Juan Pablo Gómez
Colprensa | LA PATRIA
“Bienvenidos a las gloriosas autodefensas”. Esta era el anuncio con el que, según los postulados a la ley de Justicia y Paz, recibían a los reclutas en las escuelas de instrucción paramilitar que el Bloque Metro tuvo en varios municipios antioqueños.
Tácticas de combate, doctrina, creencias, política y aprender a matar y desaparecer personas hacían parte del adiestramiento de esta estructura, según está consignado en una sentencia de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín, proferida este mes.
La organización de esta facción paramilitar estuvo a cargo de Carlos Mauricio García Fernández, quien tenía el remoquete de Doble Cero y era de los consentidos de los hermanos Castaño Gil. Bajo su mando estaban los frentes norte de Caldas, suroeste, noroccidente, oriente y nordeste.
García Fernández fue el encargado de diseñar el llamado Proyecto Medellín, que buscaba que los combos que delinquían en varias comunas de la capital antioqueña se unieran a la causa paramilitar o serían combatidos militarmente.
"Cabe señalar, entonces, que se trató de un aparato organizado de poder, donde se vislumbra una estructura jerarquizada, compuesta por un comandante general – Carlos Mauricio García Fernández, Rodrigo Doble Cero- y sus mandos medios, quienes a través de los subordinados ejecutaban las órdenes suministradas por este, dando a la par cumplimiento a las políticas establecidas para el funcionamiento de la empresa paramilitar”, dice un párrafo de la sentencia de 2.278 páginas.
2 mil 500 hombres
En la misma providencia se estima que fueron entre 2.000 y 2.500 hombres los que hicieron parte de ese bloque que tuvo injerencia en buena parte del departamento antioqueño, "causando con la multiplicidad de actos violentos, una vulneración masiva de derechos humanos y, con estos, una secuela irreparable en toda la comunidad nacional e internacional como se ha detallado".
En el apartado que habla del entrenamiento, la sentencia evoca que en poder de la Fiscalía reposa evidencia que describe que el Ejército surtió armas, municiones y uniformes. Al respecto, Diomedes (alias de Luis Adrián Palacio) relató que Doble Cero lo mandó al Chocó y allá vio cómo el Ejército entregaba fusiles, municiones y material de intendencia.
En el expediente también reposa que cuando este paramilitar estuvo en Medellín el Batallón Granadero, que tiene sede en el Pedro Nel Ospina, pudo colaborar más efectivamente con las Auc y con Rodrigo Doble Cero, y desde la Brigada 34 le hicieron el contacto con el general Montoya quien estaba al mando de la Cuarta Brigada y se pusieron a trabajar en compañía sacando munición, fusiles, camuflados, calculando que para esa época se sacaron entre 150 y 200 fusiles y unos 10.000 a 12.000 camuflados y mucha munición, elementos que eran vendidos a Daniel Mejía, Don Berna y al Bloque Metro".
El general al que hacen referencia no es otro que Mario Montoya, hoy sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz por cuenta de las investigaciones que se siguen por las ejecuciones extrajudiciales.
"Esta Corporación colige sin dubitación alguna que la problemática que atravesó la población fue de gran magnitud, además de tener que tolerar las violaciones del grupo armado ilegal, tuvo que soportar que fuese precisamente algunos miembros de las Fuerzas Armadas estatales quienes suministraran apoyo, debiendo ser estos los llamados a brindar de manera plena seguridad, tranquilidad y prevención a los civiles, situación que brilla por su ausencia", dice la sentencia.
Las escuelas
Para lograr que el bloque Metro se convirtiera en una máquina de guerra y aniquilación, su entrenamiento era riguroso y excesivo, a consideración de los mismos postulados. La agrupación armada ilegal tuvo para beneficio de las tropas tres centros de descanso, abastecimiento y de entrenamiento y tácticas militares.
Uno de ellos era conocido como Alcatraz, situado cerca del municipio de San Carlos. Otro era llamado La base de la pantera, en la vereda La Granja, jurisdicción de San Rafael y un último en la vereda Tesorito, al que no le tenían ningún nombre en particular.
La sentencia expone que en una propiedad del comandante Doble Cero se radicó un centro de instrucción que estaba ubicado entre La Holanda y El Jordán, del mismo municipio.
"Otros lugares no tan conocidos, pero que también fueron sedes de formación, se ubicaron en la vereda Caracol, municipio de Angelópolis, y en el sector de Ventanas y en El Tomate de San Pedro de Urabá, conociéndose como La Acuarela y La 35 (…) En todos los sitios también se enseñaron tácticas de patrullaje, registro, emboscada, combate, orden cerrado, manejo de armas y consolidaron los conocimientos políticos e inclusión social", indica la providencia.
El entrenamiento físico y militar, según la narración de los postulados, se extendía desde las 5:00 a.m. (en ocasiones era antes de esa hora) hasta las 11:00 a.m. Tras un receso pasaban a escuchar la parte política y lo que se denominaba la doctrina paramilitar. En la tarde había otra sesión de acondicionamiento físico y al regresar al campamento, sobre las 5:00 p.m., había un encuentro con los comandantes de frente que les hablaban del por qué hacían parte de esa estructura.
