DANIELA MIRANDA
COLPRENSA | LA PATRIA | MEDELLÍN
"Los dejamos de ver, saber y abrazar un 19 de noviembre de 1988. Un mes antes del cumpleaños 25 de Yeni; dos meses antes de que se casara. Yeni y Javier salieron juntos de casa y juntos fueron desaparecidos. Mi hermana y mi hermano, él de ojos verdes con todas las ganas de comerse el mundo grabados en ellos y la ilusión de ver crecer a su hija, quien para ese entonces tenía 2 meses. Treinta y tres años han pasado desde ese último vistazo”.
¿Qué pasó?, ¿dónde están?, ¿por qué desaparecieron?, estás y muchas preguntas más se unen al relato de Yolima Quintero Giraldo, miembro de una familia víctima de desaparición forzada en el país y que se suma al universo de cerca de 100 mil casos de este tipo, según reportes del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Medicina Legal y Fiscalía.
Durante 12 años fueron una familia de tres hermanos y una madre. Ahora son una hija, una madre y el recuerdo de cómo eran aquellos tiempos antes de la desaparición, junto a la búsqueda insistente que emprendió Yolima, por tres décadas, para conocer qué fue de sus hermanos en el centro de Medellín (Antioquia).
“Que los vimos en Barranquilla. Que supe de ellos en Bogotá. Que me pareció verlos por la calle de abajo. Que vaya donde tal brujo que él les dice dónde están. Son tantas cosas que le dicen a uno después de una desaparición y ninguna cierta, lo único real era el hecho de que los habían esfumado. He ido de arriba abajo, recorriendo calles a pie, en bus y en caballo, con fotos de ellos en mano intentando encontrar algo. Pero, no hay nada, si no estuviesen registrados y mi recuerdo de lo que compartí con mis hermanos en la infancia, es como si no hubiesen existido”, cuenta Yolima.
El registro
Entre 1958 y el 2016, según el informe sobre desaparecidos del CNMH, 19 mil 790 personas desaparecieron en Antioquia sin dejar rastro. Hoy en día hay más preguntas que respuestas sobre el porqué, dónde o qué fue de ellas.
Después de años de violencia en Antioquia, el CNMH identificó que los lugares de mayor número de víctimas son Medellín con 2 mil 977 casos, Turbo (1.621), Apartadó (906), Puerto Berrío (838), Tarazá (580) y Dabeiba (571).
“Cuando todo sucedió era una adolescente y ahí hubo una afectación familiar muy grande. Todos los roles dieron un vuelco en la dinámica, el impacto de la desaparición forzada crea un daño y un dolor permanente en el tiempo y más para una época en la que la desaparición forzada en Colombia no era conocida ni reconocida como un delito tipificado”, cuenta Yolima, quien, en medio de su búsqueda, también emprendió la misión de ayudar a otras tantas familias que, como la suya, atraviesan por la incertidumbre que deja la desaparición forzada.
Pese a que hay subregistro en las cifras, ya que en Colombia distintas entidades cuentan con documentación sobre desaparecidos, en Antioquia estos casos aumentaron drásticamente entre los años 1991 y el 2000 cuando se llegó a las 8 mil 900 víctimas. El 2002, año en que se registró mayor cantidad de personas desaparecidas, con 1.525.
“Aunque no tengo certeza, lo que he podido buscar y documentar por mis medios indica que la desaparición de mis hermanos fue a manos de paramilitares. No sé por qué, Yeni era estudiante de último semestre en sociología y Javier terminaba su bachillerato. Más de 30 años han pasado y esto no deja de ser duro, mi madre con 83 años dice que no se muere hasta que vuelva a ver a sus hijos”, narra Yolima, quien a su vez con voz entrecortada recuerda: “Más de una vez hemos sido amenazados por buscar a los nuestros, a los que nunca debieron de ser llevados. Mi hermana dejó un prometido que cada cumpleaños llevaba rosas en su tocador, ansiando su reencuentro. Mi hermano dejó una vida que necesitaba de él. Mis hermanos dejaron su familia en medio de un conflicto que no debió ser nuestra historia”.
La búsqueda
En medio del conflicto que intentó cesarse en diciembre del 2016 con el acuerdo de paz con las Farc firmado entre el Gobierno de ese entonces y las Farc, nació la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) con la misión de dar respuesta a esas tantas preguntas que navegan en el país a raíz de tantos años de violencia entre grupos armados como Farc, paramilitares, Eln y otros tantos y que ha llevado a que historias y vidas dejen de escribirse.
