Sebastián Duque Sánchez
Efe | LA PATRIA | Bogotá
Bogotá afronta un nuevo reto desde hace ocho días cuando centenares de indigentes fueron expulsados del territorio sin ley del Bronx y ahora deambulan por las calles mientras sufren el síndrome de abstinencia.
"Si esto sigue así, créame, se daña más la ciudad, porque ¿dónde van a meter a toda esta gente que es drogadicta? Nosotros somos enfermos, 'drogos'. El drogadicto no deja de serlo nunca", dijo a Efe Michael Mosquera, un indigente que habitaba el Bronx y cuya dentadura amarilla delata el excesivo consumo de drogas.
Hace ocho días, cerca de 2.500 soldados y policías retomaron el control de las dos calles en forma de "L" que constituían el Bronx, en pleno centro de la ciudad, a pocas cuadras de la Presidencia de Colombia y de la sede de la Policía Metropolitana.
Los más afectados
En apenas 500 metros cuadrados se impuso durante 16 años el horror entre los indigentes, sometidos a una ley paralela en la que abundaban secuestros, descuartizamientos y toda clase de violencia.
Quizá la historia más truculenta es la de los menores que iban los fines de semana en busca de fiestas y aventuras en los bares del Bronx, donde muchos quedaban atrapados por las adicciones y la falta de dinero.
Niños de ambos sexos se veían entonces esclavizados por redes de prostitución que les sometían a abusos continuos por los que recibían una pequeña gratificación que reinvertían en más droga y más fiesta.
Entraban entonces en un círculo vicioso del que muchos no conseguían salir y que otros solo abandonaban por el empecinamiento de familiares que se arriesgaban en esas tenebrosas calles para rescatarlos.
Tras la operación policial alrededor de un centenar de menores fueron rescatados y devueltos a sus familias.
Es verdad
"Esa mierda (los descuartizamientos) es verdad. Esas preguntas no me las haga a mí (...) Que mañana el descuartizado soy yo", dijo John Fredy Rodríguez, otro desalojado que tras vivir 25 de sus 34 años en la calle.
Si alguien robaba o se peleaba en el lugar donde el consumo de alcohol y drogas es moneda frecuente, se enfrentaba a su "autoridad".
Sin ningún temor, los delincuentes se llevaban a los infractores a casas de la zona y es cuando comienza la descripción del horror: palizas, torturas y, para terminar, eran descuartizados o entregados vivos a perros feroces que los devoraban.
Así lo detallan las autoridades que recabaron horas de grabaciones en las que se ve la actuación de los delincuentes y en las que también se reflejan rituales satánicos y de magia negra.
En uno de esos vídeos difundidos en los últimos días se ve como se llevan a la fuerza a un joven que, al parecer, robó un poco de pan. Las autoridades reconocen que no han vuelto a tener noticias de él y no han encontrado tampoco sus restos.
Sayayines o justicieros
Los encargados de impartir el castigo del que habla Julio Caicedo, otro habitante de la calle, eran los "sayayines", sicarios de las bandas criminales que dominaban el sector y ejercían de parapolicías con la mayor crueldad imaginable.
La rutina de quienes frecuentaban el lugar era bastante "sencilla", pues pasaban la mayoría del tiempo "fumando bazuco" (mezcla de cocaína y químicos)" dentro del Bronx, donde el consumo no era penalizado, y "robando" afuera para conseguir dinero y más droga, según contó un grupo de indigentes.
La prostitución, incluida la infantil, era otra actividad común en ese gueto, en el que las mujeres, superadas en número por los hombres, ofrecían sexo a cambio de algo de droga o un poco de dinero.
"Nos 'engomábamos' (obsesionábamos) con las mujeres. Lo daban (el sexo) por un pipazo (una calada), aunque no todas. Había mujeres que no se subestimaban y eran de $10.000, $25.000, $30.000 para arriba", aseguró Jonathan Fandiño, también indigente joven y de aspecto saludable.
A pesar de todas las historias espeluznantes que sucedían en el Bronx, los indigentes recuerdan con nostalgia la vida que llevaban ahí, pues tenían comida y licor barato, juegos electrónicos de azar, música, y consumían droga sin temor a ser arrestados.
Salida
Ahora que no existe el Bronx, muchas personas que vivían allí deambulan por las calles de la ciudad y otras buscan ayuda en centros de atención cercanos dispuestos por la Alcaldía para habitantes de calle.
El director de un centro de apoyo, Giovanni Cock, indicó que por lo general tienen entre 65 y 70 internos, pero que ahora por la emergencia, están atendiendo a casi 280.
"Aquí nadie está obligado a quedarse. El que se quiera ir puede hacerlo", explicó Cock, cuya unidad proporciona, por ahora, techo, alimento y recreación para los indigentes.
Colectivos religiosos, en su mayoría católicos, también ofrecen apoyo a los indigentes que quieran iniciar un proceso de recuperación.
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