Adriana Villegas Botero


En el parador Delicias de Irra, a una cuadra del puente sobre el Río Cauca venden panes con formas de animales. He visto “pan tortuga” y “pan caimán” con ojos de uva pasa. No son bonitos ni son para el desayuno, pero resultan curiosos para los niños que viajan entre Medellín, Manizales, Riosucio, Supía y Marmato, y pueden servir como exótico regalo de último minuto para quien olvidó comprar algún detalle en el paseo.
Los hornean para los viajeros, como todo lo que se vende en Irra, un corregimiento que consiste en una fila de negocios a lado y lado de la carretera. Las viviendas quedan detrás, en perfecta metáfora de lo que es este parador: el sustento y respaldo de los hogares depende por completo de lo que pasa en la vía.
“Irra se quedó aislado”, tituló el miércoles LA PATRIA. El puente traqueó duro el lunes por la tarde, cuando dos tractomulas lo atravesaban. Los testimonios de la gente son del corte “los negocios están muertos” y “se acabó el trabajo”. La comerciante Graciela Ariza lo resumió así: “estamos llevados del berraco”.
Nadie se atreve a dar fechas sobre cuándo se restablecerá el tráfico por el puente. En todo caso Pacífico Tres anunció que está en construcción otro puente, detrás de Irra, que estará habilitado en 2019. Buena noticia para los viajeros pero no tan buena para los habitantes de Irra: el futuro que les espera es el que están viviendo hoy, con un pueblo a la orilla de una carretera fantasma por la que no pasa casi nadie.
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