Felipe Lozano
Colprensa | LA PATRIA | HURDAL (NORUEGA)
La instalación de la mesa de negociación, fase dos de los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc, ha servido para recordar que, a pesar de los acercamientos y del optimismo que han generado, a las partes todavía las separa un mundo. El acto tuvo lugar ante un auditorio de unos 150 periodistas de medios colombianos e internacionales.
El exvicepresidente caldense Humberto de la Calle Lombana, jefe de la misión gubernamental, hizo un sumario de la posición del Gobierno, acentuando la importancia de la confidencialidad, el respeto entre las partes y el realismo de los objetivos planteados.
Habló de "un día memorable" y ahondó en las condiciones que diferencian este proceso de las iniciativas anteriores para poner fin al conflicto armado colombiano. En todo momento se preocupó por formular un discurso incluyente y cargado de prudencia.
Reconoció que, a pesar de los avances, el Estado debía garantizar la protección de todos los actores de la vida política nacional para que no se repitan las tragedias del pasado. "Las Farc tienen su propia visión del mundo, y la respetamos (…) No queremos que depongan sus ideas sino que depongan las armas", apostilló.
Cuando le llegó el turno a Luciano Marín, alias Iván Márquez, jefe de la delegación del grupo guerrillero, el contraste fue evidente. El segundo hombre en importancia de esa organización inició su intervención citando a Manuel Marulanda Vélez, fundador de las Farc. Pronunció un discurso extenso, adornado de licencias líricas y cargado de estadísticas, en el que además hizo referencia a Simón Bolívar, el romancero español, Cicerón y Jorge Eliécer Gaitán.
Justificó constantemente el accionar de su organización y describió las políticas económicas del Gobierno, incluida la iniciativa de restitución de tierras, como trampas y meros artificios diseñados para formalizar las conquistas de la guerra sucia.
No se limitó a los genéricos, pues se refirió a varias multinacionales mineras, como la Medoro Resources (hoy Gran Colombia Gold) a la que acusó de ir contra los intereses de Marmato (Caldas) al pretender explotar allí una de las "minas a cielo abierto más grandes de América"; incluso la ligó al asesinato del párroco de esa población José Reinel Restrepo Idárraga, en septiembre de 2011, crimen que las autoridades atribuyen a ladrones.
Márquez también se refirió a personalidades del sector empresarial como Luis Carlos Sarmiento Angulo o al propietario de Avianca, Germán Efromovich. Ni los hijos del expresidente Álvaro Uribe ni el ex vicepresdiente Francisco Santos se escaparon.
Los contrastes
Cada delegación respondió por separado las preguntas de la prensa. De la Calle insistió una y otra vez que las Farc debían ceñirse a lo consignado en el Acuerdo general para la terminación del conflicto, firmado en La Habana (Cuba), descartando de plano que las políticas económicas del Gobierno fueran un tema de discusión.
"Las Farc le deben dar la cara a sus víctimas", declaró, cada vez más exaltado, y aseguró que cualquier acuerdo de paz se hará en consonancia con las obligaciones en materia de derechos humanos que exigen los tratados internacionales.
Los delegados de las Farc respondieron colectivamente y sugirieron que debían ser otros los que tendrían que responder por sus crímenes, los responsables del "terrorismo de Estado", y que no consideraban lógico pagar penas en la cárcel cuando el Congreso de Colombia era "un antro de corrupción".
Reiteraron la necesidad que tienen de que en la mesa esté Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad, quien purga una condena de 60 años en una cárcel de Estados Unidos, tras su extradición. De hecho, incluyeron un letrero con su nombre al lado de los suyos, poniendo en evidencia la silla vacía del "compañero injustamente encarcelado".
Si el símbolo de la apertura de las negociaciones del Caguán fue la silla vacía de Tirofijo, en Hurdal fue la de Simón Trinidad, que podría representar lo lejos que está, todavía, un acuerdo definitivo entre las partes.
Obstáculos para derrumbar
1. La disparidad sobre la agenda de diálogo. Experiencias fracasadas en el pasado, como la del proceso en El Caguán, enseñaron que hablar de todo no conduce a nada. Esta vez el Gobierno dice que no se tratará de establecer nuevas políticas económicas, comerciales o militares, sino de trazar un camino para ponerle fin al conflicto y dejar las cuestiones filosóficas para la eventual disputa política que venga en el futuro, con participación de las Farc ante los electores. Pero la guerrilla demostró que pretende hablar sobre la refundación del Estado. Poner una cota tan alta seguramente tiene como objetivo bajarse y hacer concesiones durante las conversaciones, dando la impresión de que sí cede en puntos clave.
