Andrés Rodelo
Enormes robots tripulados, combates contra monstruos gigantes, acción, comedia. Pero también traumas sobre los orígenes, introspección, el gran reto de quererte a ti mismo y de entablar vínculos satisfactorios con los demás. De eso trata (muy resumidamente) Neon Genesis Evangelion, la serie estrenada en 1995, creada por Hideaki Anno y producida por Gainax, que llega este viernes 21 de junio a Netflix.
Evangelion transcurre en el año 2015, en un mundo en donde Nerv, una organización paramilitar, protege a la humanidad de unos monstruos gigantes llamados Ángeles. Para ello, construye a los Evas, robots humanoides y tripulados que tienen la misión de acabar con esta amenaza.
Una obra que podría describirse sin problemas como un remake del mito bíblico de la creación y que desde su emisión, primero en Japón y luego en el resto del mundo, se convirtió en uno de los animes más aclamados de la historia.
En este contexto encontramos al protagonista, Shinji Ikari, hijo del jefe de Nerv, Gendo, quien un día lo llama para que tripule con urgencia a uno de los Evas, pues un ángel destruye en ese preciso instante la ciudad de Tokio 3.
Álvaro Arbonés, autor de un libro sobre la serie llamado Tú (no) necesitas ser un héroe, explica: "Evangelion se vendió en primera instancia como una serie para niños. Y, a ojos de muchos, la serie parecía confirmar esos prejuicios (...) Robots luchando contra seres gigantes, adolescentes con angustia existencial y cierta querencia sanguinolenta que no excedía los límites morales de los padres preocupados (...) Al menos fue así hasta que la serie empezó a recrudecerse, a volverse más oscura, más extraña, más preocupada por la psique de sus personajes. Momento en que la mayoría de gente se empezó a dar cuenta de que, tal vez, habían estado juzgando la serie de manera equivocada".
En efecto, Evangelion pasa de ser, desde los primeros hasta los últimos capítulos, un anime de acción con robots tripulados, como cualquiera de los miles hechos en Japón, a una obra ambigua, compleja y con múltiples redes de significado.
La historia, que además se torna más densa al apropiarse de elementos de la simbología cristiana (los nombres bíblicos de los ángeles y de los Evas, por ejemplo. Adán, Lilith, la lanza de Longinos, entre otros personajes y objetos), no se queda en meras referencias religiosas. También indaga en la relación del hombre con Dios, la manipulación de la evolución humana para otorgarle un nuevo estado y forma, las relaciones y choques entre la superstición y la ciencia y las aspiraciones del espíritu vs. las necesidades de los instintos más elementales.
Todo combinado con el flagelo interno de Shinji, un adolescente sin carácter que proyecta su personalidad en función de con quien se relaciona, afectado por la depresión y el trauma de un padre que solo lo ve con fines utilitarios. Alguien que, en últimas, no es más que una figura ausente y desinteresada hacia lo bueno o malo que pueda ocurrirle a su hijo.
Y si bien Evangelion parece una serie ideal para sufrir de depresión, Hideaki Anno la concibió como todo lo contrario: una vacuna contra la angustia existencial y la incapacidad de reconciliarse con uno mismo. Lo interesante es que no lo hizo por medio de un libro de superación o un llamado entusiasmado a quererse, sino que sembró este mensaje en un anime para padecer en cuerpo y alma los avatares de Shinji, su incapacidad de adaptarse al mundo y de entablar relaciones armónicas con los demás.
En julio de 1994, Anno dijo en una entrevista para la revista Animage: “Debemos de poner un poco de veneno dentro de nuestros trabajos, especialmente para los niños”.
Porque el núcleo de Evangelion es un empujón para asumir la voluntad de mantenerse a flote, no solo gracias a ti mismo, sino especialmente a la colaboración con otros. Tal vez Hideaki Anno no lo sabía, pero al concebir Evangelion y estrenarlo en los 90 también estaba creando un motivo ideal para hablar de los desafíos y circunstancias de hoy, en un mundo en donde Internet y las redes sociales propician experiencias de acercamiento y aislamiento. ¿Quizás esto explica que la serie no sienta el paso del tiempo y, antes bien, parezca cada vez más actual?
En palabras de Álvaro Arbonés: “Evangelion es la antítesis de cualquier forma de evasión. Es el intento de encontrar una cura para ese mal primordial que es la angustia de estar vivos".
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