“Se decidió abolir el amor a la naturaleza, al menos entre las castas más bajas; abolir el amor a la naturaleza, pero no la tendencia a consumir transporte. Porque, desde luego, era esencial, que siguieran deseando ir al campo, aunque lo odiaran. El problema residía en hallar una razón económica más poderosa para consumir transporte que la mera afición a las prímulas y los paisajes. Y lo encontraron”.
Aldous Huxley, Un mundo feliz
Durante estas vacaciones encontré uno de esos típicos artículos de fin de año en el que algunos líderes mundiales recomiendan libros y que, por solo ser mencionados, se convierten en los más vendidos y regalados en Navidad. Del expresidente estadounidense Barack Obama al emprendedor sudafricano Elon Musk, recopilan casi un centenar de textos cuya mayoría están enfocados a la productividad, a cómo ser más eficientes, a autoayuda, a cómo manejar equipos de trabajo, a biografías de industriales y empresarios, a historias ocultas de las grandes empresas mundiales… en fin, libros que los ayuden a entender su poder, a administrar su poder, a imponer su poder, a vender su poder.
Las novelas mencionadas se cuentan con los dedos de una mano, y las referidas parecen alimentar los sueños más absurdos. Así le habría sucedido al megamillonario Musk, quien puso en la lista a Guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams, pero parece que no entendió el sarcasmo de esta historia existencialista y, como consecuencia, envió automóvil Tesla Roadster al espacio para que orbite alrededor del sol cada 557 días. Un caprichito egocentrista que costó 95 millones de dólares para mandar basura al cosmos.
Ante las críticas de la comunidad científica, que calificó el acto de “maniobra publicitaria”, Musk dijo: “La vida no puede ser solo resolver un triste problema tras otro. Debe haber cosas que te inspiren, por las que te guste levantarte por la mañana como parte de la humanidad. Por eso lo hicimos. Lo hicimos por ti”. ¿Por mí? ¿Por nosotros? Pocas empresas vieron aumentar sus ventas en un 87% tras promocionar su marca de un modo similar, al punto de llegar a ocupar el puesto del hombre más adinerado del planeta en 2021.
Las lecturas, así sean ligeras, deben hacerse con criterio. Con crítica y contexto. Pero al ver la situación global y lo que leen los líderes, parece que ni lo uno ni lo otro. Sus insumos literarios parecen moldear las mentes de creadores de mundos distópicos, más cercanos a lo que Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury nos contaron en sus novelas Un mundo feliz, 1984 y Fahrenheit 451.
Es terrible pensar que ante las crisis globales como el cambio climático o la inequidad en la distribución de riqueza, tipejos como Mark Zuckerberg crean que la alternativa es inventarse un metaverso: un mundo artificial al cual huir gracias a la realidad virtual. Robotizarnos y unificarnos, como en las pesadillas planteadas por autores como Isaac Asimov o Philip K. Dick. Ya tenemos nuestro soma en los celulares y las redes sociales, espacios donde quien no vaya con la corriente o se atreva a pensar por su cuenta es “cancelado”. “Cuanto mayor es la población, más minorías hay. No hay que meterse con los aficionados a los perros, a los gatos, con los médicos, abogados, comerciantes, cocineros, mormones, bautistas, unitarios, chinos de segunda generación, suecos, italianos, alemanes, tejanos, irlandeses, gente de Oregón o de México (…) Cuanto mayor es el mercado, menos hay que hacer frente a la controversia. Todas las minorías menores con sus ombligos que hay que mantener limpios”, escribió Bradbury en 1953.
O los chinos, que esta semana difundieron un video de un sol artificial surcando su firmamento y que, gracias a un reactor de energía nuclear, alcanza los 120 millones de grados Celsius. Un avance científico que, a futuro, buscará privatizar hasta al Sol porque, como en la cita con la que inicié este texto, nos enseñarán a no querer la naturaleza y nos harán creer que este sol falso es esencial.
Con cerca de la mitad de la riqueza del mundo concentrada en el 1,1% de la población global y con líderes más preocupados en cómo fortalecer su poder que en sensibilizarse con el planeta y sus necesidades, se siente que vamos al totalitarismo a pasos acelerados bajo la falsa premisa de que podemos elegir. Ya lo dijo Orwell en su novela 1984, de 1949: “En nuestra sociedad, quienes mejor saben lo que está ocurriendo son también quienes más lejos están de ver el mundo tal como es en realidad. En general, cuanto más saben, más se engañan; cuanto más inteligentes son, menos cuerdos están”.
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