; el sueño de muchos caldenses, la eterna promesa del presidente de turno y la burla de nuestros vecinos.
Pasar por ahí da risa en quienes conocemos la historia del proyecto. Y engaña a los foráneos. “You have another airport?”, preguntan. “No, it’s just another way to get to the Matecaña, in Pereira”, respondo.
Las cosas como son: Aerocafé no existe. Lo que hay es la cima de una montaña aplanada y las faraónicas pantallas que la contienen. Para el 2012, ya se habían enterrado $205 mil millones en esos terraplenes que desnudaron la improvisación y el afán de los ingenieros. También la ambición por plata y poder del entonces gerente del proyecto, Francisco José Cruz Prada. Un tipo que llegó a ser secretario de Medio Ambiente en Bogotá, a pesar de tener una investigación en la Contraloría por presunto detrimento patrimonial; por extender el manto de la corrupción entre contratistas e interventores que participaron en la “construcción” del aeropuerto.
A pesar de ello, el aviso sigue ahí. Esa mentira lleva ya un par de años exhibida y la justificación parece ser que Aerocafé sí será una realidad. Que porque es un proyecto que tiene gerente… Igual lo tiene el metro de Bogotá, del cual no se ha construido ni un centímetro. Que el presidente Iván Duque prometió una inversión de $100 mil millones… pero para materializar la obra se necesitan $1,2 billones. Que el Fondo de Prosperidad del Reino Unido quieren invertir, que los chinos quieren construir… Puros deseos, nada de hechos.
Es como poner en La Rochela un aviso de que son un Disney Resort porque tienen un basurero con la cara de Mickey Mouse.
Tenemos que dejar de echarnos cuentos y mentiras. No tenemos puerto multimodal en La Dorada, ni ferrocarril habilitado hasta el Pacífico. La vía Manizales - Bogotá no se rectificará - como sueñan algunos ingenieros - y será in saecula saeculorum un vomitadero lleno de curvas y tractomulas. Y no hablemos de la capacidad gerencial de nuestros empresarios, pues no fueron capaces de echar a andar una zona franca en Maltería. Tampoco somos “el mejor vividero del país” si registramos la tasa más alta de suicidios en Colombia (9,7 por cada 100 mil habitantes, según el reciente informe de Manizales Cómo Vamos). Pero son mentiras que viven en nuestro imaginario caldense y que repetimos como loros cuando queremos hablar del potencial de nuestra región.
30 años llevamos con el discurso de Aerocafé y lo único que identifica esa realidad como tal es un aviso en la glorieta de Santágueda. Uno que conduce a esa montaña de sueños y millones de pesos enterrados. No lo quiten. Déjenlo como símbolo de nuestra ineptitud y promesas incumplidas.
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