Alejandro Samper


Al oriente, Manizales se topa con una imponente cadena de montañas en cuyas cumbres se hallan el páramo y los nevados. Una frontera natural casi que infranqueable. La evidencia está en las decenas de cruces que hay junto a la carretera que conduce a Bogotá y que indican algunas de las muertes en esa vía, ya sea por accidentes o derrumbes.
Allí, a los pies de ese paisaje agreste y bello, donde el bosque de niebla rodea la zona industrial de Maltería y Juanchito, quieren construir viviendas. Casas, condominios, tal vez edificios. La Alcaldía propone que, a través del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), se amplíe el uso de 32 hectáreas de esta zona para que sea suelo mixto. O sea, que las fábricas y las zonas residenciales convivan.
El tema se debatió por cinco horas la semana pasada en el Concejo de la ciudad y allí gremios, empresarios, academia y algunos ciudadanos alegaron que el sector debe quedarse como está, industrial. “Este cambio generaría un gran impacto negativo, porque la ciudadanía estaría expuesta a problemas de salubridad, peligro, contaminación, entre otros, y las industrias tendrían que retirarse o dejar a un lado su dinámica de expansión”, reporta el boletín del Concejo, al recoger las conclusiones de los invitados.
Pero ni las fronteras naturales, ni los argumentos de los expertos logran convencer a algunos concejales que parecen apoyar la idea de que allí se deben construir viviendas. “Creo que los argumentos de parte y parte (invitados y Alcaldía) se quedan cortos y no logran convencer el no uso mixto en la zona industrial”, señaló Andrés Sierra Serna, del Mira.
Insistir en que Manizales continúe su crecimiento hacia el oriente es una torpeza. No solo por la topografía, sino porque se pone en riesgo el bosque de niebla, protector de fuentes hídricas que bajan desde los glaciares del Nevado del Ruiz. Es poner en peligro un pulmón que amortigua la contaminación que emanan algunas de las fábricas.
La ciudad tiene muchas más áreas para explorar proyectos inmobiliarios. El Kilómetro 41, por ejemplo, cuyos terrenos se valorizarán con la construcción de esa troncal que une al Eje Cafetero con Antioquia. Y está el proyecto de renovación urbana que, como dijo Camilo Vallejo Giraldo, gerente de la Corporación Cívica de Caldas, es a lo que la Secretaría de Planeación podría apostarle “si lo que quiere es resurgir el tema de vivienda”.
Ahí está la Comuna San José, arrasada desde hace unos años y a la espera de unos edificios, colegios, parques y estaciones de Policía. Meras promesas. Hoy corre por ahí una avenida a medio terminar y quienes allí vivían fueron desplazados a barrios periféricos que poco a poco se le comen la melena a la reserva ambiental que es Monteleón.
Habilitar la zona industrial de Maltería como zona mixta apuntaría a ser el salvavidas para ese desaguisado que fue la Zona Franca Andina. 220 mil metros cuadrados del que solo se vendió el 16% y que a septiembre del año pasado, según su gerente, Carlos Alberto Vélez Arias, tenía deudas por los $6 mil millones.
Un proyecto al que le apostaron Inficaldas e Infimanizales, aportando cerca de $20 mil millones. No importó que en su momento los analistas dieran pronósticos negativos al carecer este sector de vías efectivas para mover bienes e instalar industria. El negocio siguió su marcha hasta ser el fracaso que es hoy.
Pero esa plata no se puede perder. La zona mixta suena como tozuda alternativa a una situación en la que hasta la naturaleza dice “hasta aquí no más”.
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