KATHERINE VEGA
COLPRENSA | LA PATRIA | MOCOA
Son cerca de las 2:30 de la tarde, una brisa refresca el ambiente caluroso de Mocoa y las campanas de la iglesia San Miguel resuenan en el Parque Central. Parece que por fin, pese a todo, se llegó a esa calma que surge después de una tormenta.
Poco a poco se intenta lograr una "normalidad", ya se ha removido las piedras que dejaron a su paso los tres ríos que reclamaron terreno después de tres horas de intensas lluvias, El Mocoa, el Mulato y el Sangoyaco. Todavía falta que se garantice por completo los servicios básicos, pero la gente ya está abriendo sus negocios y se mueve constantemente en el municipio.
Igual, no deja de ser extraño los puestos de vacunación que están en el parque y las filas que parecen permanecer intactas para recibir las vacunas, así como tampoco el vuelo constante de los pájaros carroñeros que se la pasan revoloteando en grupo, detallando lo que puedan encontrar en lo que antes fueron 17 barrios.
Ya pasó una semana de la tragedia que se registró en la madrugada del primero de abril, de sentir el temor y la desesperación de no saber qué hacer cuando el agua acecha y de aquel auxilio que pedía Laura Montoya en un audio que quedó como registro de aquella horrible noche.
"¡Atención Putumayo: nos estamos inundando en este momento. Por favor ayúdennos, necesitamos un helicóptero. Estamos en peligro de muerte!", decía desesperada desde el techo de su casa.
Y también sigue siendo extraña tanta presencia institucional, incluida la del presidente de la República, Juan Manuel Santos, que va saliendo de la estación de Policía tras una reunión con varios ministros para evaluar cómo avanza la situación.
La gente curiosa mira el tumulto que se hace a su paso conformado por escoltas y periodistas, pero siguen su camino luego de observar curiosos por un rato. Cosa que no pasó cuando lo vieron en el albergue Las Américas.
La incertidumbre
"Somos los únicos que entendemos nuestras pérdidas, nuestros familiares, nuestras casas. Que no nos digan que nos van a dar solo tres meses, qué hacemos con el resto de tiempo, qué podemos hacer con aquellos que teníamos microempresas", dice en un albergue una señora que mueve sus manos mientras llama con reclamos al presidente para que se acerque a "donde está el pueblo".
El albergue que es un coliseo está lleno de carpas verdes instaladas ordenadamente y de las que salen niños corriendo.
"Estamos trabajando", les dice el presidente, que promete ayudar a la gente con viviendas y planes especiales para que logren una solución definitiva ante la incómoda y estresante situación de incertidumbre por la que pasan. Y les aclara que el subsidio de 750 mil pesos trimestral para el arriendo serán renovables de ser necesario.
Santos, con dificultad logra calmarlos, pero persisten los miedos: zapatos, ropa nueva -porque les está llegando de segunda-, una cocina para que ellos mismos puedan cocinar y hasta un aumento de subsidio de arriendo piden porque aseguran que "la gente que está bien", subió los precios.
Los anuncios siguen: Mocoa volverá a tener energía en un 60% en un par de días, antes del 20 de abril se firmará el contrato para un nuevo acueducto y los niños volverán a clases después de Semana Santa. Pero, la incertidumbre continúa.
Fuera de lo común
"Estamos avanzando a pasos agigantados por ejemplo en el tema del agua en varios sectores; el miércoles tendremos energía y en infraestructura se prevé que la otra semana ya esté conectado el Puente Militar; en vivienda ya se construiría en un sitio cercano a Sauces, que es un lugar seguro y en cuatro o tres meses se entregarían las primeras viviendas", dice José Antonio Castro, alcalde de Mocoa.
A él y a la Gobernación se les reprocha. Se ha escuchado que se había advertido sobre la tragedia y que se dejaron de lado -como en muchos sitios del país-, prioridades como la actualización de los Planes de Ordenamiento Territorial, que dice la misma gobernadora, Sorrel Aroca, es la solución más efectiva.
"Mocoa hace parte del 80% de los municipios del país que tiene dificultades por diferentes niveles de riesgo. En esa medida sí es necesario que se concentre el esfuerzo nacional para poder habilitar actualizaciones de planes de ordenamiento territorial. Porque con los efectos de cambio climático, que fue lo que originó esas lluvias del 31 de marzo, se tiene que empezar a buscar adaptaciones", dice.
Pero igual cree Aroca, que esta tragedia no se había pronosticado tal cual, y esa es la posición del ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, que está al frente de la revisión de los ríos y quebradas de la zona: "Esto fue un hecho muy por fuera de lo común, muy por fuera de lo ordinario y desde esa perspectiva hay que mirarlo".
Los une el mismo miedo
Pero más allá de quién tenía la razón y quién no hizo lo que se debió hacer, entre los habitantes de Mocoa se mueven las verdades fundamentadas en los hechos, y un mismo miedo.
Verdades como que siendo las 4:30 de la tarde vuelven a sonar las campanas de la iglesia mientras que una sirena anuncia el paso de un carro fúnebre; que personas como Héctor Sánchez, un hombre que saludó al presidente con una "humilde" bandera blanca tiene que seguir buscando a sus sobrinas de 2, 11 y 15 años para darles santa sepultura como ya lo hizo con su cuñada que tenía 46 años.
Verdades como las que tienen los miembros de la Defensa Civil, que perdieron a uno de los suyos cuando intentaba cuidar a sus familiares y que luego lo encontraron abrazado a su hijo al final del río; y verdades como la que casi gritaba la mujer del albergue diciendo que ellos no iban a estar bien ni en uno, ni en dos días.
Y de esto último es precisamente de donde se desprende el miedo: "No nos olviden"'. Miedo en el que coincide Aroca al pensar que puede ser bueno que declaren el barrio San Miguel -el más afectado-, como campo santo.
"Para nosotros es muy importante que a través de esa declaración o de otro tipo de declaración de importancia se visibilice lo que vivimos para que la gente no se olvide de nosotros. No quisiéramos ver que pasen algunas semanas y de pronto, otra noticia de momento borre la tragedia nuestra".
El Instituto de Medicina Legal informó que aumentó a 316 la cifra de personas fallecidas por la avalancha ocurrida una semana atrás en Mocoa, Putumayo. De estas, 190 son mujeres y 124 son hombres, mientras que hay un caso en donde no se ha identificado el sexo de la persona fallecida.
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