Flavio Restrepo Gómez


“Después del aperitivo, los tres platos, el postre y los turrones, ¿vas a querer café? Dame cianuro y acabemos ya con esto”.
Hemos sido testigos mudos de una obra de arte; una tragedia convertida en comedia. Medicina Legal estudió si Jorge Pizano, el testigo clave del caso Odebrecht tomó cianuro antes de morir. Después de una semana, pasado el tiempo en el que la prueba es prueba, Medicina Legal, por intermedio de Carlos Eduardo Valdés, su director, aseguró que la causa de la muerte fue un infarto de miocardio y que dos laboratorios a los que se enviaron las muestras de tejidos del fallecido, para ser examinadas, resultaron negativas. Pero acompañando al funcionario de la FGN que leyó el comunicado, el forense hacía una cara, que en lenguaje no verbal negaba la afirmación. Estaba más aterrado que convencido.
¿A quién le interesa que no se conozca la causa exacta de la muerte de Pizano y la de su hijo? ¿Quién puede favorecerse de esa conclusión, tan poco creíble, tan sacada de la “manga del mago”, con material que puede haber sido manipulado por aquellos que lo mandaron estudiar? ¿El lío compromete directamente al fiscal Néstor Humberto Martínez?
El comunicado oficial del fiscal confirmó: “que su deceso obedeció a un paro cardíaco”, apoyado en el testimonio clave e incontrovertible que dio espontáneamente, la toalla, esa que fue la “testigo estrella” y que tenía trazos de sangre. ¡Qué cuento tan chimbo!
Pero tienen más credibilidad hoy en Colombia los falsos testigos, que lo que está pasando y se está diciendo en ese ente, que se supone es un órgano en cuya misión dice: “…garantiza el acceso efectivo a la justicia, la verdad y la reparación de las víctimas de los delitos; y genera confianza en la ciudadanía”.
Hoy recuerdo con nostalgia al maestro Salustiano, que trabajó en Sábados Felices, para ganarse dignamente el sustento y educar a su hijo, del cual esperaba lo mejor. Qué decepción se habría llevado si vivo, supiera los enredos que tiene, las maniobras maquiavélicas que realiza, su incapacidad total de negarse a ser juez y parte en los escándalos más grandes que ha tenido este país; ya como abogado del emporio de los puentes colgantes que se caen antes de colgarlos; el de la acumulación de bancos, como piezas de dominó, y finalmente como participante en la obra de la Ruta del Sol, socio minoritario, porque su potencial económico, no fue aceptado para ser proponente directo, teniendo que unirse con Odebrecht para participar en la construcción de la Ruta del Sol, que ha sido tan cuestionada y se ha demostrado tanta corrupción, que en verdad es una ruta de maldición para quienes en ella participaron.
Lo que sabía Jorge Enrique Pizano era de tal gravedad, tocaba tanto pícaro con prestigio, que era sin duda un mejor muerto, que un ser vivo que la estaba pasando mal.
No contaron con que entregaría documentación a los que tienen entereza para denunciar sin tapujos ese cúmulo de negocios deshonestos y cuestionados, intocables en Colombia.
Esto apenas está comenzando. La verdad saldrá a flote, sin medias tintas, así traten de acallar con matoneo televisivo, periodístico o de redes sociales, a los que han tenido el valor de decir la verdad.
Solo falta que tenga un mínimo de dignidad y renuncie a su cargo. Pero eso es mucho pedir a alguien que tiene su simulada cara de acrisolado, cuando está demostrado que tiene líos inaceptables para un Fiscal General. Carece de la dignidad de hacerse a un costado para no entorpecer las investigaciones y llenarlas de cuestionamientos que ya la opinión pública no perdona.
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