Lina Moreno
Para montarse a un microbús, meter primera y comenzar un recorrido desde el Liborio hasta La Enea, responsabilizándose de la seguridad de unos 25 pasajeros en el trayecto, hay que tener los pantalones bien puestos.
Conducir por las pendientes de Manizales no es cosa fácil, y menos si se habla de un servicio público, por eso muchos consideran que ese, definitivamente, es un oficio para hombres.
Nidia Pérez, sin embargo, les lleva la contraria a los y las machistas. Esta mujer, de 44 años, es la única que actualmente se le mide a esta tarea de manejar colectivo en la ciudad.
"Es un oficio un poco rudo, pero para nosotros es muy importante el tema de tener mujeres, porque ellas son más cuidadosas", explica Ricardo Ramos, gerente administrativo de Serviturismo, empresa para la cual labora esta bogotana. Ramos señala que a las damas se les ve en transporte escolar y taxis, pero que pocas atienden el llamado para el colectivo.
Atenta
A primera vista, Nidia puede parecer muy seria, es más, algo malacarosa. Pero es cuestión de tomar algo de confianza y poco a poco saca su sentido del humor. Es más, en su oficio no es sino amabilidad. "Hágale mi rey", "con mucho gusto mi amor", "bien pueda caballero", "con todo el gusto dama" son algunas de las expresiones con las que recibe a sus pasajeros. "Esa es la terapia mía todo el día. A las 8:00 de la noche ya me duele la lengua", dice con gracia.
El cambio de cultura no ha sido fácil. Ella, acostumbrada a que el usuario en Bogotá simplemente pasara su tarjeta, se topa acá con la amabilidad de mucha gente, pero también con personas deshonestas que se bajan sin pagar el pasaje y otros cuantos que la discriminan por ser mujer.
Una de las experiencias que la dejaron sin palabras fue el día que la paró una señora con su hijo, de unos 10 años. El niño se subió primero, pero al verla se devolvió. "Yo ahí no me subo, va manejando una mujer", dijo el pequeño machista. La mamá pidió disculpas, pero le hizo caso a su hijo y no se subió.
Gasolinera
Nidia se reconoce gasolinera. Cuenta que desde los 13 años comenzó su afición por conducir. A esa edad conoció a su exesposo, con el que duró 18 años casada y con quien tuvo sus dos hijos: Cristian, de 24 años, y Sebastián, de 20. "Teníamos una Ford 74 a la que llamábamos la calabaza. Transportábamos gente a los otros barrios", narra.
Desde ahí no dejó de dedicarse al transporte.
Aunque es algo reservada en su vida privada, admite que dejó todo en Bogotá, incluidos sus hijos, para venirse a Manizales por amor.
Hoy, radicada en el barrio San Joaquín, vive agradecida con Serviturismo y desde ya sentencia que se va a quedar hasta el último día de su vida en Manizales. "El día que me vaya de esta ciudad, que mis hijos me lleven con los piecitos pa' adelante", concluye.
"Todas esas busetas tienen mis lágrimas, pero he demostrado que soy un berraca", Nida al hablar de lo que le costó ser aceptada en el gremio.
La cifra
2681 es el lateral de Blanquita, como le llama Nidia a su 'nave'.
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