Un chiringuito es, para los españoles, un local pequeño y modesto al que se va a beber o comer algo a espacio abierto. Es la gente de a pie la que se acerca a estos modestos chuzos, como los llamamos aquí y rara vez se ve un Mercedes Benz parqueado al frente de un quiosco de estos. Esta semana, sin embargo, el todopoderoso constructor y presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, se presentó en el programa deportivo más visto de España, El chiringuito de jugones, para promocionar su nueva multimillonaria inversión: la Superliga.
Como político en campaña, Pérez se acercó a lo popular - al pueblo - para vender la idea de que esta élite de doce clubes que conformarían el torneo salvarían al fútbol de la decadencia en la que lo sumieron la UEFA y la FIFA, en la que equipos como el Manchester United deben enfrentarse a clubes modestos, por ende menos taquilleros. “Esto es una pirámide: si los de arriba tenemos dinero, fluye para todos”, afirmó con falsa modestia el dirigente en una clara alusión a la teoría económica de derrame, conocida también como Reaganomía.
Pérez, bajo el modelo capitalismo salvaje, pretende salvar el fútbol dándole más dinero a los equipos ricos y empobreciendo a los demás. A los clubes integrantes de la Superliga les prometió un bono de 300 millones de euros màs 3 mil 500 millones de euros aportados por la firma asociada JP Morgan, para que mejoren sus infraestructuras. Aún así no es suficiente. Las pérdidas por torneo desde el año pasado, y debido a la pandemia covid-19, ascienden a 2 mil millones de euros. Por ello acude a los aficionados - a los que comen en chiringuitos - para que lo apoyen e inviertan en la idea que él preside.
Ese llamado a “lo estamos haciendo por ustedes” de Florentino es el mismo que el presidente colombiano, Iván Duque, y su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, usan para vender la inevitable reforma tributaria, que promueven bajo el eufemismo de Ley de Solidaridad Sostenible. Esperan recaudar $26,1 billones con la “solidaridad” de la clase media, el falso derrame de riqueza de los empresarios y la siempre incumplida promesa de que beneficia a los pobres. Y cuanto más tratan de explicarla - sin siquiera saber el precio de una docena de huevos - más quedan en evidencia que son tan avaros como Pérez. Quedan retratados como esa imagen de la soberbia vicepresidenta Marta Lucía Ramírez asomándose sin tocar a un grupo de pobres sentados afuera de una casa de madera y cartón.
Tanto el gobierno colombiano como Florentino Pérez buscan defender sus intereses. Duque y compañía quieren tapar el hueco fiscal de su terrible administración del erario y el despilfarro de recursos en época de pandemia ($14 billones por unos aviones caza F-16 que para prepararnos ante una supuesta guerra con Venezuela). El presidente del Real Madrid, recuperar la millonaria inversión que tiene en la remodelación del estadio Santiago Bernabeu (796,5 millones de euros), la ausencia de taquilla y el pésimo negocio de haber vendido a Cristiano Ronaldo, que solo en venta de camisetas le facturaba 52 millones de euros anuales.
Los hinchas de los diferentes clubes europeos protestaron y se opusieron a la Superliga. Entendieron con claridad que en esa pirámide de Florentino quienes están en la parte inferior, sosteniendo toda la estructura, eran ellos; los que compran camiseta cada temporada, los que deben pagar extra por canales o sistemas de satélite para poder ver los partidos, los que con esfuerzo compran la boletería cada vez más cara, los que trabajan toda la semana para ver ídolos de barro ridículamente bien remunerados. Se rebelaron y la mayoría de equipos se quitaron del proyecto de Pérez y de la banca de inversión estadounidense JP Morgan que, sin tener idea de fútbol (“soccer” lo llaman), recibirían 250 millones anuales - y por 23 años - de cada equipo participante, como pago del crédito de su inversión.
Como ven, era un negocio de ricos para ser más ricos a costa de los “sufridos” aficionados que deben padecer partidos como el Real Madrid contra el Alcorcón, cuando este equipo de segunda división goleó 0-4 al encopetado equipo merengue en 2009. Querían acabar con estas mágicas posibilidades que otorga el fútbol, alegando que lo que quieren es “salvarlo”.
La misma carreta que nos echa este gobierno, protector de riquezas y mangoneado por dizque un descendiente de faraones. Están empeñados, con esa reforma fiscal, en hacer de este país una enorme pirámide. O sea, una tumba en la que quepamos todos.
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