2. Mientras el Gobierno lleva prisa, la insurgencia muestra que puede volver a tomarse todo el tiempo. Tal es la diferencia en las actitudes que ya empiezan a escucharse voces pidiendo la presencia más activa de un mediador internacional (Noruega, Cuba o Venezuela) para que cumpla una labor específica: conseguir cambios en las actitudes iniciales y distensionar el ambiente, de manera que se alcancen acuerdos parciales que conviertan el optimismo en certezas.
3. La retórica. Por ahora todas las apariciones públicas se han limitado a discursos filosóficos y efectistas. Si bien esa es una característica marcada en el lado de las Farc, el Gobierno también ha caído en la repetición de fórmulas (“no repetir errores”, “negociar con cautela”), pero no avanza a propuestas específicas.
4. Dificultades logísticas. Ayer llamó la atención que no estuvieran presentes en Noruega ni el general Óscar Naranjo ni la guerrillera holandesa Tanja Nijmeijer. Por distintas razones (agenda del primero, oposición contra la segunda), esos detalles pueden convertirse en inamovibles que atrasen las conversaciones. Hasta ahora no se han cumplido las fechas anunciadas para cada evento del proceso. Una tarea importante para los próximos días es garantizar que en La Habana esos inconvenientes se reduzcan al mínimo.
5. Definición de los mínimos aceptables en la negociación. Nadie aceptaría un acuerdo que no incluya tiempo de cárcel, aceptación de delitos y reparación a las víctimas de las Farc. Pero los negociadores de esa guerrilla están, exactamente, en la orilla contraria. Ya dijeron que no consideran haber cometido algún crimen, ni que tengan víctimas, pues todo lo han hecho “en ánimo revolucionario”.
Para La Habana
Ayer quedó establecido que la llamada segunda fase del diálogo empezará el 5 de noviembre con un encuentro técnico, y el 15 de ese mes habrá una reunión entre los equipos negociadores. Una meta deseable es que antes del fin de año, al menos, se haya firmado un punto concreto de acuerdo, con el que se empiece a superar la retórica.
Discurso Humberto de la Calle, jefe delegación del Gobierno Nacional.
Hurdal, Noruega, 18 octubre de 2012 “Buenos días. Bajo el liderazgo del Presidente Juan Manuel Santos, hacemos presencia en Oslo para dar comienzo a la Fase 2 del proceso de conversaciones entre el Gobierno y las Farc–EP.
La Delegación del Gobierno colombiano presenta un saludo de agradecimiento a los gobiernos de Noruega y de Cuba, por el importante papel que han jugado durante este proceso como garantes del mismo.
Noruega, que nos sirve de anfitrión en este día memorable, ha dado muestra de profesionalismo y ha generado la suficiente confianza entre las partes.
Cuba fue igualmente un anfitrión extraordinario durante el encuentro exploratorio, y lo será en las reuniones por venir. Gracias a su Gobierno, que ha sido eficiente y oportuno en el apoyo que se le ha solicitado.
Chile y Venezuela, como acompañantes, juegan papel importante, el cual reconoce expresamente nuestra Delegación.
Todo lo anterior sin perjuicio de que, como es sabido, se trata de conversaciones bilaterales, directas e ininterrumpidas.
De manera clara queremos reconocer que las Farc han cumplido rigurosamente sus compromisos. El Gobierno también lo ha hecho, pese a diversas complejidades logísticas superadas de manera eficiente con la ayuda de los países garantes.
Lo dijo el Presidente de la República y lo dije yo también al salir de Bogotá: esperamos que ello continúe así como elemento esencial para la buena marcha de las conversaciones.
Quiero referirme un poco, en primer lugar, a la estructura del proceso. Hemos dicho que este proceso difiere de otros que han tenido lugar en Colombia. Una de esas notas diferenciales es su misma estructura dividida en tres fases.
Una primera, el encuentro exploratorio, llevó a la firma del Acuerdo General, que establece las condiciones necesarias para la terminación del conflicto.
La segunda, la cual comienza hoy, para llegar a acuerdos sobre los puntos de la agenda contenidos en el Acuerdo General.
Y una tercera, que comienza con la firma del Acuerdo Final, con el que termina el conflicto armado. En ese momento comienza la implementación simultánea de todo lo convenido, con la correspondiente verificación.
Otra nota característica de este proceso es la confidencialidad. Consideramos que la confidencialidad es esencial.
¿Qué quiere decir confidencialidad? Se refiere concretamente al desarrollo de la Mesa. No pretendemos que las Farc no expresen sus ideas. Pero si se filtran contenidos de la mesa, se afecta en forma grave el proceso.
