Francisco Javier González Sánchez


Uno nace siendo persona, pero no ciudadano. Es un asunto que se construye individual y colectivamente, y a juzgar por las afirmaciones que sobre las campañas presidenciales Duque - Petro se plantean desde distintas fuentes, se deja entrever, un largo camino por recorrer en la construcción de un proyecto de nación.
En ese proceso, recuerdo que la primera vez que leí sobre Petro fue en el 2007, en la obra del periodista Mario López “¡Vamos a superar el horror! Petro y la nueva izquierda” (Oveja Negra, 2007). Allí entendí, por qué escogió la Universidad Externado y por qué Economía: lo primero por razones políticas, y lo segundo por la búsqueda de bases para su discurso de la transformación social; la influencia de sus parientes y de su tía Virginia, la secretaria del famoso rector Hinestrosa, alentaron su ingreso, además del extraordinario puntaje en las llamadas pruebas del ICFES, que en 1976 le permitieron ser el segundo mejor en el país.
Hoy, Petro está dando cumplimiento al juramento que con algunos de sus amigos recién salidos de bachilleres hicieron en la famosa Peña de Juaica en el municipio de Tabio (Cundinamarca), lugar sagrado para los Muiscas, considerada “la puerta hacia el infinito” y donde se comprometieron a desarrollar una propuesta de transformación política para Colombia. (Ningún periodista le ha preguntado a Petro sobre este juramento). Algo similar, según lo narrado por Mario López, al juramento de Bolívar en el Monte Sacro (Roma) el 15 de agosto de 1805 en favor de la causa independentista.
Ahora, conocí a Petro a raíz de la remodelación del auditorio Tulio Gómez Estrada de la Universidad de Caldas. Como decano que era por aquel entonces, habíamos creado el “Foro permanente de participación democrática” e invitado para el jueves 10 de abril de 2008, a los senadores Gina Parody y Gustavo Petro, para dialogar sobre perspectivas de paz para Colombia. Justo un día antes la senadora Gina canceló su asistencia, dejando solo a Petro frente al auditorio. Llegado el día, recogimos a Petro en La Nubia en la camioneta blindada que nos prestó la Licorera; era necesario evitar a algunas personas que aun hoy consideran que esto se arregla a “punta e bala” como en Cúcuta. Luego de desayunar en el Hotel Varuna con el rector y otros invitados, llegamos por fin a nuestro evento. Una vez en Palogrande, el auditorio para 150 personas, era insuficiente para unas 600 que nos aguardaban; improvisamos la plazoleta de la Facultad y el foro se desarrolló exitosamente.
Del discurso de Petro, recuerdo cuando dijo que era importante aprender de los Estados Unidos, que se preocupaban por la protección del sector agrícola, tratándolo como un asunto de interés nacional. Culminado el evento, nos fuimos a almorzar para terminar nuevamente en el aeropuerto. Pero no todo tiene un final feliz; después de esta memorable visita, y no siendo el invitado de los afectos del rector, este optó por pedirme la renuncia. Esto no habría pasado ni siquiera en muchas de las más conservadoras universidades privadas del país, pero pasó. Ahora recuerdo a Martín Barbero (1999) cuando decía que “uno no aprende a ser democrático en cursos de democracia, uno aprende a ser democrático en familias democráticas, en escuelas democráticas, con medios de comunicación democráticos”. Han pasado 10 años, y quien fuera senador se presenta ahora como aspirante presidencial. Y no hay problema que en Manizales y Caldas muchos de sus líderes se muestren a favor de determinadas ideologías políticas; el reto es que las mismas han de ser absolutamente democráticas, que es donde se ha fallado.
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