Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
@macotal
Ilusionó, convenció con su estilo dicharachero, sus agradables maneras -amigable, respetuoso, jovial- y como sangre nueva en el fútbol.
Alejó al Once Caldas del temido descenso, lo volvió confiable, y borró un pasado tenebroso con técnicos argentinos, y uno colombiano -histórico- que pisoteó su nombre. Se las creyó, y tenía por qué. Se hizo figura pública hasta convertirse en imagen de campaña en el plan de abonos del equipo.
Su rostro, común en vallas, pancartas, taxis y eucoles, se tornó familiar, y en el aire ese sentimiento de gratitud y reconocimiento por su labor.
Un placer sus ruedas de prensa, luego un café, y el círculo periodistas-técnico muy cercano a un dialogo entre conocidos. Todo perfecto a la par con los resultados. Somos humanos, el éxito cuesta administrarlo, creemos que solo lo nuestro tiene validez, y hacemos oído sordo a los demás.
La gloria es efímera, de la victoria a la derrota hay un paso, en el deporte se pierde más de lo que se gana, y es muy delgada la línea entre la lisonja y la crítica. Desechó una oferta de capacitación en España para atender la conformación del Once Caldas, y acertó al traer 8 refuerzos, 7 titulares. Un 2018 fantástico. Pensó que tenía 2 nóminas, optó por rotarla, y en el torneo principal empleó una poco competitiva -que nunca ganó- y que sostuvo sin razón.
Perdió final de Copa con Nacional, y ese hecho marcó punto de quiebre. Con penurias clasificó en Liga, siendo eliminado por Rionegro, el comodín de los 8. Y empezó el declive, el presidente Castrillón se enfermó, y se encargó del armado del nuevo plantel con énfasis en la cantidad, no en la calidad.
Eliminado por el desconocido Santaní de la Suramericana -costo económico alto porque era la apuesta- tampoco pudo en el campeonato declinando ante Unión Magdalena. Sin una alineación principal decidida, cambios extraños en los partidos, y una idea de juego que se fue diluyendo, sus horas fueron amargas.
Las sonrisas desaparecieron, las conferencias de prensa se llenaron de excusas, y las relaciones tensas lo llevaron a cerrar la puerta de los entrenamientos. Cero vinculaciones para el siguiente semestre por la larga para sin ingresos y el roto internacional, y sin estilo, y con movimientos equivocados, nuevamente perdió.
A Lemus lo borró, a Carbonero lo sentó cuando mejor andaba, lo mismo que al arquero Ortiz, y en algunos partidos a Correa, Peralta, Guzmán y Rodríguez, si hallar una titular fija. Por el contrario, actitud preferencial hacia el hijo del técnico -Kevin Londoño- posición absurda en un director de grupo, soportándole inclusive actos contra la disciplina.
Cedió credibilidad, confianza, y el respeto que obtuvo en sus inicios. Nunca escuchó, se sintió pleno llevando la contraria, sin comprender que no es producto terminado.
Debilitó su imagen, se desgastó, ciertamente deja al Once Caldas lejos de zona de riesgo, pero con 6 fracasos a cuestas, y un proceso que como el cangrejo, da pasos hacia atrás.
Una historia de idílico romance sin final feliz. Conclusión de una era que en vez de crecer va en caída libre, y que necesita reingeniería.
Hubert Bodhert-Once Caldas, otro capítulo que se cierra con más derrotas que logros.
Hasta la próxima...
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