Adriana Villegas Botero


Escribió Orlando Sierra en 1994 que los columnistas “no podemos ir con medias tintas a la hora de las definiciones. Nuestros lectores tienen derecho a saber cuáles son nuestras preferencias, en temas de interés público (…) Por eso doy a conocer el que será mi proceder de votante. Aclaro que no busco influenciar a nadie; tan solo dejar mi testimonio”.
Contaré entonces cómo elegí por quién votar. En términos generales pienso que de un candidato importa qué propone y sobre todo quiénes lo rodean: qué plataforma ideológica representa, si su discurso es caudillista, mesiánico, ultraconservador, de centro o de izquierda. Eso en cuanto a los aspirantes, porque también existe la opción del voto en blanco, una protesta legítima y válida, aunque tan etérea como la indignación en redes sociales.
Nunca votaría por Iván Duque. Fuera de su escasa experiencia como gerente público, Duque es el regreso de Álvaro Uribe al poder, con todo lo que ello implica: las ideas de Ordóñez; el Estado de Opinión; las nunca aclaradas relaciones con los Doce Apóstoles y los paramilitares que fueron enviados de afán a USA para que no hablaran en Colombia; los prósperos negocios en zonas francas de los hijos del expresidente; las declaraciones de renta ocultas; el Aro; los falsos positivos; las chuzadas del DAS y un largo y siniestro prontuario de persecuciones a magistrados, periodistas y líderes de la oposición. Iván Duque como presidente, con Uribe como presidente del Congreso y las Altas Cortes reducidas a una sola es lo más parecido que puedo imaginar a lo que llaman el Castrochavismo.
A diferencia de Duque, Germán Vargas Lleras tiene una impresionante hoja de vida como administrador público. Hizo carrera desde concejal hasta vicepresidente, ocupando todos los cargos y acumulando toda la experiencia posible. Eso se le nota en los debates y también en su documento de plan de gobierno, detallado y completo. Conozco personalmente a algunos de sus asesores cercanos y sé de su idoneidad, capacidad de trabajo y pulcritud. Pero cuando me acuerdo quiénes son sus aliados locales y cuál fue la reciente lista de Cambio Radical a la Cámara por Caldas se me quitan las ganas de ayudar para que sea él y no Petro el que pase a la segunda vuelta.
En el otro espectro está Petro. Fue excelente senador de oposición, trabajador y valiente, lo cual demuestra que el éxito en las corporaciones no siempre se traduce en éxito como gobernante. Padecí el caos y la inseguridad de la Bogotá Humana, en la que a Petro se le abona que nunca estuvo ligado a asuntos de corrupción, pero en cambio sí a muchos de improvisación, generados en parte por su dificultad para construir equipos. Recuerdo las renuncias tempranas de Antonio Navarro y de Daniel García Peña al gabinete distrital. Este último le escribió una carta en la que le señaló que “un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. A mí me importan los partidos y con Petro hay más candidato que colectividad. En su momento se desligó del Polo para crear su propio movimiento, a su imagen y semejanza. Sin duda es un candidato inteligente, independiente, progresista y audaz, pero su talante caudillista y su propuesta de convocar a una Asamblea Constituyente me generan desconfianza.
Quedan entonces De la Calle y Fajardo. Aún lamento que no se hayan unido, porque ambos tienen más similitudes que diferencias, empezando por la defensa de lo pactado con las Farc en La Habana, el hito histórico más importante en Colombia en el último medio siglo. También encuentro semejanzas en la defensa de la educación pública de calidad, de las libertades individuales, el estado laico y la política sobre las drogas. En estos temas incluso coinciden con Petro, aunque se diferencian en el tono conciliador, sin cizaña.
Pero hay que elegir a uno de los dos: De la Calle tiene una enorme estatura moral y gran experiencia. Sin embargo lo veo solo: no se puede gobernar sin equipo y su equipo es un grupo de jóvenes entusiastas y un partido que espera contabilizar los votos de primera vuelta para negociarlos con Duque en la segunda. Si los partidos y las alianzas importan, me impactó la foto reciente de De la Calle con Mario Castaño en Manizales. Ojalá César Gaviria, su hijo Simón y el Partido Liberal en pleno le pongan muchos votos a De la Calle porque los merece. Pero precisamente por las compañías decidí votar por Fajardo, el más flojo de todos los candidatos en los debates televisados y el que peor se comunica. Creo que eso lo compensa con experiencia administrativa y con un equipo de trabajo sólido, plural, diverso e incluyente, que tuvo el gesto de darle a una lesbiana el cupo para a la Vicepresidencia.
Pie de página: desde ya puedo anunciar por quién votaré en segunda vuelta: por el que se le oponga a Iván Duque. Me parece que Él representa el mal mayor.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015