B. Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
Como una sábana raída por el tiempo, que deja ver el colchón, así se ve el glaciar del Nevado del Ruiz desde las ruinas de lo que era El Refugio. Esa capa blanca, que en días despejados los manizaleños inmortalizan en fotos y videos, tiene sus décadas contadas. No es cuento.
El glaciólogo del Ideam Jorge Luis Ceballos, quien desde hace unos 20 años sigue de cerca el comportamiento de las nieves perpetuas en Colombia, no tiene dudas frente a este escenario. Según él, el del Parque Nacional Natural Los Nevados es bastante dinámico y refiere que el que más ha cambiado es el Santa Isabel, “¡Qué cosa tan bárbara! es que es muy bajito y pequeño”, añade.
La cima del Santa, como él le dice, se eleva a 4 mil 965 metros sobre el nivel del mar, y marca la frontera entre los departamentos de Caldas, Risaralda y Tolima.
Ceballos, que tiene la piel curtida de trasegar cada mes por estas cimas volcánicas, asegura que por las características del glaciar, el Santa es muy sensible al cambio climático y por ello tiende a desaparecer más rápido. Su preocupación va más allá, detectó que entre el 2015 y el 2017 se aceleró este derretimiento, por lo que advierte que si persisten ciertas condiciones se avecina su extinción en menos de 10 años.
A 4 mil 750 metros sobre el nivel del mar la escarcha se forma gracias a las bajas temperaturas. Su fragilidad es evidente.
Cita que lo peor para un glaciar, entre ellos el del Santa Isabel, es el fenómeno de El Niño, porque no hay nubosidad, la radiación es mayor y no cae nieve, lo que acelera el deshielo.
Añade que en el Santa hallaron un depósito de ceniza volcánica sobre el glaciar, de antiguas erupciones del Ruiz, y aparte de quedar sucio, absorbe energía y se calienta.
Explica que esto agrava el problema a tal punto que de acuerdo con sus cálculos, entre el 2017 y comienzos de este año se ha perdido el 37% de glaciar, respecto al 2016, mientras que el Nevado del Ruiz solo perdió el 7%.
“Lo normal es que nuestros nevados colombianos pierdan entre 3% y 5% por año, pero el Santa Isabel se aceleró, no solo por la ceniza, sino por el fenómeno de El Niño en el 2015 y el 2016, y por ser tan bajito, podríamos decir que es más caliente”.
Esto es una extinción declarada, pues asegura que quedan ocho pedacitos. “Cuando los turistas lo visitan lo que ven es la cara bonita, pero por el lado oriental prácticamente no hay nada”. Cuenta que había un glaciar del tamaño de una cancha de fútbol, y al regresar, después del fenómeno de El Niño, ya no estaba.
Es una prueba más de que se está agotando, aunque por cosas del mismo cambio climático, en marzo pasado, cayeron allí entre 40 y 50 centímetros de nieve, lo que no se había observado en cinco o seis años.
El glaciólogo Jorge Luis Ceballos, en compañía de Efraín Rodríguez, jefe del Parque Nacional Natural Los Nevados, Efraín Rodríguez, y Cristina Aristizábal, profesional de participación social del PNNN, atentos a los cambios del glaciar.
Fotos | Freddy Arango Patiño | LA PATRIA
En esta imagen tomada desde Arenales se observa en la parte alta el borde del glaciar Volcán Nevado del Ruiz, más abajo están las dunas, que se forman por los vientos que vienen del Magdalena y el Cauca, y luego está la vegetación -cacho de venado o coral de páramo, que ya forma parte del superpáramo.
Volviendo al Ruiz, Ceballos señala que gran parte de su masa de hielo está sobre los 5 mil 300 msnm, lo que le facilita conservarse un poco más. “Ruiz tendremos para rato, serán unas décadas, en cambio su hermano al sur, el Santa Isabel, sí es cuestión de unos pocos años”.
Del Tolima, que lo describe como el hermano de la mitad, asegura que es tan pequeñito –poco más de medio kilómetro cuadrado-, pero alto, 5 mil 200 msnn, por eso se conservará un poco mejor que los más bajitos.
