EFE | LA PATRIA | Cartagena
Los habitantes del humilde barrio Nelson Mandela de Cartagena de Indias, creado en honor al líder surafricano, rindieron homenaje al fallecido defensor de la igualdad al ritmo de tambores, cumbia y mapalé.
Este barrio, poblado en su mayoría por desplazados del conflicto armado interno que vive Colombia y buena parte de ellos de raza negra, "se fundó el 7 de diciembre de 1994 justamente cuando Nelson Mandela era elegido presidente de Sudáfrica", recordó su líder cívico, Wailer Herrón.
"Lamentablemente se nos muere este gran líder e ícono, que para nosotros significa paz y lucha. Mandela nos dejó una gran herencia que es la igualdad, pero estamos felices por el legado de enseñanza y por esa perseverancia de lucha para con las comunidades menos favorecidas", agregó.
Salir de la pobreza
"La lucha contra el apartheid le permitió a Tata Madiba (como se conocía a Mandela) llegar muy lejos y nosotros queremos luchar y sacar este barrio de la pobreza extrema en que vivimos", insistió Herrón.
El líder comunal se quejó además de que el barrio siga hoy "estigmatizado" y considerado uno de los más violentos de Cartagena, para insistir en que "la violencia viene de afuera" y los protagonistas son "grupos al margen de la ley".
Así como Madiba luchó para detener la segregación racial "nosotros acá tenemos una gran lucha para que la gente pueda tener una vivienda digna", manifestó por su lado, el gestor cultural de la comunidad, John Jairo Rojas.
Desde temprano y en honor a Mandela, niños y jóvenes salieron a las calles, engalanados con guayaberas de colores y tambores en mano, para despedir a este icono que dio nombre a su barrio.
Tocaron cumbias y mapalés, los ritmos musicales más tradicionales del Caribe colombiano y que provienen de los festejos que celebraban los antiguos esclavos africanos.
El barrio Nelson Mandela
Tiene unos 40.000 habitantes que llegaron hasta ese lugar de las afueras de Cartagena en su huida de la violencia desde regiones como Urabá, Magdalena Medio y Montes de María, donde les acosaban guerrilleros, paramilitares y las propias fuerzas de seguridad del Estado.
Ese asentamiento se forjó desde la miseria y hoy, casi 20 años después de su fundación, sus servicios públicos son de pésima calidad y no disponen de atención médica.
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