Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
Los cascos de las 11 mulas, cargadas de papa, suenan al chocar con las piedras de la carretera en un paraje del Parque de los Nevados, zona rural de Murillo (Tolima). Detrás va Fernando Calle, arriero hace 30 años, quien recorre viejos caminos en el silencio, acompañado por el viento y el canto de los ríos Azufral, Lagunilla y otros.
Hasta hace una década por allí también sonaban las suelas de las botas de guerrilleros, armados hasta los dientes, para aterrorizar y matar. Con ellos iban alias el Silencioso y alias Mauricio y otros, comandantes de las Farc y del Eln, que con balas y cilindros bombas rompían la tranquilidad de pueblos colgados de las nubes, como Murillo en el norte de Tolima, límite con Caldas.
La carretera por donde camina Fernando con su recua y por la que pasaron los subversivos está llena de huecos, lagunas y conserva las huellas de la avalancha asesina de noviembre de 1985, que borró a Armero, mucho más abajo en el Valle del Magdalena.
En la orilla Jorge Velosa, plácidamente, ordeña una vaca. Más abajo, en Ventanas, un hombre sale a la puerta. "Hace como 15 años pasaban los del Eln. Yo tenía una tienda, a uno como pobre no le hacían nada, compraban y se iban".
Fernando, el arriero, descarga bultos de papa en la bodega San Antonio, antes de embarcarlos para Manizales, Líbano e Ibagué. "¿Que cómo dice?", pregunta desde el fondo donde acomoda la papa. "Sí, por aquí pasaron los elenos, pero como uno seguía trabajando normal, pues no le hacían nada", comenta mientras mueve su bigote y el cigarrillo hace equilibrio en sus labios.
La lluvia es un visitante común en aquellos parajes a cuatro mil y más metros del nivel del mar. La neblina de paseo por las montañas abre por tiempos el espectáculo de los bosques de frailejones, pastos, lagunas, laderas, siempre con el Nevado de fondo. Todo como recién dibujado.
Múltiples curvas, incluidos abismos sin fondo, y por fin Murillo. Un pueblo, como salido de una serie de televisión de Los Alpes, construido en tabla parada y fachadas de todos los tonos de azul, zapote, amarillo, rojo, verde... Murillo: La tierra de colores.
Antes de este presente colorido, reflejo de tiempos de paz, hubo dos historias marcadas por los grises de la guerra. La violencia partidista (liberales y conservadores) y la más reciente con el paso de la guerrilla.
Por la acera izquierda las casas son en madera y por la derecha, en material, todas de un solo piso. Las paredes combinan verde oscuro y amarillo, zapote y verde, azul y rosado. En la mitad de una cuadra hay un centro de acopio de leche, y de memoria.
Allí trabaja Alfonso Savogal, quien dedica sus días a la empresa láctea, luego de estar 36 años como profesor. Entre canecas y recibos tiene un cuaderno, en el que anota y anota para construir su segundo libro de Murillo.
Ya tiene casi terminado el primer capítulo sobre generalidades de la población. En el tercero abordará el conflicto. Ya tiene identificados personajes y hechos, que bañaron en sangre estos campos desde mediados del siglo pasado.
En sus líneas ya empieza a perfilar a Jacinto Cruz Usma, conocido en la historia de la violencia partidista de Colombia como Sangre Negra, bandolero junto con Tarzán, Desquite, Balín, entre otros de la zona.
"Sangre negra nació aquí en Murillo en el corregimiento El Bosque. Era muy pobre, estudió hasta segundo. Un día un amigo le dijo que le robaran a una viejita $200 y el radio. Así lo hicieron, pero los denunciaron y los metieron presos. Cuando salieron mataron a la señora porque creyeron que ella era la de la denuncia. Sangre Negra empezó a reunir hombres y se creció su actividad criminal".
Eran los tiempos en que Murillo tenía más liberales que conservadores. Los abuelos les explicaban a los nietos que esta guerra comenzó en el 48, luego del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. "Peleaban por ser azul o por ser rojo, y también por la tierra, eran normales las masacres en el campo", les narraban.
El parque central de Murillo también es un arcoiris. Jairo Villanueva, quien es guardabosques, recuerda otro capítulo violento. Parado al frente de la sede de la Alcaldía y del Banco Agrario, volados por la guerrilla, resume su relato.
