GONZALO DOMÍNGUEZ LOEDA
EFE | LA PATRIA | EL DIAMANTE
Cuando alguien ingresa en las filas de las Farc rompe el contacto con su familia, que tiene que sobrellevar su ausencia, y por eso varias madres han llegado hasta la conferencia de esa guerrilla en busca de sus hijos con la angustia de saber si siguen vivos o no.
Judith es afortunada, salió hace casi una semana de su pequeño pueblo en el departamento del Meta y vivió una odisea por caminos de tránsito casi imposible para llegar a los Llanos del Yarí, la remota región en la que comenzó el sábado pasado la X Conferencia Nacional Guerrillera en que ratificarán el acuerdo de paz alcanzado con el Gobierno.
A su avanzada edad, que prefiere no desvelar, llegó hasta San Vicente del Caguán, la "capital" de las Farc entre 1998 y 2002 durante los diálogos con el Gobierno de entonces. Allí hizo una escala tras centenares de kilómetros y buscó una alternativa para llegar a los Llanos del Yarí.
"Vine a San Vicente y allí me pregunté, ¿cómo llego?", reconoce.
Los precios del transporte en un vehículo eran exorbitantes para una humilde mujer campesina que vio el cielo abierto cuando supo que grupos de periodistas se desplazaban en destartaladas chivas hasta el Yarí.
Ocho horas pasó en una carretera llena de baches, un tiempo eterno para ella y para los periodistas, mucho más jóvenes, que la acompañaban.
Lo encontró
Ese era solo el inicio. Se confiesa abrumada cuando tuvo que internarse en el campamento más grande que ha tenido las Farc en su historia, en el que casi mil guerrilleros duermen, festejan la paz y debaten, pero al fin lo encontró.
"Vine a buscarlo porque hace cuatro años que no lo veía y tenía que venir a verlo, a buscar", dice mientras se abraza con Willington, vestido de riguroso verde guerrillero.
"Han sido cuatro años de sufrimiento, es lo más amargo de la vida para uno, como madre sufre mucho", agrega emocionada la mujer que ya no puede despegarse de su hijo.
En ese tiempo le angustiaba especialmente cuando en la televisión escuchaba algún reporte del conflicto armado en el que informaban que habían fallecido guerrilleros.
Entonces pensaba que podía ser su Willington y recuerda que ya ha perdido a sus otros hijos en diferentes avatares de la vida.
"Yo sabía de esto, mas de un momento a otro dije, me vengo, fue intuición de madre", apostilla sobre la conferencia de miembros de las Farc.
Judith no sabía si su hijo estaba acampado en el Yarí, pero apostó todo a una intuición materna que se cumplió con creces.
La sorpresa fue mayúscula cuando junto a Willington se encontró con la nueva pareja de este, Verónica, una mujer a la que conoció en las Farc.
"Me vine solo y en la guerrilla encontré a mi novia", dice el hijo mientras se abraza con las dos mujeres de su vida.
Después de seis años en las Farc se encontró con la sorpresa de volver a ver a su madre antes de dejar las armas, lo que le ha devuelto parte de su ilusión. "Como hijo uno extraña a la madre todos los días y cada vez que se presenta la oportunidad de verla se siente muy contento", afirma.
"Expresar el sentimiento de uno con la madre no hay palabras, siento una gran alegría por saber que ella está viva, porque uno cree que puede haber muerto con el paso de los años", señala Willington invirtiendo el temor que sentía su mamá.
Mientras espera el asado que le prometen para cuando regrese a casa, Willington se abraza también con su novia, con quien aprovecha el momento de respiro que tienen en las noches, con conciertos en el campamento.
"Es muy linda, estoy orgullosa de conocerla. Es una suegra muy hermosa y sé que acepta lo de nosotros", dice Verónica mientras Judith la mira y juzga como toda madre que acaba de conocer a su nuera.
Ella se ve en el futuro con Willington formando una familia, aunque por las miradas cómplices se nota que hay cosas sobre su futuro en común que todavía no conoce Judith.
Los guerrilleros "tenemos sentimientos y soñamos con ser alguien en la vida, estar afuera significa mucho para nuestros padres y para nosotros también", subraya Verónica, que lleva siete años sin ver a su madre y siente algo de envidia de Judith.
La nueva suegra irrumpe con fuerza en la conversación: "La paz debería haber llegado hace muchos años".
Siente pesar y lamenta que haya muerto tanta gente, "soldados y guerrilleros, muchas madres han llorado a sus hijos como yo he llorado a los míos", dice, haciendo buena la frase de que la guerra no tiene rostro de mujer.
Destacado
Las Farc llegaron ayer al ecuador de su X Conferencia Nacional Guerrillera en la que se espera que al cabo de una semana de debates ratifiquen el acuerdo de paz alcanzado con el Gobierno y anuncien el fin de su lucha armada, con una aparente unanimidad entre sus delegados.
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