Todas las semanas pienso en Gabriel García Márquez. Este miércoles, por ejemplo, Daniel Coronell lamentó la muerte de ese periodista íntegro que fue Javier Ayala y compartió imágenes del reportero al lado de Vargas Llosa y García Márquez. En agosto Fernando-Alonso Ramírez reseñó en La Patria «Dos soledades», libro que recoge una charla entre el peruano y el colombiano; Pablo Felipe Arango escribió hace días una columna en la que menciona a Cayetano Gentile Chimento, cuyo asesinato originó «Crónica de una muerte anunciada», y así se van los meses y años con Gabo siempre presente.
Si pienso con en él no es por fetichismo: los libros de García Márquez son un placer, pero además son lentes para interpretar en contexto nuestra actualidad política y social, aunque hayan sido escritos hace décadas. Por eso son imprescindibles.
El 16 de agosto el expresidente Álvaro Uribe Vélez se entrevistó en su finca con tres miembros de la Comisión de la Verdad, encabezados por el padre Francisco de Roux. Oí la intervención y pensé en «El otoño del patriarca», la obra que Gabo aportó a ese género latinoamericano de “la novela del dictador”. En 1975 escribió: “gobernaba como si se supiera predeterminado a no morirse jamás, pues aquello no parecía entonces una casa presidencial sino un mercado donde había que abrirse paso por entre ordenanzas descalzos que descargaban burros de hortalizas y huacales de gallinas en los corredores”. Páginas después agrega: “Era difícil admitir que aquel anciano irreparable fuera el mismo hombre mesiánico que en los orígenes de su régimen aparecía en los pueblos a la hora menos pensada sin más escolta que un guajiro descalzo con un machete de zafra y un reducido séquito de diputados y senadores que él mismo designaba con el dedo según los impulsos de su digestión”. No sé si las similitudes entre el otoñal Uribe y el desmemoriado general Zacarías Alvarado lleguen hasta el final de la historia.
Hasta agosto de este año habían sido asesinados 283 excombatientes de las Farc que firmaron la paz en 2016. En cada desmovilizado veo al veterano de la Guerra de los Mil Días que protagoniza «El coronel no tiene quien le escriba», a quien le matan a su único hijo y espera con paciencia que el Estado le cumpla lo pactado. “El gobierno prometió auxilios de viaje e indemnizaciones a doscientos oficiales de la revolución. Acampado en torno a la gigantesca ceiba de Neerlandia un batallón revolucionario compuesto en gran parte por adolescentes fugados de la escuela esperó durante tres meses. Luego regresaron a sus casas por sus propios medios y allí siguieron esperando. Casi sesenta años después todavía el coronel esperaba”, escribió en 1961. Incumplirle a los combatientes retirados no es moda reciente.
El periodista Jorge Espinosa reveló esta semana que la Armada se niega a informar sobre la compra de un submarino de 2 millones de dólares, pese a que un juez les ordenó hacerlo. Recordé «Relato de un náufrago”, que narra la historia de Luis Alejandro Velasco, único sobreviviente del ARC Caldas, en 1955. El reportaje muestra el hermetismo al que somete la Armada al marinero, tan pronto lo internan en el hospital: “A mi habitación solo podían entrar mi padre, los guardias, los médicos y los enfermeros del hospital naval”, escribe Gabo y luego añade: “el suboficial de guardia intervino para recordar que no se permitía aquella clase de preguntas”. Siempre han existido militares que se incomodan ante interrogantes que preferirían prohibir o evadir. En su momento la Armada temió que Velasco revelara lo que al final publicó el futuro Nobel: que la causa del hundimiento del barco no fue una tormenta sino el contrabando que transportaban las manzanas podridas de hace siete décadas.
Leí «Gabo y Mercedes: una despedida», el testimonio de Rodrigo García Barcha que nos acerca al final su padre así como Gabo nos mostró a Bolívar en «El general en su laberinto»: lejos del héroe y cerca del hombre viejo y enfermo. Ese relato íntimo de la muerte es sobrecogedor, pero me conmueve mucho más comprobar que en sus libros Gabo rejuvenece inmortal.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015