Santiago José Sánchez
Efe | LA PATRIA | Bogotá
Para entender los estragos del conflicto armado colombiano hay que entender a las víctimas, y eso es lo que se propuso el cronista Juan Miguel Álvarez cuando recorrió el país como reportero, unos viajes que plasma en "Verde tierra calcinada", finalista del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana.
"Tendrán que pasar muchos años más para que todas las víctimas del conflicto armado sean reparadas. Han sido tantas víctimas que en diez años no bastará, probablemente en veinte tampoco, probablemente Colombia necesite dos generaciones para resarcir su memoria", explica en una entrevista con Efe.
El libro, editado por Rey Naranjo, está formado por seis reportajes en zonas en las que la incidencia del conflicto fue significativa, como el pueblo del departamento del Quindío en el que nació el fundador de las FARC, Manuel Marulanda, y por cuatro "retornos a la burbuja", en el que expone los sentimientos que le generaron estos encuentros a su regreso a Bogotá.
"La sociedad colombiana es una sociedad escindida al menos en dos mitades: la mitad urbana y la mitad rural. Esas dos partes tienen dos imágenes, dos ideas distintas de la guerra", detalla Álvarez (Bogotá, 1977).
Relato
En el libro de crónicas sólo hay un testimonio de un excombatiente, de una guerrilla residual, el Ejército Revolucionario Guevarista (ERG), que fue reclutado siendo menor de edad. Lo incluyó para mostrar la complejidad del conflicto, en el que las fronteras entre víctimas y victimarios se difuminan.
"La gran certeza del conflicto armado es la siguiente: una víctima fácilmente se puede convertir en victimario, y un victimario fácilmente se puede convertir en una víctima. En un momentico, en un giro, en un detalle. En un día, en una hora", subraya.
Álvarez intentó encontrar en las víctimas y en sus familiares una respuesta clara sobre si es posible el perdón y la reconciliación, principalmente en entornos rurales en los que ambas partes conviven a diario.
Esto fue lo que sacó en claro: "Mientras que el perdón es un asunto moral e íntimo la reconciliación es un acto político, de convivencia".
Pero este periodista alerta de que, si bien los esfuerzos para restituir a las víctimas hasta ahora han sido notables, "la agudización del debate político" puede poner en duda el estatus de algunas víctimas.
Ambiente
Gran parte de las páginas del libro discurren sobre trochas embarradas y en lugares donde "una simple contrariedad de opiniones terminaba en balacera", como escribe en una de sus crónicas.
"Las víctimas del país rural se adaptan más fácil porque tienen una idea más clara y contundente de lo que es la guerra colombiana. No todo el país en general tiene una idea exacta de lo que fue la guerra", dice.
Y es por este motivo que los "retornos a la burbuja" cobran sentido dentro de la obra, basada en sus viajes como reportero de publicaciones Semana.
"Las circunstancias del conflicto armado colombiano son muy enrevesadas y hacen que los actores armados terminen actuando como nunca creyeron que iban a actuar: No siempre han jugado el rol que políticamente deberían jugar", responde el autor sobre el papel de la guerrilla y del Ejército.
Por eso, cree que "nadie en el conflicto armado colombiano puede asegurar tajantemente que la guerrilla solo fue bandida y que el Ejército solo fue bueno. Eso es imposible de asegurar".
*"Una simple contrariedad de opiniones terminaba en balacera"
*"Mientras que el perdón es un asunto moral e íntimo la reconciliación es un acto político, de convivencia".
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