Dos noticias de esta semana me hicieron recordar a Miguel Ángel Bastenier, el exsubdirector de El País de España fallecido en 2017.
Se trata de noticias sin conexión fáctica, aunque giran sobre lo mismo: por un lado, las declaraciones del embajador en España, que intentó explicar la torpe exclusión de varios escritores en la delegación de invitados a la Feria del Libro de Madrid argumentando que desde el gobierno querían “cosas neutrales” y, por otro lado, la también torpe entrega de sobres con $200.000 a cada periodista que asistió a una rueda de prensa en Armenia.
La primera relación, ya lo dije, es la torpeza. La excanciller María Emma Mejía, quien presentó libro en Madrid, calificó de “ineptitud” y “desacierto” el oso del gobierno colombiano alrededor de la feria española. Esa ineptitud se extiende a las disculpas ofrecidas por el embajador, que para desembarrarla repitió lo que dicen quienes se excusan con cobardía: que lo interpretaron mal. Los mismos adjetivos le caben a la presidenta de la Federación de Loterías de Colombia, quien alegó que “en ningún momento la entrega de este dinero por parte del Extra De Colombia fue para condicionar a los periodistas”.
Tanta torpeza e ineptitud para justificar lo injustificable terminó ofendiendo a escritores y periodistas. Pero la incompetencia no suaviza la intención de censura, y ahí veo la segunda relación entre ambas noticias. Por buscar “cosas neutrales” desterraron de la delegación colombiana a Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Laura Restrepo, William Ospina, Pilar Quintana, Evelio Rosero y Pablo Montoya, por mencionar solo a algunos escritores que resultan insoportables para un gobierno cuya única verdad válida es el país de ficción que relatan desde la Casa de Nariño: una visión censora y miope que cree que la meta es lograr que nadie hable de los problemas, en vez de solucionarlos. Bajo ese criterio de mostrar “cosas neutrales” ni Gabriel García Márquez habría alcanzado cupo para ir a Madrid.
La Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, consideró que la repartición de sobres en una rueda de prensa “puede condicionar la reportería y afectar de manera indirecta la independencia de la prensa, indispensable para la construcción de una sociedad democrática y el debate público”. Entregar sobres con plata no es una práctica nueva. Sobres es el menudeo: a mayor escala hay quienes comprometen la independencia con contratos. ¿Y qué decir de repartir hotel y tiquetes para ir a Europa cuando el criterio de quien arma la lista de elegidos es buscar escritores que en asuntos políticos “ni para un lado ni para el otro”, como dijo el embajador sin querer queriendo? Una cosa es que el Estado promueva las artes y otra que el gobierno vea ahí una oportunidad de dádiva o respaldo político.
El discurso del embajador es torpe, ofensivo y censor pero además denota que es poco lector: en la literatura no existen “cosas neutrales”. No solo no son deseables, sino que no son posibles: escribir implica tomar decisiones personales y subjetivas. Por eso recordé esta semana la columna de Miguel Ángel Bastenier titulada “La vieja querella de la objetividad”, publicada en 2015 y que vale la pena buscar en Google.
Bastenier enseña que el periodismo “es una percepción sobre la que se basa una narración” y como se trata de una representación que un autor hace a partir de unos hechos, lo que hay que pedirle al periodista no es objetividad (no es un objeto) sino honradez: compromiso por entregar los datos de la manera más completa y fidedigna posible, desde sus condiciones subjetivas. Por eso concluye que “podríamos calificar al mejor periodismo de «ficción veraz»”.
Las relaciones entre el periodismo y la literatura son múltiples y complejas. Normalmente se abordan desde las posibilidades estéticas que ofrece el lenguaje, y ahí los nombres van desde Svetlana Aleksiévich, Rodolfo Walsh y Truman Capote hasta Alfredo Molano y Germán Castro. Pero hay otra conexión elemental que esta semana fue necesario recordar: la literatura y el periodismo son creaciones humanas que solo pueden desarrollarse a plenitud desde la libertad y la independencia.
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