Adriana Villegas Botero


Dedico buena parte de la mañana del domingo a leer prensa por Internet y una de las columnas que suelo visitar es la de Alex Grijelmo en El País de España. Cada semana elige una palabra o una expresión común y la disecciona con escalpelo: su historia, su origen, sus distintos sentidos, su etimología, para explicar por qué está bien o mal utilizada. La premisa de Grijelmo es clara: las palabras no son neutras; elegir un término en vez de otro para explicar una idea implica una carga ideológica.
Con base en esa idea y teniendo en cuenta que esta semana se celebró el Día del Idioma, propongo entonces una campaña lingüística: volver a utilizar los términos “a veces”, “algunos”, “pocos”, “muchos” o “frecuentemente”, que, según observo, vienen siendo sustituidos por otros más contundentes como “todos”, “siempre”, “ninguno” o “nunca”.
Se habla mucho de polarización y me parece que la agresividad y la negación de los otros pasa por el lenguaje. Ahora que los tibios vivimos bajo sospecha de debilidad de carácter, se ve mejor la claridad sin ambages: “todos los petristas son mamertos y castrochavistas”, es distinto a decir “algunos petristas son (o mejor aún: pueden ser, o parecen, o se ven como) mamertos y castrochavistas”. Lo mismo pasa con “todos los uribistas son paracos” vs “algunos uribistas son paracos”. La primera frase suena más fuerte. Es propia de los votantes que salen a votar “berracos”, pero tiene un problema: es una generalización falsa, es decir, una mentira de las que hace carrera en este universo de la posverdad y que niega lo evidente: no todo el mundo, ni siquiera la mayoría, cabe en esa definición.
La frase que incluyo sobre el uribismo, y que puede resultar molesta, no es gratuita. A los que somos activos militantes del antiuribismo, por considerar que esa posición política representa una verdadera amenaza para el estado social de derecho basado en el respeto de los derechos humanos, les recomiendo una columna que es un jalón de orejas: Las fallas del antiuribismo, de Francisco Miranda, publicada hace dos semanas en La Silla Vacía: “el anti-uribismo no se ha esforzado en entender y apropiarse de los miedos y las visiones de esa “Nación Uribe”. Para muchos anti-uribistas, los seguidores del expresidente son un bloque de estúpidos borregos fascistas y paramilitares, incapaces de decidir por ellos mismos, que justifican todo tipo de violencia y que le rinden culto a la motosierra”. Es decir: para muchos antiuribistas, todos los uribistas son iguales, idénticos y además ignorantes, como si ahí, en ese enorme grupo, no hubiera matices.
Pongamos otro ejemplo de generalización que se oyó esta semana acá en Manizales, de la voz de un concejal: “Todos los medios de comunicación están cooptados por la Alcaldía. Acá no hay medios independientes”. ¿Todos? ¿Todos absolutamente todos? ¿No hay ningún medio, ni uno solo, del que pueda decirse que informa de manera autónoma frente a la pauta oficial? ¿Quién hizo el inventario exhaustivo? En la explicación se podrá aclarar que el concejal se refiere a “muchos” o a “la mayoría”. Sería bueno que lo probara, pero en todo caso entre “todos” y “algunos” hay un boquete enorme.
Igual ejercicio puede hacerse en el sentido contrario: “No hay ningún medio cooptado por la pauta oficial de la Alcaldía”. ¿Seguro? ¿Ninguno? ¿Ni uno solo? ¿Todos los periodistas de la ciudad, sin excepción, se sienten libres de informar, investigar y denunciar asuntos relacionados con la Alcaldía sin temor a perder la pauta oficial de la cual dependen? ¿La autocensura no ha llegado a estas tierras? La diferencia entre todos, algunos, unos pocos o ninguno permite reconocer que el mundo no es blanco y negro.
Por mi trabajo con frecuencia oigo decir “los jóvenes no leen”, “los periodistas no investigan”, “los muchachos de hoy no saben historia” o “ese no sabe nada”. Cuando escucho esas frases descalificadoras se me enciende una alarma: ¿Todos? ¿siempre? ¿nunca? ¿ninguno? ¿nada? Lo mismo aplica para “todos los políticos son corruptos”, “todos los abogados son pícaros”, “todas las mujeres son jodonas” o “todos los hombres son perros”: frases que responden a estereotipos, que de tanto repetirse terminan pasando por verdades aunque no lo sean. En realidad son un irrespeto y una agresión porque ocultan los matices, la diversidad, las distintas posibilidades de ser.
No se me ocurriría proscribir el uso de una palabra. Todas son útiles y algunas son muy bellas, pero es sano recordar el peso que tiene cada una. Cuando dicen: todos los periodistas, todas las mujeres, todas las mamás, todos los manizaleños, todos los antiuribistas, lo que sigue a continuación suele ser una generalización caricaturesca que muchas veces no me incluye. Yo también puedo caer en ese error. Conviene pensarlo.
http://lasillavacia.com/opinion/las-fallas-del-anti-uribismo-65577
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