Aunque suena alentador lo que asegura sobre El Ruiz, el glaciólogo enfatiza que también tiene amenazas. Es un volcán activo, es decir, tiene influencia endógena que acelera su deshielo, prueba de ello son las imágenes con blancos y negros que se alcanzan a apreciar.
Zonas que al quedar desérticas y desprovistas de nieve, serán colonizadas con el paso del tiempo por una vegetación que acunará el agua en áreas más altas.
Ceballos fija su mirada sobre el León Dormido y explica: “Pasan dos cosas, cuando aquí cae ceniza ocurre lo mismo que en el Santa Isabel. Si es poca, absorbe energía, se calienta y hay pequeñas avalanchas que terminan en los ríos, pero si la ceniza es mayor a 15 centímetros, sucede lo contrario, lo protege, porque lo aísla térmicamente como si fuera una cobija”.
Cuenta que una vez hizo un ensayo en el Santa. En dos metros cuadros colocó una capa de aserrín y el hielo que estaba debajo se conservó, mientras que el resto se fue fundiendo y quedó como una columnita, esto prueba que lo protege.
Jony Albeiro Arias, funcionario de Corpocaldas, sostiene que en el PNNN desaparecieron el Cisne y el Santa Rosa porque son muy bajos y que hoy constituyen un paramillo.
“Eventualmente les cae nieve”, dice, pero no forman glaciar, porque necesitarían muchos años y una temperatura estable para consolidarse.
Blancos y negros en la cima del Ruiz, efectos del cambio climático. Es como una escarcha, que en verano desaparece y deja ver la roca y la arena.
Sobre los efectos de este deshielo para la región, Ceballos asegura que el glaciar ya llegó a su clímax en producción de agua, y ahora es como una llave abierta, que empezó a declinar.
“A la salida, donde se funde el glaciar, se forma un río y es donde medimos el agua líquida. El hombre (el Santa) no la produce como lo hacía antes, cuando se derretía”.
Según Ceballos, detener la deglaciación es imposible, es una alarma que se encendió: “No puedo hacer nada, me derrito, está diciendo”.
Esta expresión es la misma que se evidencia en otros picos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia que cuentan con el 99% de los glaciares tropicales del mundo y el 1% restante, que está ubicado en África oriental. En los últimos 50 años, las capas de hielo han retrocedido, en promedio, 40%, aunque a diferente ritmo en cada país.
En Colombia, en ese mismo lapso, han disminuido en 63% su cobertura de hielo. Y ahora es peor: hace seis años el país tenía 45 km² de capa glaciar y hoy quedan 37 km², un área igual a 4 mil 484 canchas de fútbol.
Como concluye el glaciólogo Jorge Luis Ceballos, al tomar la ruta para el Santa Isabel donde tiene su base de análisis, la tendencia es que Colombia pierda entre el 3% y 5% del área por año.
Se podría intuir entonces que en las próximas tres décadas los nevados serán solo un recuerdo, que muchos contarán a través de fotografías. Que se darán cuenta, impotentes de que como una sábana raída se deshace entre los dedos y deja el colchón al descubierto.
Para el jefe del Parque Nacional Natural Los Nevados, Efraín Rodríguez, esta situación afecta las zonas más bajas: el páramo y el bosque altoandino y lo que es peor, a las comunidades que se benefician del agua de estas montañas.
Explica que el cambio altitudinal es tan rápido, que lo que sucede arriba (en el glaciar) se siente de inmediato abajo (en el páramo) y que si las comunidades no aprenden cómo funcionan estos ecosistemas, entonces están en riesgo de desaparecer.
Rodríguez añade que el páramo está diciendo: “Ayúdenme a ser de nuevo el páramo que siempre he sido y yo les puedo ayudar a mantener el agua”, paso seguido cita experiencias positivas que hacen Chec, Aguas de Manizales, Corpocaldas y municipios como Chinchiná que buscan proteger estas zonas, porque saben que el PNNN les provee, así sea indirectamente, el agua que necesitan. (Ver recuadro Experiencias).
