Adriana Villegas Botero


En uno de sus cuentos perfectos Borges dice el Aleph era una pequeña esfera de dos o tres centímetros de diámetro que albergaba todo el espacio cósmico. “Un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”.
La violación de una niña embera katío de 12 años en Santa Cecilia, Risaralda, por siete soldados del Batallón San Mateo de Pereira es nuestro Aleph: una violencia que contiene todas las violencias. Un prisma para ver las brechas que nos laceran.
Piense en la mamá: es el Día del Padre pero en la familia no hay papá. La niña sale a buscar guayabas y desaparece. Cae la noche y no regresa ¿Alguien ha visto a mi hija? Los militares dicen que no. Imagine la angustia. En un país con más de 180.000 víctimas de desaparición forzada la mente elucubra tragedias. Cabe el feminicidio.
Piense en la comunidad: el resguardo Gitó Dokabú está entre Risaralda y Chocó. Es un territorio selvático, apetecido como corredor para el tráfico de drogas y minería. La ilegalidad ha sido un imán histórico para hombres armados, desde las Farc y el Eln hasta las autodefensas de Los Urabeños. Han sufrido deforestación, hambre amenazas, desplazamientos forzados, reclutamiento de niños y homicidios. Otros indígenas de la región han practicado la ablación genital femenina. Por la pandemia se asentó allí una tropa. En el comunicado que denunció el secuestro y la violación de la niña, el gobernador del resguardo, Juan de Dios Queragama Nariquiaza, recordó que son uno de los 39 pueblos indígenas del país “en peligro de extinguirse física y culturalmente” y exigió que les entreguen a los culpables para castigarlos según la jurisdicción indígena, con cepo y baño con yerbas sagradas.
Piense en el presidente: dice “ya di instrucciones precisas”, con la misma inutilidad de “ya creé una comisión”. Mientras Queragama pide respeto por la legislación indígena, Duque anuncia: “si nos toca inaugurar la cadena perpetua con los soldados lo haremos”, aunque sabe que la populista ley de cadena perpetua no ha sido promulgada. Y lo promete en una democracia en donde se supone que es el poder judicial el que juzga y condena, y no el ejecutivo que él preside.
Piense en la justicia: los investigados aceptaron cargos (y rebaja de penas) por acceso carnal abusivo con menor de 14 años. Los tienen en una guarnición militar. La Fiscalía no los acusó por secuestro ni acceso carnal violento, el tipo penal de la violación.
Piense en los soldados: los siete que aceptaron cargos tienen entre 18 y 21 años. Les faltaba medio año para terminar los 18 meses de servicio militar obligatorio que Santos y Uribe prometieron acabar. Si fueran bachilleres el acuartelamiento habría sido de 12 meses. Piense en la banalidad del mal: jóvenes que trotan con cantos como “sube sube guerrillero / que en la cima yo te espero / con granadas y mortero / uno a uno mataremos”, o a los que sus jefes obligan a barrer a las 2:00 a.m. bajo llovizna. Los he visto y oído.
Piense en el Ejército: una institución que todas las semanas protagoniza un escándalo delictivo: falsos positivos, perfilamientos, purgas internas, contratos secretos. Esta violación infantil no es la primera: en 2010 en Tame, Arauca, un militar violó y asesinó a Jenny Narvey Torres Jaimes, de 14 años, y mató a sus hermanos de 9 y 6 años para encubrir el crimen. Ante este contexto, que es un prontuario, su comandante repite que son casos aislados de manzanas podridas ¡ajúa!
Piense en los políticos: “Mucho cuidado con esto Mindefensa. Que no sea un falso positivo como ha sucedido antes”, escribió sobre esta violación la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal, elegida con 37.905 votos.
Piense en la niña: luego de 17 horas la encuentran en el colegio Pío XII (¡un colegio!). Cojea, tiene golpes, sangre y miedo. Los soldados le advirtieron que se quedara callada ¿La violan por mujer? ¿Por pobre? ¿Por campesina? ¿Por indígena? ¿Por niña? La violan porque pueden: porque el patriarcado cosifica los cuerpos femeninos; porque muchos dicen que las mujeres exageran; porque cuando denuncian agresiones sexuales la primera duda recae sobre las víctimas y la impunidad es enorme. Porque el castigo físico a los niños está normalizado en todas nuestras etnias y estratos. Porque el racismo no es exclusivo de los gringos.
Piense en la niña, en su pánico, su trauma, su impotencia. Piense en ella dentro de un año, una década. Piense en el lugar para la alegría y la confianza. Piense.
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