En la incertidumbre del no saber qué pasó también se une el no saber quién perpetró el acto de desaparición forzada. Según documentación del CNMH, de aquellos casos con conocimiento del perpetrador, 52% de los casos, la distribución es así: grupos paramilitares: 26 mil 475 (62,3%), guerrillas: 10 mil 360 (24,3%), grupos posdesmovilización: 2 mil 764 (6,5%), agentes de Estado: 2 mil 484 (5,8%), agentes de Estado-grupos paramilitares: 388 (0,9%).
Ante el panorama y la creación de la UBPD, encabezada por Luz Marina Monzón, se han establecido cuatro fases para el desarrollo de la búsqueda en donde lo que resalta es la consolidación de información que lleven a definir si la persona se encuentra con vida o no.
“Estar en el territorio no es solo tener un equipo cualquiera, sino que sean reconocidos por la comunidad en procesos locales. No es una tarea fácil, y menos ahora con la situación de conflicto tan complicada que se está dando, pero hay que hacerla por aquellos que no están. Todo mundo espera que la Unidad dé cifras, pero es que la búsqueda de una persona desaparecida no puede convertirse en cifras, sino en dar respuesta a una familia que vive con un hueco enorme al no saber qué pasó”, explica Monzón.
En la fase uno, denominada Recolección organización y análisis de información, la UBPD identificará y accederá a las fuentes que tienen información sobre lo sucedido con la persona desaparecida y su paradero.
“La búsqueda de una persona desaparecida empieza, y debe empezar, con la consolidación y acopio de información. ¿Qué tipo de información?: depende del caso y del avance que este tenga. Muchas veces las familias creen saber dónde está su familiar, pero eso no significa que haya un ejercicio de recolección de información, verificación y cruce que nos ayude a construir el camino para llegar al lugar donde se dice que se sabe dónde está la persona desaparecida”, detalla Monzón.
Posteriormente esta información es organizada, verificada y analizada, para que a partir de ella se puedan construir hipótesis para el hallazgo y se propongan acciones para llevarlo a cabo.
Tras pasar la fase uno, la segunda parada se refiere a la localización de la persona reportada. Allí la Unidad analiza si la persona se presume con vida o no dado que en cada caso el proceso toma un camino diferente. “Si la persona desaparecida se presume viva se procede a ubicarla, realizar el contacto y explorar las posibilidades de reencuentro con las personas que la buscan”, agrega la directora de la UBPD.
Si se presume sin vida, según Monzón, se hace una visita de reconocimiento al lugar en donde posiblemente se encuentra el cuerpo para identificar sus características y, con base a ellas, planificar las necesidades técnicas, humanas, (incluidas las comunitarias), económicas, temporales, jurídicas y de seguridad para realizar la prospección.
“Una vez verificado que es la localización del lugar, uno se aproxima con dos perspectivas. Una, de prospección y otra de recuperación. La prospección es poder identificar qué tipo de terreno es: de agua, de tierra, roca, de cuántas hectáreas. La recuperación es ya meterse en el terreno, sacar el cuerpo o la evidencia que hay allí y al recuperarlo, se tiene que someter al proceso de identificación”, puntualiza Monzón.
Durante la tercera fase se desarrollará la prospección y recuperación, en donde si la persona se presume sin vida se realiza la verificación y exploración sobre la superficie y dentro del subsuelo del terreno, con el fin de confirmar o descartar que en él se ha dispuesto uno o más cuerpos o cualquier otra evidencia física asociada a la ocurrencia de un evento de esta naturaleza. Si el resultado de la prospección confirma la presencia de cuerpos en el terreno se realiza la recuperación.
La última fase, y la más ansiada, es la del reencuentro o entrega digna. Al llegarse aquí, Monzón explica, que cuando la persona está viva, la UPBD facilita el reencuentro con la familia o con su pueblo, siempre y cuando haya voluntad. Pero, cuando la persona se encuentra sin vida se apoya la entrega digna del cuerpo de sus familiares respetando sus necesidades y prácticas culturales.
“Una cifra definitiva nunca habrá, pero la idea es que nos aproximemos lo mayormente posible de la cifra real. Tal vez no vamos a tener las cifras porque habrá personas que no podrán superar legítimamente el miedo, llegando a no reportar y esos datos se quedarán en la oscuridad”, concluye Monzón.
Equipos
Para la búsqueda, la UBPD desplegó equipos territoriales conformados entre cuatro personas en Antioquia, San José del Guaviare (Guaviare), Puerto Asís (Putumayo), Villavicencio (Meta), Cali (Valle del Cauca), Sincelejo (Sucre), Barranquilla (Atlántico), Cúcuta (Norte de Santander) y Barrancabermeja (Santander), con el objetivo a final de año de llegar a siete ciudades adicionales y completar 17 equipos territoriales.
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