Quienes no comprendieran los postulados ideológicos eran castigados y enviados a una especie de fosa que servía de basurero en la que echaban las sobras de comidas. Allí permanecían por horas o, incluso, días hasta que se levantara la sanción. Sin embargo, esa represalia era manejable a comparación de otras.
Bomba es el alias del postulado Juan David Sierra Ocampo quien, de acuerdo con la sentencia de la Sala, fue reclutado en uno de los barrios de Medellín y estuvo dos meses en una escuela a la que denominaban la corazón, ubicada en Cristales, jurisdicción de San Roque, en la que se encontró con otros 120 jóvenes de la capital antioqueña.
Este lugar estaba bajo el mando de un comandante militar al que identifican como Hinestroza y otro al que llaman Mario pistola. De este último alias, cuyo nombre se desconoce, hay por lo menos 30 referencias en la providencia y en la mayoría advierten que era de los “que más metía terror” entre los futuros paramilitares.
“Formamos de 5:30 a 6:30 de la mañana con el comandante al frente mirando que los muchachos si lo estuvieran haciendo bien. Y a los muchachos que no cumplían con las reglas, simplemente los asesinaban en las filas”, dijo el postulado, quien añadió sobre las charlas políticas que “eran, principalmente, cómo entrarle a la población, cómo ganarnos el corazón de la población en ese tiempo”.
Al lugar donde estaba ‘Mario pistola’ además enviaban a jóvenes de otras escuelas que no superaban el adiestramiento. En la formación los hacía pasar al frente, los tildaba de incapaces y les preguntaba, en medio de un trato denigrante y humillante, “¿por qué no podían pasar algo tan fácil?”.
Infiltrados
Acto seguido los acusaba de ser infiltrados y que solo llegaban a los lugares de entrenamiento para hacer inteligencia, por lo que ya eran propiedad de ese grupo. Luego desenfundaba su pistola y los asesinaba frente a sus compañeros para mandar un mensaje de advertencia reiterándoles que “en la escuela nunca se debía decir que no se podía”.
‘Mario pistola’ también demostraba su proceder sanguinario en la comida que les daban a los combatientes. Una parte del entrenamiento consistía en dejarlos sin alimentos durante tres días para que se comieran lo que les ofrecieran. Bajo esa premisa ordenaba preparar sancocho de perro y las cabezas de estos animales eran usadas para mezclarlas con el jugo.
La Fiscalía logró documentar que lo que buscaba Mario pistola era que sus subordinados se volvieran más agresivos y explicaba su técnica señalando que “el rencor que sentían por comer canes lo desquitarían con otra persona (…) se formarían con resentimiento y tendrán un corazón duro”. Quien se negaba a probar estos bocados firmaba su sentencia de muerte.
Este episodio hacia parte de lo que el bloque Metro llamó el ‘Curso de fuerzas especiales’ que era integrado por los 20 mejores de todo el adiestramiento.
Por cuenta de este crudo entrenamiento, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal de Medellín concluyó que “lo pretendido por los instructores se logró, de ello habla los hechos victimizantes, hoy materia de juzgamiento; siendo los civiles las víctimas de aquella dureza con que fueron entrenados; pues el relato de quienes fueron afectados deja entrever la manera despiadada con que fueron torturados, desplazados y sus familiares asesinados y/o desaparecidos”.
Desmembrados
¿Dónde están los cuerpos de los militantes que eran asesinados? Esa es uno de los grandes enigmas, toda vez que sus cuerpos, en la mayoría de ocasiones, eran usados para hacer prácticas de desmembramiento, de acuerdo con la versión de los postulados.
La sentencia, por ejemplo, relata el caso de un joven al que le decían Diablo rojo quien al no finalizar la sesión de flexiones de pecho que le ordenaron le dispararon en la cabeza. Los instructores dieron la orden la orden de cavar un hueco y procedieron a ilustrar cómo se debía mutilar una persona, “porque así era más fácil desaparecerla”.
Néstor Abad Giraldo Arias, paramilitar conocido como el Indio, detalló en una de sus versiones que “el comandante agarró un cuchillo de la cocina donde se preparaban los alimentos, le abrieron (a Diablo Rojo) el estómago porque de esa manera el cuerpo no se sopla y no revienta y después lo mutilaron por sus extremidades y lo tiraron al hueco".
La versión que entregó sobre estos episodios señalaba que cercenar cuerpos era parte del entrenamiento y que la indicación, en el caso de los brazos, era hacerlo a la altura del hombro y las piernas a partir de la ingle. Además, que siempre les insistían que era obligatorio abrirles el estómago “para que no se reventara y botara la tierra hacia arriba”.
La Fiscalía logró documentar que lo que buscaba Mario pistola era que sus subordinados se volvieran más agresivos y explicaba su técnica señalando que “el rencor que sentían por comer canes lo desquitarían con otra persona (…) se formarían con resentimiento y tendrán un corazón duro".
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