El Linacre College es una prestigiosa institución académica británica vinculada a la Universidad de Oxford, que se precia de ser una escuela cuyo fuerte es la conciencia medioambiental. Anualmente invitan a conferencistas de talla internacional - como Michael Oppenheimer y John Knox - para hablar de estos temas y desde hace tres décadas trabaja para ser un lugar ecológicamente sostenible: en 1996 se ganaron el premio a Edificación Verde del año y en 2006 fueron certificados como el único colegio cero emisiones del condado de Oxfordshire.
Durante la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 - COP26, que se realiza en Glasgow (Escocia), el Linacre College fue noticia, pero no por algún reconocimiento o innovación relacionada con el medio ambiente. Fue porque cambiaba su nombre por el de Thao College.
Esto, si bien puede parecer irrelevante, tiene una carga simbólica interesante. La institución, con 59 años de tradición y bautizada en honor al humanista y médico inglés Thomas Linacre (profesor de Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro), aceptó una “donación” £155 millones (una cifra de muchos ceros) por parte de la empresaria vietnamita Nguyen Thi Phuong Thao, que puso como condición cambiar el nombre de la institución por el suyo.
Esta mujer, conocida internacionalmente como Madame Thao, es la primera y única multimillonaria de Vietnam, y su fortuna se estima en 2,7 billones de dólares (si en la anterior cifra eran muchos ceros, en esta se multiplican) gracias a su aerolínea de bajo costo VietJet, sus resorts en playas paradisíacas y, sobre todo, por la firma Sovico. Esta está asociada a las grandes obras de infraestructura e inmobiliaria en las ciudades de Hanoi y Ho Chi Minh, y en la explotación marítima de petróleo y gas.
Lejos de las enseñanzas del profesor renacentista Linacre, Madame Thao se ha visto involucrada en polémicas que le han costado sanciones millonarias. Por ejemplo, para promocionar uno de sus destinos turísticos contrató a un grupo de modelos a las que puso a desfilar en bikini por los pasillos de sus aviones en pleno vuelo, acto que viola las normas de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo - IATA y de la Autoridad de Aviación Civil Vietnamita - CAAV. No importó la multa ni arriesgar la vida de los pasajeros, tampoco que apoden su aerolínea VietSex y la asocien con turismo sexual. Madame Thao ha repetido este espectáculo porque vende pasajes y habitaciones de hotel, sobre todo a viajeros extranjeros que ven en Vietnam un país-burdel y que llegan a saciar sus apetitos con alguna de las cerca de 200 mil prostitutas que hay en ese país, según su Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Pero, como mencioné antes, la mayor parte de los ingresos de esta empresaria de 51 años llegan por medio del grupo Sovico. De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud - OMS, unas 60 mil personas mueren anualmente en Vietnam por respirar aire sucio; esto es tres veces más de las que mueren en accidentes de tránsito. Y la Universidad de Harvard establece que la industria vietnamita es 20 veces más contaminante que la China, debido a “las 50 fábricas de cemento y 40 factorías siderúrgicas” - impulsadas por la burbuja inmobiliaria que vive esa nación - y que se suman a la veintena de plantas térmicas de carbón que las alimentan.
No en vano la Campaña por la Justicia Climática de la Universidad de Oxford criticó que el Linacre College recibiera la donación de Madame Thao: “ahí se ven los valores, prefieren el dinero que la gente y el planeta”. Anticipándose a las críticas, la empresaria emitió un comunicado en el que afirmó que con la ayuda de esta institución buscarán que sus empresas sean cero emisiones para el 2050, ya muy tarde según los objetivos de la COP26. Y, para no alborotar el avispero, también hizo un aporte a las Naciones Unidas para luchar contra el cambio climático, avalado por el primer ministro de Gran Bretaña Boris Johnson (egresado de Oxford), luego de que se anunciara que VietJet había comprado 400 millones de dólares en motores de la empresa británica Rolls Royce para su flotilla.
La plata, si bien no ayuda a sanear el medio ambiente, sí limpia conciencias.
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