Andrés Rodelo
Tarea ardua la de fijar una posición frente a Blade Runner 2049. Lo que me gustó, me gustó mucho, y lo que no, no me gustó nada. No hay medias tintas. Con todo y sus metidas de pata, intuyo en el fondo un ímpetu por desplazar el terreno del que parte, la ciencia ficción, hacia arenas inexploradas. Hay un riesgo por perfilar algo que se desmarque a lo ya visto en el género, lo que no tiene poco mérito si hablamos de una peli de procedencia hollywoodense.
Y claro, la lógica narrativa se escurre por las grietas que provoca su hambre de ambición. Aunque, ante un panorama atiborrado de cintas que cobardemente pisan tierra firme, refugiándose en la seguridad de lo trillado para complacer en lugar de desubicar por cuenta de lo desconocido, aquí no hay de otra sino quitársele el sombrero a la cinta dirigida por Denis Villeneuve.
Visualmente exuberante, plagada de imágenes que te roban el aliento, estilizada hasta el punto de resentir la coherencia narrativa y dejar cabos sueltos a su paso (uno siente que varios momentos están insertados más para deslumbrar por su belleza y menos por el sentido último que tengan narrativamente hablando). Proyecto diseñado para el lucimiento de su director de fotografía, Roger Deakins. También: película de culto instantánea.
Difiero con que pose de profunda, como muchos han asegurado. Todo lo contrario: es profunda. Aquí no hay frases filosóficas puestas en boca de los personajes para aparentar una solemnidad postiza. Ese es el camino fácil y la obra opta mejor (en cada una de sus decisiones) por el empedrado, así sepa que el precio es no salir intacto al final de la travesía.
La densidad narrativa, su acceso a la zona en donde convive la ciencia ficción más intelectual, la exigencia que plantea a cualquiera que se enfrente a la experiencia proviene de un tono seco, desdramatizado, frío, presente en un arco que va desde las actuaciones contenidas hasta la irrupción fugaz de la violencia en su primera parte. Luego adquiere mayor exposición.
Una historia fundada en la búsqueda de la identidad y los orígenes, el espejismo de los recuerdos, la necesidad de amar, zanjada por la imposibilidad de hacerlo, la esperanza de una revolución puesta en un elegido. Aspectos que terminan por aportar en esas aspiraciones de complejidad y trascendencia fijadas por la película.
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