A veces siento que, más que una columna de opinión, lo que escribo es un diario personal en entregas semanales. Abusando de esa licencia hoy contaré mi agenda de los últimos días, empezando por este martes, cuando estuve en el Teatro Los Fundadores, lleno a reventar con 1.200 afortunados que escuchamos la 5° Sinfonía de Mahler, interpretada por primera vez en Manizales por la Orquesta Sinfónica de Caldas.
“Por primera vez en Manizales” se queda corto: solo se ha presentado en vivo en Medellín y Bogotá porque como explicó su director, Leonardo Marulanda, es una pieza muy difícil, que exige enorme virtuosismo y concentración de los músicos. Se necesita una maduración de 30 años, como los que tiene la Orquesta, para interpretar esta obra con 110 artistas.
El concierto se repitió el miércoles con otro lleno del Fundadores. Tanto público y aplausos contrastan con el justo reclamo del maestro Marulanda: “Me siento orgulloso de dirigir la sinfónica más pobre de Colombia”, le dijo al auditorio que deposita monedas o billetes en una urna tipo alcancía, a la salida del Teatro, para ayudar a paliar los huecos que debería cubrir el Estado, si entendiera que la cultura es un derecho y no un lujo. Tenemos músicos capaces de interpretar la 5° Sinfonía de Mahler, pero la plata no alcanza para contratarlos todos los meses del año. Aunque este año llevan 33 conciertos con 19.700 asistentes, la Alcaldía, que en 2020 aportó $120 millones, este año prometió escasos $70 que aún no llegan.
El miércoles estuve en el Banco de la República en un sentido homenaje a la poeta Maruja Vieira, quien cumple 100 años en diciembre. Hubo conversación alrededor de esta autora grandiosa a la que el Estado amenaza con retirarle una pensión, y también hubo una sorprendente presentación de la Coral Brahms, que sobrevive por el compromiso de 45 talentosos vocalistas que tampoco reciben apoyo estatal.
 2.400 personas asistieron al concierto de Mahler; 200 al homenaje a Maruja Vieira y 16.000 a la Feria del Libro que concluyó el domingo. La Feria costó $195 millones, de los cuales la Universidad de Caldas puso $160 millones, y los otros se repartieron entre el Banco de la República, el Centro Colombo Americano y otros. El Instituto de Cultura y Turismo de Manizales y la Gobernación de Caldas pusieron el mismo monto: $0 pesos. El presupuesto oficial para estos temas, reflejo de la voluntad política, se va en la Feria de Manizales y otras fiestas populares, pan, circo y despecho.
Entre tanto, leí esta semana en La Patria que desde julio hay ocho bibliotecas públicas cerradas en Manizales porque el Instituto de Cultura y Turismo no ha contratado al personal para abrirlas, y en Pensilvania quemaron 2.500 libros de una biblioteca pública municipal porque ya era hora de darlos de baja. Como declaró el expersonero Abelardo Ospina: “esta situación no es decente”.
En el panorama nacional, el miércoles leí la carta que 10 exministros de Cultura enviaron a MinHacienda, en la que le explican por qué hay que mantener las exenciones tributarias para este sector, que desaparecen en el proyecto de reforma tributaria. Podrá ser muy progresista, pero a este gobierno, como a todos, toca ilustrarle con plastilina el ABC de importancia de la cultura en el desarrollo social del país.
Podría contarles del Museo de Arte de Caldas, que no ha sido convocado para hablar de los espacios en la Juan XXIII, o del Festival Internacional de Teatro, o del Festival de Cine Ficma, pero mejor volvamos a Maruja Vieira, que en el poema “Niña de las canciones” escribe:
Cuando era necesario elegir
entre el pan y las flores,
comprábamos rosas.
Una taza de café negro y solo
nos bastaba.
Y nuestro amor
y un libro de poemas.