1. Viva alerta, atento a ver dónde salta la liebre: cualquier cosa puede convertirse en tema.

2. Elija el tema. Delimítelo, defina el tono y el enfoque. Identifique el interés general y la novedad de su mirada.

3. Descarte ese tema. Ese otro también. Cualquier cosa puede ser tema pero no todo tema llega a ser columna.

4. Decídase por algún asunto. Rúmielo. Dele vueltas. Lea, documéntese, pregunte. Diviértase aprendiendo.

5. Escribir es esculpir: hay que cincelar para que emerja la figura escondida. Teclee. Si lo bloquea la hoja en blanco regrese al punto 3.

6. Deje enfriar el texto. Guárdelo. Si lo olvida está bien: deje así.

7. Relea con distancia y ojo crítico. Dude. Publicar es atreverse a hacer el oso en público. Considere el punto 3.

8. Reescriba, corrija. Use el diccionario y la función "cortar y pegar". Reorganice las frases. Elimine líneas, párrafos. Edite, juegue, ensaye. Rétese a decir en 300 palabras lo que escribió en 500.

9. Piense el título. Cámbielo. Latíguese: el 99,9% de sus lectores no pasarán de ahí.

10. Vuelva al punto 6 y siguientes. Repita el proceso las veces que sea necesario.

11. Pídale a alguien que lea su columna. Alguien que lo quiera lo suficiente como para decirle: "no la publiques: es pésima".

12. Envíe o autopublique su texto. Siéntase liberado.

13. Atorméntese: vea la publicación y caiga en cuenta. Detecte gazapos, errores, palabras imprecisas, frases confusas. Sienta rabia, impotencia o pena. Sufra.

14. Reciba insultos y piropos. Regocíjese: lo leen.

15. Atérrese: Reconózcase en lo que escribió hace meses o años y sorpréndase con sus cambios de opinión. Lo escrito escrito está, pero usted sigue vivo y transformándose.

16. Regrese al punto 1. Espere la liebre. Si no hay liebres, fíjese en el pasto.