La tiene difícil Gustavo Petro para ganar la presidencia en segunda vuelta. El candidato por el Pacto Histórico sacó 8 millones 527 mil votos en primera vuelta, apenas 500 mil votos más de los que obtuvo en 2018 cuando se enfrentó al actual presidente Iván Duque. Un crecimiento mínimo, considerando que lleva cuatro años en campaña, que siempre se mantuvo como favorito en las encuestas y que ya tiene el apoyo de las comunidades afro, indígena y de desmovilizados, y de los movimientos feminista, estudiantil, campesino, animalista y ambientalista. Como dicen por ahí: tocó techo.
Para superar ese límite, Petro deberá buscar alianzas con esos políticos a los que atacó como senador y los que llamó corruptos o paramilitares. Juntarse con Enilse ‘la Gata’ López, por ejemplo, acercamiento que ya se tiene a través de Hugo Rada; o con William Montes, quien estuvo siete años en prisión por ser uno de los firmantes del Pacto de Ralito. Trabajo sucio que le corresponde a Roy Barreras, Armando Benedetti y Alfonso Prada, camaleónicos políticos que - sea como sea - buscarán votos.
Esas asociaciones, sin embargo, alejarán a aquellos electores que no se tragan esos sapos y que en últimas preferirán abstenerse antes que apoyar a esos clanes políticos.
Por su parte, el otro aspirante a la presidencia, Rodolfo Hernández, capitaliza el voto antipetrista y, a pesar de que sacó 2 millones 500 mil votos menos, la diferencia no parece ser mucha. Sobre todo, cuando Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo anunciaron su apoyo a la campaña de la Liga de Gobernantes Anticorrupción. Esto no significa que los 5 millones de votos de Fico, y los 888 mil de Fajardo se sumen automáticamente, pero sí ilusionan a los rodolfistas que, sin asco y sin mayores compromisos, aceptan esas ayudas.
Hernández dijo en Noticias RCN que no haría alianzas con ninguno, pero el ingeniero espera recoger el descontento de la derecha y del centro. Para ello no debatirá, ni entrará en discusiones con Petro, sino que apelará al silencio. A la vitalidad de las redes sociales y a que la gente se encargue de hacerle la campaña, como sus asesores - entre ellos el español Víctor López, quien trabajó en la campaña de Trump y de Bukele - le han recomendado. Porque cada vez que sale a un micrófono, Rodolfo se mete en peleas con las mujeres, los periodistas, con sus aliados. Es un camorrero de genio volátil, populista e incendiario y eso parece gustar a la gente cansada de la institucionalidad actual.
Lamentablemente, esa estructura gubernamental - esa burocracia paquidérmica e insaciable - que tanto critica Hernández es necesaria para que muchas cosas funcionen en este país. Lo que él promete - reducción del gasto público, sanciones ejemplares para políticos corruptos - no son decisiones que él pueda tomar como si fuese un dictador; deben pasar por el Congreso y la Corte, instituciones que quiere maniatar a través de decretos de conmoción interior en caso de ser elegido.
Rodolfo Hernández no es ni de derecha, ni de centro, ni de izquierda. Es un tipo con intereses propios y que apela al pueblo para justificarse. De ahí que mucho político oportunista se quiera sumar a su campaña, porque están más interesados en sus intereses personales que en los nacionales. El ingeniero dice que su único compromiso es con los colombianos y que hará lo que ellos le pidan. Olvida que, de ser electo, lo hará sin tener la mayoría de aprobación de los colombianos, porque a los votantes de Petro se sumarán los abstencionistas que, con tanta incertidumbre, seguramente aumentarán en número. Que entre el diablo y escoja.
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