Adriana Villegas Botero


Hace algunos años, cuando pasé una temporada en Estados Unidos, conocí gringos que al enterarse de mi nacionalidad me contaban que tenían una amiga en Nicaragua o que habían visitado Río de Janeiro, como esperando que yo respondiera “conozco a tu amiga”, o “tengo familia en Brasil”. Para muchos estadounidenses los que vivimos al sur del Río Grande somos una masa uniforme que no habla inglés y tiene rasgos mestizos. Sin embargo, los latinoamericanos nos reconocemos como muy diversos, a pesar de las cosas que nos unen.
Creo que algo parecido sucede con el Eje Cafetero. Para muchos bogotanos el Eje es un paraíso verde, lleno de fincas, buen clima, fríjoles, café y gente que arma sus frases diciendo “pues”. Un sitio para pasar vacaciones. Cuando describen el Eje piensan en Salento, en el Parque del Café o en Gaviota, la de la telenovela. Pero para nosotros, los que vivimos acá, el “Eje Cafetero” es una entelequia. Si el lenguaje crea realidades me parece diciente que se hable más del Eje Cafetero afuera que acá: nosotros decimos Caldas, Quindío y Risaralda. Hablamos de departamentos, no de región.
Cuando uno comenta que la integración regional es baja, la gente de afuera se sorprende. El tiempo del viaje entre Manizales y Armenia es menor que lo que dura un recorrido entre Usme y Chía. Por eso a los funcionarios que vienen de Bogotá les parece muy normal llegar a Manizales, Armenia o Pereira y convocar en una de las tres ciudades a personas de todo el Eje. Con una única reunión pretenden despacharnos a todos. Luego se lamentan de las inasistencias y los salones medio vacíos.
Para los de afuera el Eje Cafetero es una sola zona, pero para nosotros son al menos tres, y eso lo tienen clarísimo los políticos que están en campaña. Esta semana oí en radio a un candidato de Risaralda que aspira al Senado y está buscando votos en Manizales. Hace unos días había visto la valla de otro. El que oí hablaba de la importancia de desarrollar una agenda común. No dijo en qué consiste pero sí invitó a todos los caldenses a votar sin miedo por la gente del Eje y a superar rivalidades históricas. En esa parte estuve de acuerdo con él: Han pasado ya 50 años (¡¡¡50 años!!!) desde que Risaralda se separó de Caldas y sin embargo persisten celos y prevenciones heredadas que enredan cualquier proyecto común. Hasta un eslogan de gobierno, “Pereira capital del Eje”, remueve susceptibilidades.
No sé qué piensan el candidato que oí ni los demás aspirantes de Risaralda sobre los caldenses que buscan votos allá. Los políticos trazan unas fronteras invisibles que responden a la administración de la microempresa electoral y no razones democráticas: A usted le toca el norte y a mí el oriente, dicen en las campañas a la Cámara, y una repartición parecida ocurre en las de Senado. Sin embargo, lo que piensan es fácil de intuir: Por lo general a ninguno de los candidatos le gusta que se le metan en su rancho, es decir, que le sonsaquen a su clientela.
La Costa Atlántica tiene ocho departamentos. En las últimas elecciones 31 de los 102 senadores fueron costeños. La bancada costeña se reúne, se toma fotos, presiona para que sancionen a Electricaribe y pone ministros. No los menciono por ser un ejemplo (ahí están los Ñoños y los Musa) sino porque son una realidad política ineludible, que cualquier presidente o aspirante a serlo tiene que tener en cuenta.
La bancada cafetera, en cambio, no existe. No suena en Bogotá, pero tampoco suena acá. Quindío no tuvo senadores durante este período que está terminando y a los de Risaralda y Caldas poco se les ve juntos hablando sobre proyectos regionales.
A propósito ¿existen proyectos regionales? Los últimos de los que tuve noticia fueron la Autopista del Café y el Paisaje Cultural Cafetero. En Telecafé la milimetría burocrática que generan los celos regionales llevó al absurdo de convertir en requisito para ser gerente el lugar origen del funcionario, y de aeropuertos mejor ni hablemos: Cada departamento defiende el suyo. En la última campaña a la Gobernación oí hablar con entusiasmo de un cable aéreo que uniría a los tres departamentos, propuesta que quedó más colgada que el Cable de Los Yarumos. O más varada que el supuesto tren que también nos va a conectar un día de estos.
Proyectos que se van en promesas de campaña, porque de lo que se trata es de pescar votos. Por eso cuando por estos días oigo hablar del Eje Cafetero pongo mucha atención: lo que sigue a continuación es un tremendo cuentazo. Pura ficción.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015