"… En el Líbano nacieron los Bolcheviques del Eln y aquí enviaban células. Por el otro lado entraban las Farc. Los enfrentamientos con Policía y Ejército eran constantes. Además de hostigamientos había que correr a buscar refugio".
Un informe de la Policía de Tolima alertaba en 1996 sobre la presencia masiva de subversivos. "…para nadie es un secreto que con el asentamiento de Los Bolcheviques alrededor del Líbano se determinaron ocupaciones liderando el fenómeno insurgente que comparte con los frentes IX y Tulio Varón de las Farc y el nuevo Ejército Revolucionario del Pueblo, EPR, lo que pone en peligro a Murillo, Casabianca, Falan, Mariquita, Frías, El Bosque, El Convenio, Santa Isabel, Fresno, Palocabildo...".
La toma nocturna del 2002 acabó con 30 casas, la estación policial, la Alcaldía y la plaza de mercado.
Jairo continúa: "Hubo extorsiones, robos, secuestros, homicidios. Los guerrilleros cobraban el 10 por ciento a los jornaleros de las fincas. Mataron gente, sobre todo en el campo".
Por las calles y el parque de Murillo paseaban civiles, nadie los había visto antes. Hoy algunos concluyen que eran informantes que vivían pendientes de la cotidianidad del pueblo. Lo sospechaban desde una toma cuando los guerrilleros llegaron directo a unas casas, tumbaron paredes y salieron a la Caja Agraria, directo a la caja fuerte.
Jairo, con tono de historiador, sigue: "La gente vivía atemorizada. Cualquier día caía una lluvia de disparos. Aquí éramos como siete mil habitantes. Poco a poco se fueron, los sacaron el miedo y la zozobra".
La guerra ha dado sus treguas y Murillo ha podido recuperar su color. Fernando Calle, el arriero, dice: "por aquí ya suben y bajan otra vez muchos turistas". Jairo Villanueva, el Guardabosques, hace cuentas del regreso. "Poco a poco vuelve la gente, ya somos como $5.800".
A Murillo lo reconstruyeron: nueva Alcaldía, nueva plaza de mercado, nuevas viviendas. En la plaza resaltan el azul con amarillo de la casa de los Roncancio, cerca de las de los Jiménez y de los Sierra, solo para nombrar algunas.
Atrás queda el negro episodio que durante 15 años, hasta el 2006, opacó la vida de los pobladores de la Tierra de los colores.
Martha Cecilia Sánchez, alcaldesa de Murillo: De manera implícita trabajos el posconflicto, tenemos un observatorio de paz. Tabajamos en varios ejes. Por ejemplo, en posicionar al municipio como un destino ecoturístico, aprovechando las cascadas, termales y cerros, adornados por el Nevado del Ruiz. Somos 100% agropecuario, esperamos que el Gobierno direccione sus programas hacia el campo. Sabemos que los planes turísticos deben ir acompañados de infraestructura vial, hotelera. Nos estamos posicionando en avistamientos de aves. Trabajamos con los jóvenes en este momento histórico del país, si ocupan de manera óptima el tiempo libre serán generadores del cambio. El proyecto vial Cambao-Murillo-Manizales sería un dinamizador social, quedaríamos a hora y 20 de Manizales y más cerca de Bogotá. Llegarían muchos turistas y nos debemos preparar con capacitación y organización comunitaria. La alcaldesa pasada Beatriz Valencia, y yo (conservadoras) trabajamos en borrar las huellas del conflicto para consolidar la paz.
Gobernación de Tolima
Juliana Jurado, directora de Derechos Humanos de la Secretaría de del Interior La mayoría del departamento sufrió con el conflicto armado. Con el programa Tolima arte, paz y reconciliación en nueve municipios, incluido Murillo, los jóvenes se empoderan de su territorio. Se impulsan actividades que les generan desarrollo para que no se desplacen. Incluye arte, grafitis, danza, videoclips, fotografía con el fin de alejarlos de la delincuencia y del consumo de alucinógenos. Es crearles oportunidades, muchos jóvenes se fueron reclutados o porque no les ofrecían opciones. Es mostrarles que la guerra no es el camino.
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