Alejandra Bonilla Mora
Colprensa | Bogotá
Un camino a la reconciliación puede emerger de la atrocidad de la guerra, de la propia capacidad de destruir, para reconstruir la dignidad del ser humano, en este caso de los ciudadanos colombianos, que necesitamos reconciliarnos y perdonar.
Es el mensaje del sacerdote jesuita Francisco de Roux, quien ofreció ante magistrados y jueces del país una conferencia, denominada Cicatrices, en la que resaltó el poder reconciliador del mensaje que las víctimas dieron en La Habana (Cuba) durante las negociaciones de paz con las Farc.
Estas víctimas con sus testimonios emergieron para decirnos desde ese estiércol de indignidad, que los colombianos no somos solo eso. Somos capaces volver a creer en nosotros mismos, de reconstruirnos, de volver a esperar, de reconciliarnos, somos incluso capaces del perdón”.
“Este es el logro más importante de La Habana. Lo que Juan Manuel Santos y Timochenko firmaron el lunes, lo que será refrendado con el plebiscito. Construiremos la restauración de nosotros mismos y, a partir de allí, reconstruiremos la Patria”.
“La dignidad no se la debemos a nadie. Valen igual la dignidad del juez y la del raspachín, la de la niña guerrillera atrapada en la guerra, la del doctor con muchos cartones y la de una mujer analfabeta en Chocó. La de un obispo no aventaja a la de una prostituta”.
“La guerra ha hecho mucho daño y ha corrompido incluso a los mejores. Ahora es el momento, por eso es tan grande la firma de la paz”.
“Hoy estamos en condiciones de transformar este país combinando la agricultura campesina con la empresarial, pero siempre teniendo en cuenta que los moradores de esa casa verde, el campo, son quienes la aman, la protegen y la saben cuidar; todos los demás llegamos de forasteros, porque desconocemos los misterios de la madre tierra”.
“El campesino productor de coca no es criminal, sino alguien arrinconado contra la selva y dejado a su suerte en un mercado maldito”.
“Los soldados en medio del conflicto cometieron crímenes, pido ver en ellos, la dignidad de todos los colombianos. He hecho la locura de meterme como civil en medio de combates y sé que en la guerra llega un momento en el que no se mide la barbarie, en el que el dar la vida por la patria se vuelve un absurdo, en el que, si tu no matas, te matan”.
“Quiero, como ciudadano, un país reconciliado, que tengamos la grandeza para que la justicia transicional y restaurativa honre a quienes desde las instituciones cometieron errores en la guerra y para que ofrezcamos una mano reconciliadora a quienes merecen nuestra compresión”.
“Hago un llamado a respetar el resultado que salga, para no seguir ahondando en las diferencias que polarizan al país. Para proteger a las partes y propiciar un acuerdo nacional con leyes y normas, en las que todos sintamos que se protege la paz con dignidad.
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