Esther Rebollo
EFE | LA PATRIA | Bogotá
El periodista francés Roméo Langlois, liberado el miércoles por las Farc tras 33 días cautivo, soportó horas de combates antes de huir del lugar donde se atrincheró con los militares a los que acompañaba y caer herido en manos de la guerrilla.
Aquellos sucesos ocurrieron cuando Langlois realizaba un reportaje junto al Ejército y la Policía sobre sus tareas de lucha contra el narcotráfico en el sur de Colombia, relató ayer el comunicador en una rueda de prensa antes de viajar a París con una carta de las Farc para el presidente François Hollande.
El periodista había convivido varios días con esos policías y militares antes de partir el 28 de abril hacia una zona rural del sureño y selvático departamento de Caquetá.
"El casco y el chaleco decido ponérmelos después de pensarlo mucho. Yo iba vestido de civil, pero sentí que algo podría ponerse feo (...), pensé en identificar el casco como prensa, con un pañuelo blanco. El Ejército no me forzó", aclaró Roméo sobre uno de los temas que más polémica han causado durante su cautiverio.
Según el reportero, el primer objetivo fue "una casa de un campesino, tenía una hectárea de coca, lo queman, lo grabo, entrevisto al campesino y vamos al segundo, que era supuestamente un laboratorio (de cocaína)".
Pero cuando bajan del helicóptero escuchan disparos. Ese fue el inicio de una larga jornada de combates que terminaron con la muerte de tres militares y un policía, y con el secuestro del francés.
Aún así, decidieron proseguir: "no sabían si eran tres o cuatro muchachos detrás de un matorral", indicó Langlois.
"Llegamos hasta una casa, una carretera, pasan carros, los requisan, buscan el supuesto laboratorio, se comunican con la base, dicen que ha habido disparos, que hay guerrilla", recordó.
Hostigamiento
Llevaban más de una hora en ese lugar cuando "empezaron a hostigar más fuerte", mientras tanto el reportero seguía grabando con su cámara, ya tumbado en el suelo.
Y tras aguantar una lluvia de plomo, "el capitán Gómez dice al sargento: 'lo ubicas y tan pronto baje el helicóptero lo sacas'", en alusión al periodista.
La decisión de llevarse a Langlois del infierno tuvo consecuencias ya que, "al descubierto y por una carretera destapada", se dirigieron hacia una pequeña colina, donde "se complicó muchísimo la cosa".
Al parecer, estaban en "una bolsa", es decir, rodeados, cuando el helicóptero y un avión comienzan a disparar desde el aire.
Esa situación se extendió por más de dos horas, explicó Langlois, quien a esas alturas ya había pensado en huir, sobre todo cuando escuchó que había "decenas, centenas" y estaban "por todas partes", en alusión a los guerrilleros que disparaban desde los 80 metros.
"Fue terrorífico, uno piensa en la muerte, en la mamá, en la familia. Ahí sentí mucho miedo", confesó.
"En ese momento viene una ráfaga, estaba arrastrándome, siento como un martillazo en el brazo, ¿estoy herido?, empiezo a mover los dedos y no se qué hacer, con el choque se había caído la cámara, veo la cámara y veo al sargento mortalmente herido".
Con estas palabras Langlois describe el momento en el que toma la decisión, especialmente cuando otro soldado le dice: "'coja el fusil de este man y defiéndase', y yo le digo no, qué pena, soy un civil, y me abro".
Se desprendió de la camisa, el chaleco y el casco, recuperó las memorias, dejó allí la cámara y corrió, semidesnudo, pero no hacia la guerrilla, como se contó durante su cautiverio.
"Yo nunca corrí hacia la guerrilla, si hago eso me da el plomo. Pero tenía claro que si me cogen igual me salvan", argumentó sobre la opción que eligió.
Se escondió detrás de un matorral y se dio cuenta de que el carné de prensa lo había dejado con la camisa. "¿Qué hago?", se preguntó, sin tiempo a respuesta porque ya le rodeaban varios guerrilleros.
"Yo les digo no soy militar, soy civil, soy periodista, no tengo armas, no disparen, no disparen. 'No tiene nada', dice uno, y de ahí me cogen", recordó Langlois, que también les pidió asistencia médica para su brazo herido.
La respuesta fue: "'tranquilo que nosotros a los prisioneros los respetamos'", frase que dejó boquiabierto al periodista porque ahí se dio cuenta de que era un secuestrado de las Farc.
Así comenzó un cautiverio de 33 días en los que Langlois se sintió utilizado por la guerrilla porque buscó llamar la atención internacional y además solicitó un debate sobre la libertad de prensa en Colombia que calificó de "descaro" y "provocación".
Cautiverio " light"
Un cautiverio que Langlois calificó de "light" cuando lo comparó con el vivido por otros secuestrados, que se han pasado años encadenados en la selva.
Pero al tiempo, una experiencia que no le ha quitado las ganas de seguir trabajando en Colombia, porque ayer viajó a Francia para encontrarse con su familia y descansar, pero volverá para seguir contando el conflicto armado.
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