El video en el que un puñado de guerrilleros disidentes anuncian que retoman las armas se ha repetido hasta el cansancio. Es un video viral, de fiebre de 40: al verlo dan ganas de reaccionar, opinar, de decir algo.
Yo reacciono pero no quiero hablar del video. Prefiero hacer visibles historias que recordó en Twitter el periodista Andrés Bermúdez: 10 exguerrilleros trabajaron con los científicos que descubrieron 14 especies en el bosque húmedo de Anorí; desde Icononzo hay reincorporados fabricando la cerveza La Roja; exguerrilleras de Miranda, Cauca, viven de la venta de muñecas de trapo; excombatientes crearon un servicio turístico de rafting en el Río Pato, en Caquetá.
Esas son solo algunas de las muchas vidas transformadas luego del acuerdo de paz de La Habana. Gente que, como el 98% de los desmovilizados de las Farc, sigue firme en su promesa de dejar las armas.
En estos colombianos deberían pensar los políticos. Los estadistas se conocen por su capacidad de mantener la serenidad y medir las consecuencias de reacciones precipitadas.
En la lista de los 200 libros en 200 años de vida republicana publicada por LA PATRIA no figura Rafael Baena, uno de mis escritores favoritos. Vale la pena recordarlo en esta coyuntura: “las guerras civiles o las guerritas entre republiquetas son estrategias para mantener distraídos y endeudados a los dueños de las materias primas y los recursos naturales. Así, mientras tú y yo nos matamos, aquel se lleva el botín grande para su casa y luego regresa a vendérnoslo más caro". Lo escribió en la novela “Siempre fue ahora o nunca” que me parece un buen título para este instante. En Colombia cada cierto tiempo ocurre una situación de “ahora o nunca” y yo ahora, como siempre, pienso que hay que apostarle al diálogo, el desarme y la paz.