Ricardo Patiño
LA PATRIA | MANIZALES
Conserva la tarjeta de invitación
El chinchinense Julio César Hurtado guarda como una reliquia la invitación con la que vio al papa Juan Pablo II hace 31 años en la fábrica Buencafé Liofilizado.
Su padre, José Julio, trabajó allí y contó con la suerte de asistir con su familia a la misa campal en el municipio cafetero, afectado por la tragedia de Armero (Tolima) producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
Julio César tenía 11 años cuando estuvo a unos 20 metros del papa. Estudió en el colegio San Francisco y aprovechó una convocatoria para cantarle al pontífice.
"Grabamos una canción en los estudios de RCN en el barrio Chipre de Manizales. El coro lo integramos unos 50 alumnos de colegios de Chinchiná".
Este creyente no olvida el 5 de julio de 1986, cuando el papa los visitó. Para él y su familia fue una experiencia inolvidable que aumentó su fe. "Era el papa amigo, por eso se caracterizó. A nadie le negaba un saludo", rememora.
Julio, de 42 años, desempolva las fotos de aquel momento histórico. Con su familia pensó en viajar a Medellín a ver a Francisco, pero desistieron por no tener boleta para la misa en el aeropuerto Olaya Herrera.
Al lado de él
Cuenta el párroco de la Inmaculada Concepción de Salamina, Roberto Ramírez, que no olvida su encuentro en Cali con el papa Juan Pablo II.
Él se alojó en el seminario, donde experimentó los preparativos y su llegada a la ciudad. “Lo vimos sembrar un árbol en un prado, frente a una fuente que pasaba por el Seminario San Pedro Apóstol. Nos dijo que así como iba a crecer y ser frondoso, así tenían que crecer las vocaciones sacerdotales en Cali y también el trabajo pastoral, para atraer muchas personas a la iglesia del Señor”, recordó Ramírez, en ese entonces seminarista.
Luego el papa convocó al grupo de seminaristas, les dio la mano y se tomaron una fotografía. “Fueron momentos bellos. Lo llena a uno de alegría y de una emoción que no puede descifrar. Es algo grande esta cercanía con el papa”.
En chiva desde Pensilvania
En la memoria del docente pensilvanense Bernardo Elías Alarcón permanece la imagen del papa Juan Pablo II, cuando lo vio en la base aérea de Palanquero en Puerto Salgar (Cundinamarca).
Él, profesor de la Normal de La Presentación en ese entonces, aprovechó una peregrinación para estar cerca de su santidad. Unas 60 personas salieron en chiva a las 3:00 a.m. hacia Puerto Salgar, donde hizo escala para luego viajar en helicóptero a Armero.
"En cartulinas y tela se escribieron los mensajes de las comunidades religiosas, pues en esa época no se contaba con la impresión de ahora. Fue la manera de hacernos visible en medio de la multitud".
La comitiva llegó a las 7:30 a.m., pero el papa aterrizó sobre las 9:00 a.m en un extremo de la pista. Dos horas más duró la espera bajo un intenso calor que deshidrató a varios feligreses. "Pensamos que no lo íbamos a ver por la espera tan larga. Vimos caminar por la pista al maestro Rodrigo Arenas y al expresidente Belisario Betancur hasta que se acercó el papa, quien nos bendijo, habló breve y partió".
Cerca de Franciso
La médica pediátrica manizaleña Diana López le sigue los pasos al papa Francisco, que llegará al país el próximo miércoles.
Hace dos años viajó a Roma (Italia), donde aprovechó para estrecharle la mano al papa Francisco. "Me hice en un punto estratégico y logré saludarlo. Fue un momento único".
Diana también estuvo en el 2013 en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro (Brasil). Allí, ante unos 4 millones de jóvenes, vio pasar al que considera el papa de la caridad y la misericordia.
"Son experiencias maravillosas. Amo a Francisco por su carisma con los jóvenes. Recuerdo mucho la vigilia en las playas de Copacabana. Llegamos a las 5:00 p.m., dormimos en la playa y al día siguiente fue la misa a las 9:00 a.m."
La médica tampoco abandonó a Francisco el año pasado. Visitó el museo de la cera en Nueva York, donde no solo se tomó fotos con él, sino con Juan Pablo II.
Su historia de amor no para ahí con el argentino. Cuenta los días para dormir en el aeropuerto Olaya Herrera, de Medellín, y verlo el próximo sábado como voluntaria en la misa campal ante un millón de personas.
Se coló para verlo
La chispa no se le apaga a doña Tomasa Pacheco de Ramírez. A sus 86 años conserva su buen sentido del humor para contar sus experiencias. Se considera una amante de la adoración a Dios.
Esta habitante del barrio Fátima se encuentra en Boston (Estados Unidos), pero la lejanía no fue excusa para atender a LA PATRIA y recordar el día que se coló para ver en Chinchiná al papa Juan Pablo II.
"Salí a las 5:00 p.m. de la casa con la intención de amanecer en una iglesia o en un andén, pero me encontré con una amiga del barrio que me dio posada. Me desperté a las 4:00 a.m. y la señora me dijo que no iba a ir a la misa, entonces me preocupé. Sin pensarlo salí de la casa y corría para donde se dirigía la gente".
Doña Tomasa evadió tres controles de la Policía y, como pudo, logró llegar a la fábrica de Buencafé Liofilizado, donde fue la misa. "Siento una emoción inmensa cuando recuerdo ese momento. Son hechos que no se borran de la mente", dice la señora, que ve a Juan Pablo II como un santo. "Una hermana supuestamente tenía cáncer a los 68 años. Se la encomendé y hoy tiene 92 años. Nunca me ha desamparado".
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