Qué capacidad la de Carlos Mario Marín para unir a la gente. En una cabina del cable aéreo en la que cupieron varios acompañantes del alcalde y el presidente Gustavo Petro, además de sus respectivos egos, en tono “pone quejas” Marín acusó a Aerocafé de ser un proyecto de élites. El diálogo quedó grabado en un video que generó un rápido y amplio consenso ciudadano en torno a la conveniencia del aeropuerto y, de paso, la inconveniencia de Marín como alcalde.
No hago parte del coro áulico de Aerocafé, como he expuesto en varias columnas, pero tampoco he sufrido estigmatización por expresar mis críticas, que son eso: opiniones para ser debatidas. Por eso deploro ese rol de víctima que tanto fascina al alcalde y al congresista-primo Santiago Osorio, quienes esta semana pidieron cesar la estigmatización y persecución contra los críticos de Aerocafé, como si ellos fueran Adán, y nunca nadie antes hubiera expresado cuestionamientos.
Es justo diferenciar las críticas: una cosa son los reparos a la obra civil y aeronáutica, por razones que van desde aspectos técnicos hasta prioridades de región, como los que plantean objeciones ambientales, pista larga, reubicación del aeropuerto o hacerlo por concesión, y otra muy distinta son los señalamientos por corrupción, que hasta ahora se centran en hechos ocurridos hace más de una década. Del primer bloque hacen parte el exrector de la Universidad Nacional, Carlos Enrique Ruiz, férreo defensor de La Nubia; el exalcalde de Manizales y exministro de Transporte Germán Cardona Gutiérrez, quien propone trasladar el proyecto al Kilómetro 41; el empresario Guillermo Trujillo Estrada, y algunos líderes comunitarios de Palestina, entre otros. Del segundo bloque, mucho más nutrido, destaco las denuncias de la Corporación Cívica de Caldas sobre el papel pasivo de la Contraloría, la Fiscalía y la Procuraduría en las investigaciones por la plata perdida en terraplenes entre 2009 y 2010, y la relación de ese entonces entre contratistas e interventores. Sobre el fracaso reciente con el contratista OHL, la lupa hay que ponerla en Bogotá y no acá.
He escrito varias columnas críticas al proyecto y sé, porque la he expuesto al público, que mi voz es la de la inmensa minoría, como la audiencia de la HJCK. Sería ciego o mañoso afirmar que los reparos al aeropuerto tienen amplio respaldo popular. Que las élites impulsen Aerocafé, entre otras cosas porque algunos tienen predios en Santágueda que se valorizan con el aeropuerto, no quita que muchos otros pequeños y medianos viajeros, comerciantes, estudiantes, turistas, emprendedores, académicos y gremios apoyen la obra, con legítimo interés en términos de costos y competitividad. Hablo de gente de Manizales que se siente directamente beneficiada, pero también de personas de Palestina, del sur y occidente de Caldas y del suroeste antioqueño.
La indignación generalizada por las declaraciones del alcalde se origina en su falsedad: en la trampa de hacer pasar una opinión personal como un dictamen público con validación general. Marín no puede actuar como un influencer o youtuber: a diferencia de los ciudadanos corrientes, la voz del alcalde no lo representa sólo a él sino a toda la ciudad de la que es el máximo gobernante, y se espera que cuando hable exprese las necesidades de una ciudad. Las reacciones a su charla con Petro evidencian que lo que dijo carece de legitimación ciudadana.
Molestan además su oportunismo, hipocresía y falta de carácter, porque lo que le dijo al presidente en privado no se lo habíamos oído en público: si tiene dudas sobre Aerocafé ¿por qué no ha abierto ese debate en los casi tres años que lleva en la élite del poder local? ¿por qué publica en redes sociales que respalda la obra?
Pero hay además una jugadita ruin: querer desviar el eventual respaldo del gobierno nacional a Aerocafé para trasladarlo a la línea 3 del cable aéreo, una obra local que hasta hoy genera más interrogantes y menos apoyo popular que el aeropuerto.
Si el alcalde quisiera hacer de Manizales una ciudad más grande, cómo dice su lema, gestionaría ante el presidente recursos para ambos proyectos. Pero su talla como gobernante la dan sus propios resultados: a 15 meses de entregar el cargo, su legado más destacado es la remodelación del Faneón, un parque de barrio que se inunda cuando llueve.
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