La oportunidad de las propuestas es también esencial. La opinión pública es un elemento que importa al Gobierno desde de su esquema político-democrático.
Hay apoyo al proceso, la opinión apoya el proceso, pero la situación es volátil. Sabemos que si al final de la Fase 2 hay un acuerdo, si hay signos evidentes de que las conversaciones marchan por buen camino, algunos sectores reticentes y opuestos a este proceso pueden cambiar de posición y moverse hacia una favorable.
Pero dentro del ritmo de la negociación, cada cosa debe suceder en su momento. Esto es importante también para las Farc. Esa es también una garantía para la aplicación del principio de que “nada está acordado si todo no está acordado”.
Pero conversaciones discretas, como deben ser éstas, no significa que vamos a trabajar de espaldas al país. Por el contrario: habrá participación, en función y de acuerdo con las necesidades de la Mesa, tal como fue convenido.
Hemos contemplado una serie de mecanismos para garantizar a los ciudadanos que puedan contribuir con propuestas. Y consideraremos mecanismos de refrendación final de los acuerdos, para que esta no sea una voluntad aislada de las partes.
El proceso se distingue por algo que hemos denominado como una especie de mantra: lo concebimos como un proceso serio, digno, realista y eficaz.
Es serio si se desarrolla en un ambiente de trabajo; si no es instrumento para continuar el conflicto; si no se usa, ni se actúa para permitir, aun sin proponérselo que otros lo usen, como herramienta de propaganda; si cada acto se enmarca en el propósito de terminar el conflicto; si no es escenario para una confrontación estéril.
Ambas partes saben cómo han sido de dañinas estas confrontaciones retóricas en el pasado. No es que tengamos que estar de acuerdo, pero el tratamiento de las diferencias debe estar revestido de seriedad.
Aquí entra en juego la dignidad y el respeto. En esta Mesa deseamos y ofrecemos un trato recíprocamente digno. Repito que seguramente no nos vamos a convencer el uno al otro de nuestras diversas ideas políticas. Sabemos que las Farc tienen una concepción del mundo y la política, y nuestro propósito no es venir a catequizar a nadie.
De lo que se trata es de convenir una agenda para la terminación del conflicto que permita a las Farc exponer sus ideas sin el acompañamiento de las armas, y con plenas garantías para su transformación en una fuerza política desarmada (…).
Creemos que hay condiciones nuevas que permiten lograr resultados. En primer lugar, el trabajo por fases, al que ya aludí. Quiero exaltar a los representantes de ambas partes por haber logrado el Acuerdo General. Esta es una gran noticia para Colombia y un buen augurio.
El liderazgo presidencial es un punto clave. El Presidente no sólo tiene apoyo, no sólo es escuchado por las ramas del poder, sino que conoce a fondo el conflicto. Los militares lo han visto actuar de cerca en su condición de Ministro de Defensa y confían en él.
Hay un punto en el que coincidimos con las Farc: la finalización del conflicto no es en sí misma la consecución inmediata de la paz. La Fase 3 es el escenario para las transformaciones necesarias que serán el verdadero motor de la paz.
El Gobierno ha puesto en marcha una agenda audaz para introducir cambios sociales profundos en nuestra sociedad. Tiene una agenda progresista. El Gobierno ha reconocido la inequidad y la desigualdad existente en Colombia, pero no se limita al diagnóstico. Hoy hay en marcha una transformación de la realidad social en Colombia. Y las Farc tienen la posibilidad de unirse a ella, sin dejar su condición de contraparte al sistema, para catalizar el proceso.
En esa agenda encontramos una riqueza de iniciativas, tales como: programas de Restitución de Tierras, Reparación de Víctimas, Desarrollo Rural con carácter territorial y muchas otras.
Pero para ello, el proceso de paz también debe incluir acuerdos eficaces, que sean realizables. Se trata de llegar a acuerdos sobre cinco puntos que se puedan cumplir y que buscan soluciones concretas para los temas críticos del conflicto: el desarrollo rural, las garantías para la oposición y la participación política, el fin del conflicto, el narcotráfico y las víctimas, sobre todo las víctimas.
Nada nos ganamos con la retórica. Tampoco nos debemos limitar solo a las leyes. Hay una especie de fetichismo legal bastante nocivo. Creemos que escribir leyes agota las soluciones. Y ello no es así, no es así. El Gobierno quiere trabajar en el plano de la realidad. No nos detengamos sólo en las formulaciones teóricas
La Fase 3 en la oportunidad para los cambios. No para que las Farc depongan sus ideas, no se trata de eso, sino para que sigan luchando por ellas en democracia. Así sean, como son, contrapuestas a las nuestras. Eso está bien y eso también es deseable. No queremos una falsa unanimidad. Pero sí vemos la oportunidad de crear mecanismos a base de nuevas instituciones, con la ciudadanía involucrada, no solo las Farc y nosotros, para marchar en una senda de cambio social.