Lina Maritza Sepúlveda, guardaparques voluntaria, coincide con Rodríguez: “Si no se protegen los páramos, nos quedamos sin agua, por eso en el Parque hacemos labores de restauración para que vuelva a crecer el frailejón, el siete cueros, todas las especies del súperpáramo que le hacen tanto bien a la zona, sobre todo para el ciclo del agua”.
El cráter de la Olleta, una extensión del complejo volcánico del Nevado del Ruiz. Hace 100 años tuvo glaciar, hoy es un escenario activo, pero sin nieve.
Según el funcionario de Corpocaldas, Jony Arias, hay que reconocer el papel que juegan las nieves perpetuas en la regulación hídrica, sobre todo, porque son zonas donde el agua está controlada y se libera de manera gradual, como si fuera un grifo.
El funcionario explica que aunque no sea evidente que estos nevados provean agua directamente, en el caso del Ruiz no se puede desconocer que de alguna manera alimenta los ríos de esta zona.
Es probable que esto se dé a través de las aguas que se infiltran y que luego salen a las quebradas. Es el caso del agua de Romerales que pasa cerca a la zona de glaciares, que no se alimenta directamente, pero es indiscutible que el acuífero se alimenta del Nevado”.
Explica que cuando el hielo se derrite queda la roca y empiezan las primeras especies a colonizar. Líquenes, caso El Cisne, que hasta mediados de los 60 era un glaciar, y ahora hay vegetación de superpáramo. Lo mismo, dice, puede pasar con el Santa Isabel en las próximas décadas, porque las especies van subiendo.
“Yo creo que hay suficientes normas para trabajar. Hay que generar alternativas, pensar en espacios de transición y cómo generamos procesos de desarrollo, de manera sostenible”.
Lo que toca ahora, según él, es proteger el páramo y el bosque altoandino. El primero, porque regula la humedad y el otro porque produce mucha agua; si embargo, en temporada seca el páramo resiste más que el bosque altoandino.
1. La alcaldía de Chinchiná adquirió en mayo pasado el predio Potosí dos sur, ubicado en la vereda Campoalegre de Villamaría, con un área aproximada de 381,5 hectáreas y por un valor de 305 millones 200 mil pesos.
El mandatario Sergio López explica que de esa zona se alimentan los dos acueductos del municipio.
“Compré un páramo donde nace el agua para Chinchiná. Esta zona fue declarada el año pasado por Corpocaldas como Humedal de protección”. Añade que en este momento hacen el cerramiento y que continuará con la restauración de frailejones y colchones de agua.
“El río Campoalegre alimenta la planta de agua de Chinchiná y al tiempo la de Palestina, y también a parte de Santa Rosa”.
2. Para John Jairo Granada, gerente de Chec, su propósito es la sostenibilidad con todo el territorio, por eso dedican recursos para la conservación de cuencas y ecosistemas y a la vez son propietarios de 6 mil 700 hectáreas, de ellas 3 mil 800 son áreas protegidas. El último predio que adquirió es Potosí norte, que linda con el PNNN, con una área de 300 hectáreas.
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En Colombia todavía existen seis: el Volcán Nevado del Huila, el Volcán Nevado del Tolima, el Volcán Nevado de Santa Isabel, el Volcán Nevado del Ruíz, la Sierra Nevada de El Cocuy y la Sierra Nevada de Santa Marta.
“Cada glaciar tiene su personalidad. El Cocuy está súper, porque tiene unas cumbres en las que cae mucha nieve. El año pasado hubo dos metros de nieve”, sostiene el glaciólogo Jorge Luis Ceballos.
A 4 mil 160 metros sobre el nivel del mar, en el Parque Natural Los Nevados, la flora actúa como una gran esponja.
En el humedal Aguacerales el agua nace. Mientras en invierno la retiene hasta 100 veces su peso, en verano se filtra entre musgos para caer gota a gota hasta formar un arroyo.
Los humedales se consideran los riñones del planeta, dada su capacidad para filtrar los contaminantes y evitar que lleguen a las fuentes de agua abastecedoras.
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