Andrés Rodelo
Que te guste o no Somos Calentura, lo reciente de Jorge Navas, dependerá de si tienes paladar (¿ojos?) para el cine de culto. Porque, sí, estamos ante una cinta colombiana de culto en toda regla. Lo que me pasó con esta película es realmente curioso y sorprendente. Venía muy molesto por lo que estaba viendo, algo que hasta la mitad del metraje juzgué como una adaptación del crimen, narcotráfico y exotismo de la cultura negra pacífica a los esquemas del Hollywood más mediocre. Algo así como observar el flagelo social de Buenaventura a través de un filtro de Instagram.
Las mismas deducciones (el exceso de fórmulas) saqué cuando vi Pájaros de Verano, pero, mientras en esa no veía la hora de que las luces se encendieran para salir corriendo de la sala, en Somos Calentura me percaté con asombro de que, en el fondo, estaba muy entretenido viéndola. Ese fue, sin duda, el momento de claridad que me invitó a replantear todo lo que había pensado sobre ella hasta ese instante.
Seguí observando hasta que lo comprendí: las sobreactuaciones, el ruido, la cámara en perpetuo y azaroso movimiento, la estética de videoclip, los colores alucinógenos (es como si Mario Bava la hubiera filmado), la lucha entre el bien y el mal propia de una caricatura, el villano de opereta, el artificio, en fin, la exageración y la estilización presentes en todas las dimensiones de la película la hacían una digna exponente del mejor cine de culto.
De allí en adelante dejé que la experiencia me devorara, me entregué con euforia a esa bestia demente e implacable que es Somos Calentura.
PD: Muy fan del final.
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