El entorno internacional también es un hecho que favorece la eficacia de los acuerdos. La lucha armada ha decaído. La democracia, aun la que algunos llaman simple democracia formal, ha servido para que fuerzas de izquierda estén gobernando hoy en muchos sitios, incluso dentro de Colombia. Y han llegado al poder sin utilizar las armas. En esta visión actual de Latinoamérica hay caminos distintos, y muchas fuerzas de izquierda quieren deshacerse de la violencia para lograr éxito en la lucha por el poder. Esto es una realidad.
Por otro lado, quiero decir que hay una nueva Colombia. La Constitución cambió elementos profundos de la vida colombiana. La gente es más consciente de sus derechos. Hay mecanismos para protegerlos, aunque falte mucho por hacer. Los jueces tienen mucho más poder que en el pasado. El derecho de tutela hace que el último juez tenga más poder que todo el gobierno, en la rama ejecutiva. La gente no está pensando en la violencia. Los jóvenes quieren algo distinto. Hay que buscar caminos diferentes.
En el plano económico, aunque sabemos que la inequidad es acentuada, hay también cambios importantes, y no se trata aquí de fatigarlos con cifras. No es un ejercicio de propaganda. De lo que se trata es de mirar que hay mucho por hacer y que queremos invitar a las Farc a hacerlo, sin necesidad de rendirse ni plegarse a nuestras ideas.
Hay una oportunidad, pero las oportunidades se van (…). La opinión pública, que no es construida por el gobierno, ni manipulada, porque otro cambio desde la Constitución es que hay más ciudadanía pensante, apoya estas conversaciones, pero no está dispuesta a soportar dilaciones ni trucos. Habrá, seguramente, generosidad entre los colombianos, en unos temas más que en otros. La solución jurídica pasa por esa opinión, pero también por elementos de carácter internacional que antes no existían. El narcotráfico genera desconfianza. En fin, todo esto creemos que se puede superar, pero solo con un esfuerzo mutuo y encarando dificultades enormes de las cuales somos conscientes.
Venimos aquí bajo la ética del respeto a lo acordado. Como ya ocurrió en la fase exploratoria, lo que prometemos lo cumplimos. Preferimos decir no, a engañar. Y muchas veces acudimos y acudiremos a expresar nuestro pensamiento sin hipocresía, en vez de disfrazarlo bajo la condescendencia.
Por lo tanto, como ya dije, el deseo del Gobierno es recorrer los puntos de la agenda, los cuales deben ser la guía de nuestras conversaciones. Esa agenda es un buen instrumento para la terminación de la Fase 2. Ese día habrá terminado el conflicto armado, habrá dejación de las armas y comienza la fase de cumplimiento simultáneo de las obligaciones.
Como ya lo dije, ¿es esa la paz? No, no todavía. Somos conscientes de eso. La terminación del conflicto armado es la antesala de la paz. Para lograrla hay que ir a fondo en la transformación de la sociedad. Estamos dispuestos a buscar mecanismos de garantía que llenen estas aspiraciones.
Otra consideración esencial es la ampliación y garantía de la participación política. En 1991 se hizo un esfuerzo reformista de gran calado. Aunque quien les habla estuvo comprometido a fondo en esa tarea, quiero reconocer hoy que, en la medida de las conversaciones, el Gobierno está dispuesto a profundizar ese camino y a ampliar el horizonte, a examinar los aciertos, pero también aquellas prácticas e instituciones insuficientes.
Queremos asegurar, y escucharemos con toda atención las opiniones de las Farc en este punto. Pero igualmente somos conscientes de que la participación política también tiene otra perspectiva: la de garantizar la vida y la libertad de expresión de quienes decidan ingresar a la vida política. Este es un tema en el que Colombia ha progresado de manera significativa, pero aquí también queremos discutir este punto, que los sabemos es esencial para el logro de nuestros objetivos.
Con el deseo ferviente de acertar, saludamos a los países acompañantes, a los garantes, a la delegación de las Farc-EP, en la esperanza de que muy pronto tengamos noticias excelentes para todos los colombianos.
En efecto, este es un momento de esperanza. No es una esperanza ingenua. Sabemos que hay dificultades enormes. Tenemos una dosis de optimismo, pero es un optimismo moderado. Creemos que existen oportunidades reales para la paz, pero venimos dispuestos a hacer nuestro mejor esfuerzo. Muchas gracias”.
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