Nuevamente la Corte Constitucional se pronunció. Se ratificó en que los toros tienen arraigo cultural, y esta vez fue más allá. Señaló que “el marco cultural de un municipio o región no se puede prohibir”. No sé por qué recordé esa tarde cuando siendo apenas un niño de siete años, fui con mi padre a ver mi primera corrida de toros en Manizales. Me enseñó a ver arte, donde otros que nunca han ido solo ven violencia.
Cuando discutíamos en el Senado el proyecto de Ley 774 del 2016 sobre protección animal, todas las bancadas con asiento en el Congreso, incluidos los taurinos, respaldamos dicha iniciativa, porque entendíamos que era necesario ese cuidado, diferenciando que hay animales salvajes, silvestres, domesticados, etc. También por ello fue que propusimos la exclusión en dicho proyecto de ley, de todo lo que tuviera que ver con manifestaciones culturales, como lo relativo a los toros, gallos, coleo, becerradas, cabalgatas.
Sin embargo, los animalistas pagaron de mala manera. Resolvieron demandar ante la Corte dicha exclusión, no obstante, nosotros haber votado favorablemente y respaldado su proyecto. Ellos no agradecen que hubiéramos defendido a las mascotas del maltrato. No. Ellos quieren prohibirnos a los demás que vayamos a corridas, coleo, galleras, porque según su criterio eso no es cultura.
Decía el premio Nobel Mario Vargas Llosa en relación a los toros que “es la fiesta más bella de todas”. Y que en todas partes “hay que defenderla.” Afirma que “el toro es un animal privilegiado, tratado con inmenso amor, aunque lo ignoren muchos animalistas”.
Por su parte, Ernest Hemingway, otro premio Nobel, se inspiró en la fiesta brava para escribir varios relatos que le hicieron célebre, tales como “Muerte en la tarde,” “Fiesta,” y “Verano sangriento”.
En el listado de ilustres amantes de la fiesta brava se incluye además a los Nobel Albert Camus y Camilo José Cela. Y, por supuesto, que también fue asiduo asistente a las corridas de toros nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez. Suya es la siguiente frase: “Hay motivos para pensar lo pensado: que también el toro es aficionado a los toros”. Los gallos tuvieron un papel protagónico en la novela de García Márquez: “aquel domingo trágico en que José Arcadio Buendía le ganó una pelea de gallos a Prudencio Aguilar”, fragmento de Cien años de soledad. En su novela El Coronel no tiene quien le escriba, narra la historia de un gallo de pelea, al cual alimentaban con toda devoción, con la paradoja que ellos morían de hambre y que no podían comérselo, “porque no se mata al animal sagrado”.
Fernando Savater, es un reconocido filósofo contemporáneo, gran defensor de los toros, quien ha dicho que “solo un bárbaro no distingue entre un humano y un animal”. Cuentan que cierta vez, el célebre escritor Federico García Lorca, viendo asombrado al gran torero de la época Manolete, alguien se le acercó y con mucho respeto le saludó con la elogiosa palabra de “maestro”, a lo cual el erudito le respondió: “Maestro…. maestro este que está en frente del toro”, señalando al diestro que estaba ante ellos.
Cómo duele ver algunos políticos vergonzantes, y a aspirantes a alcaldías, denigrando de las tradiciones recibidas de sus ancestros, a causa de una moda que pretende arrasar con su cultura, para a cambio imponer modelos provenientes de otras latitudes.
El reciente fallo de la Corte Constitucional deja a salvo los certámenes del coleo que se celebran en los Llanos Orientales, a las fiestas de gallos que se realizan en la gran mayoría de municipios del país, las ferias equinas y cabalgatas que se llevan a cabo en toda la geografía patria, y por supuesto, a las ferias de toros que se realizan en la provincia colombiana y que tiene en ciudades capitales tradicionales ferias, como las de Manizales, Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena. Así que en materia de toros y demás expresiones, prefiero atenerme a lo que digan los conocedores acerca de qué es cultura. Cinco premios Nobel deben saber más de ello que unos cuantos oportunistas, cual Petro, pescando votos de incautos.
Gracias Corte Constitucional.
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