José Jaramillo


El éxito de un ejecutivo depende del equipo de colaboradores que seleccione; inclusive con la idea de que cada uno en su especialidad lo supere, para que en conjunto todo salga bien. Esa es la razón por la cual se crea expectativa por la escogencia de ministros y altos funcionarios del Estado, que van a conformar el gabinete del mandatario recién posesionado. En la maltrecha democracia de las repúblicas inmaduras, los criterios de escogencia tienen que atender otras prioridades, como satisfacer los apetitos burocráticos de directorios políticos, padrinos, contribuyentes y carga-ladrillos, que en el momento de proponer nombres no piensan en el buen suceso del mandato del “ahijado”, sino en intereses particulares que fortalezcan su poder, por las nóminas que se manejen, por el acceso a la contratación y por la influencia política que se adquiera, con miras a instancias más halagüeñas a futuro.
La selección de ejecutivos, después de satisfacer las mezquindades de la politiquería, el amiguismo y la compensación de favores recibidos, se soporta en extensas hojas de vida que acreditan estudios, especializaciones y experiencia; y no miran cosas, “así de chiquiticas”, como comportamientos éticos y conflictos de intereses. Se ha demostrado que empresarios privados, industriales y banqueros; dueños de medios de comunicación, dirigentes gremiales y representantes de conglomerados económicos internacionales, puestos al frente de un ministerio, o de cualquier otro ente con poder de decisión sobre asuntos vitales, de gran incidencia en el gobierno, terminan enredados en conflictos de intereses, y sus actuaciones quedarán reducidas a defenderse de señalamientos y a justificar sus pilatunas, mientras que los supremos intereses de la comunidad esperan ser atendidos. Y los mandatarios que los nombraron, por soberbia (aquí mando yo), porque están “pisados” por influencias (a veces inconfesables) o porque tienen “rabo de paja”, los sostienen, aun contra razones y evidencias contundentes.
La gente del común, a la que solo le interesa el bienestar colectivo, hace votos para que, cualquiera que sea el mandatario elegido democráticamente, tenga éxito en su gestión, porque de ahí depende el buen suceso del conglomerado. Sin embargo, cuando éste comienza a nombrar sus coequiperos, para agradar a sus patrocinadores, devolverles favores a quienes apoyaron su elección, comprar adhesiones que garanticen la aprobación de sus proyectos o, simplemente, para tapar huecos burocráticos sin mayor criterio selectivo, muestra el cobre. Y el recién nombrado ostenta su incapacidad cuando critica a su antecesor, dice que va a cambiar lo que hizo y agrega que no hay recursos para adelantar sus propios proyectos. “El mal trabajador siempre culpa a la herramienta”, dice la experiencia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015