El Pregonero | MANIZALES
En la Plaza de toros La Santamaría hubo lleno total el 18 de agosto de 1987. Era la despedida para el más grande torero que había dado Colombia, Pepe Cáceres, que había sufrido una cornada en la Plaza La Pradera, de Sogamoso, el 20 de julio de ese año, muerto casi un mes después.
Tres de sus más entrañables amigos se reunieron esa tarde en la casa de César Jaramillo Jaramillo, en Manizales. Fue una jornada de tertulia en la que César y Alberto Jaramillo y Luis Bernardo Gómez Upegui tuvieron tiempo para celebrar la vida brillante y gloriosa que había llevado el matador. 25 años después, este último evoca los momentos brillantes del torero de Honda (Tolima) y la casta noble y solidaria que lo caracterizó. A continuación, su relato.
Cercanos
"El maestro Pepe Cáceres llegó a Manizales cuando tenía 12 años, de la mano de Melanio Murillo, famoso picador colombiano y descubridor de toreros. De su alojamiento se encargó el padre Francisco Giraldo González, gran benefactor de los pobres.
Aunque fue de pocas letras, fortaleció su espíritu gracias a las enseñanzas del padre y a los libros de humanidades que le prestaba; por eso tuvo grandes contertulios como el también hombre de libros Álvaro Gómez Hurtado y don Hernando Santos, conservador y liberal, respectivamente.
Le tocó trabajar en diferentes oficios y lugares como la Galería, donde tuvo grandes amigos. Carniceros reconocidos como Alfredo Duque, Arturo Silva y Pablo Emilio López le permitían capotear las reses que iban para el sacrificio, en los corrales del viejo matadero de La Avanzada. Poco a poco forjaba su maestría.
Luego recibió las enseñanzas de Félix Rodríguez, matador de Zamora (España), y comenzó a torear en la plaza de El Soldado. Su nombre artístico era Joselito Eslava.
Era todo un señor, de un corazón noble que le permitía ayudar a los demás. Desde los 60 comenzó con festivales y apoyaba obras de beneficencia. Por ejemplo, en 1960 toreó gratis para apoyar las obras de refuerzo que necesitaba la Catedral.
También colaboró con una causa muy especial: la tragedia del barrio El Triunfo, de Manizales, en la que hubo muchos damnificados y víctimas. Se organizó una corrida con toros de doña Clara Sierra y el maestro toreó solo y regaló su actuación. Se desvivía por el prójimo y si conocía de alguna dificultad hacía lo que fuera por ayudar.
En esa corrida un espontáneo de Pensilvania, Olimpo Aristizábal, se tiró al ruedo y Cáceres le permitió torear. La gente ovacionó tanto al muchacho, que Pepe le permitió matar al toro de una estocada. El matador salió con el padre Giraldo González en una ovación tremenda. Con el beneficio de esa tarde se construyeron unas casas en el barrio Fátima.
También colaboró con el albergue del Hospital Infantil, que dirigían las Damas Grises. Se encargaba de invitar a otros toreros y a sus cuadrillas, también nos obsequiaba algunos toros. Fue cuando nos hicimos más amigos.
Cuando le concedieron la Orden al Mérito de la Sociedad de Mejoras buscó en la Galería al mudo Sebastián, quien le ayudaba en los corrales a sacar los novillos del matadero. Se le acercó, lo abrazó y le dejó algo debajo de la ruanita que llevaba Sebastián. Por respeto nunca le preguntamos qué era".
Memorable
Su debut en Manizales fue el 23 de agosto de 1953, día que también debutó la Ganadería de Dosgutiérrez. Cortó orejas y fue el comienzo de una campaña que lo llevó por las plazas colombianas. Tiempo después viajó a España.
Alguien dice que Andrés Luque, Gago, fue el que le dio el nombre de Pepe Cáceres, aunque otros dicen que fue Félix Rodríguez.
El 26 de enero de 1957 sufrió la primera cornada en la Plaza de Manizales. El 9 de enero de 1987 recibió la cuarta cornada en la ciudad. Esa tarde, en el primer toro sufrió un puntazo. Continuó toreando y vi que sangraba. No permitió que lo examinaran, sino que volteó y dijo: "es la 19", refiriéndose al número de cornadas que llevaba hasta ese momento en su vida. Ya en el cuarto, aún en la enfermería, dijo que continuaría. Hizo una faena extraordinaria, le concedieron las dos orejas y, dando la vuelta al ruedo, lloró.
Esa misma mañana, cuando iba para la Plaza, se me acercó y me dijo: "pronto me quiero retirar y para eso he pensado hacer unas corridas en Bogotá y Medellín, y cerrar en Manizales".
Había dejado escrito que si le pasaba alguo, cremaran su cuerpo y las cenizas se las entregaran a su gran amigo, José Joaquín Quintero. Así se hizo hasta que en 1997 sus hijos pidieron traerlo a Manizales, ciudad que siempre estuvo en su corazón. En el desfile de la Virgen Esperanza de La Macarena, desde la Plaza de toros hasta la Catedral, iba el cofre con las cenizas. Una anciana humilde se acercó y le habló lindo a Pepe, dándole las gracias por un favor que en su vida le había hecho".
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