El discurso del presidente del Congreso, Ernesto Macías, durante la posesión presidencial de Iván Duque, fue repugnante. Y no porque haya mentido, que en realidad solo lo hizo en dos ocasiones, sino por el momento y el lugar en que lo hizo. Sin embargo, sus verdades hiperbólicas se quedan cortas a la hora de mostrar un país arruinado.
Es cierto que Colombia no es el paraíso que nos venden en los comerciales de paradisíacas playas y parajes exóticos. Seguimos siendo el tercer país más desigual del mundo, según las Naciones Unidas, y de acuerdo a un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), nos tomará 330 años para salir de la pobreza. O sea, once generaciones. Una situación reversible si la corrupción se detiene y los modelos económicos, sociales y educativos cambian, lo que es poco probable.
El informe, publicado la semana pasada por BBC Mundo (https://bit.ly/2AZr7a7), señala que la movilidad social se estancó y la desigualdad aumentó en la última década. Una situación “decepcionante” para Gabriela Ramos, directora general de la OCDE, y quien señala que, a pesar de que ha habido un incremento “excepcional” de la riqueza esta ha sido muy mal repartida.
Gracias al modelo plutócrata de nuestros países las brechas sociales se agrandan. Los anuncios del presidente Duque y de la nueva ministra de Trabajo, Alicia Arango, no contribuyen a acabar la desigualdad. A pesar de que ambos dicen que los salarios en Colombia son bajos, su propuesta es la de reducir los impuestos a las empresas para que los empresarios tengan la posibilidad de aumentar el salario a sus trabajadores.
Una teoría que suena bonita, pero que en la práctica solo hace a los ricos más ricos y a los trabajadores más jodidos. Es a este grupo social (que el estudio llama “clase media vulnerable”) al que lo clavan con impuestos para compensar la exoneración a los empresarios. “Las dificultades se reproducen porque el impacto redistributivo del sistema de impuestos y de la seguridad social no le llega a los más pobres”, indica Ramos.
Para colmo de males, la OCDE agrega que en Colombia la situación es más aguda, pues tenemos resultados deficientes en las pruebas internacionales que miden la calidad de la educación. Un punto clave para el desarrollo social.
¡Pero qué hago aquí escribiendo de educación y el futuro del país! Aquí esto vale huevo. El senador Macías validó el bachillerato, el presidente Duque llama a unos cursos en Harvard “especializaciones” y el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, se inventó un doctorado y una maestría solo para darle más caché a su hoja de vida. Si eso pasa en esos niveles ¿qué podemos esperar de ahí para abajo?
Entonces, si le parecieron repugnantes las palabras de Macías, debería repugnarle más lo que le espera al país en cuanto a desigualdad se refiere. Su discurso lleno de vanidades, mezquino y de sacarle los trapos al sol al saliente presidente Santos, no contribuye a mejorar la situación del país. Es la propuesta del Centro Democrático de tierra arrasada. De oponerse a la transparencia, a la verdad y de darle más poder al poder. Es retomar un sendero que condenará a las siguientes once generaciones a la miseria y la ignorancia. Porque como dice la OCDE: la pobreza, como la riqueza, también se hereda.
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