MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Cinco meses con los templos cerrados han ido haciendo mella en la economía de las parroquias, de los sacerdotes y de quienes trabajan en los templos y despachos parroquiales.
El administrador diocesano de la Arquidiócesis de Manizales, sacerdote Efraín Castaño, calcula que de las 96 parroquias que tienen, unas 50 cuentan mínimo con tres empleados cada una (servicios generales, secretaria y sacristán), es decir 150 trabajadores, y las 46 restantes un empleado por cada una. El total es de al menos 196 puestos de trabajo directos que están generando.
Sin embargo, la llegada de la covid-19 puso en jaque esta economía. El confinamiento obligatorio decretado por el Gobierno Nacional desde marzo y las medidas de bioseguridad, entre las que están evitar aglomeraciones y conservar el distanciamiento entre personas, hicieron cerrar los templos.
De dónde sale. Pocos saben que la economía de las parroquias y el salario de los sacerdotes resulta de las ofrendas que hacen los fieles, del pago de los diezmos y de los estipendios (esto es las misas que la gente manda a decir y paga por ellas). Además, del alquiler de locales o casas que tengan las parroquias, si es que las tienen, explica Castaño.
La Arquidiócesis, agrega, ha logrado ayudar a la situación porque sacó como norma que todos los sacerdotes ganaran la mitad; no prescindir, hasta donde les sea posible, de los empleados parroquiales, y dar ayudas económicas mensuales a las parroquias más necesitadas.
"Es conmovedor la generosidad de muchos fieles. A los sacerdotes les han ofrecido alimentación y apoyo económico al no haber entradas; porque las facturas de servicios públicos, los impuestos, las obligaciones laborales y el mercado no dan espera".
Por el momento, ni el Ministerio del Interior ni la Alcaldía dan el sí a una posible apertura de templos. Mientras tanto los curas se bandean para sobrevivir sin la popularmente llamada ponchera.
Ayuda de la Providencia
El párroco Rubén Darío Váldez, de la Parroquia Santa Laura Montoya Upegui, en el Kilómetro 41, afirma que en estos momentos es donde actúa la Providencia Divina, que no los deja solos y siempre resultan quienes los ayudan y les manifiestan su cariño y aprecio.
"Llevo siete años en la parroquia, y la gente al ver que uno está como desprotegido, porque vivimos es de la colaboración, hacen ofrendas o nos invitan a desayunar, a almorzar y a compartir con ellos".
La ayuda que llega no se queda en el templo. En el Kilómetro 41 ha servido para repartir mercados a familias necesitadas, unos 1.500 desde marzo, gracias a las donaciones de empresas y de dueños de fincas.
"Ser una parroquia pobre, al final la hace rica, por la generosidad de la gente. No tengo empleados, porque no alcanzo a sacar más allá de mi supervivencia". Señoras de la vereda acuden para ayudarle en el aseo del templo y de la casa cural. "La gente no me ha dejado solo y yo tampoco a ellos".
Recibe y da
"Un sacerdote vive del amor del pueblo. Hay personas que están a nuestro lado y nos apoyan dándonos colaboración para el sostenimiento de la casa cural, para la alimentación, el pago de la seguridad social, pago de servicios públicos y de empleados", dice el sacerdote Nestor Mario Arias, párroco de Nuestra Señora de El Carmen en Manizales.
El Carmen tiene una pequeña ventaja, está entre las parroquias que reciben arrendamientos. En los bajos del templo hay unos pequeños locales, pero algunos arrendatarios le han pedido al párroco que les difiera el pago, en estos momentos de dificultades, pero otros no han podido pagar.
"Algo ingresa para el pago de las facturas, porque no dan espera. Al mes aproximadamente son $1 millón 200 mil entre todos los servicios públicos". Con los empleados, el padre Nestor Mario hizo un acuerdo. Les está pagando la seguridad social y una bonificación, pues no hay actividad en el templo.
Él ha acudido a algunos ahorros que tenía para casos de emergencia y eso le ha ayudado en su sostenimiento. "Sin embargo, la comunidad me brinda alimentos, me prepara almuerzo, comida, y yo recibo y a la vez doy. He gestionado con amistades para llevarles mercados a familias necesitadas".
Pararían obras
En el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, el párroco Jaime Díaz cuenta que en la casa parroquial son 11 sacerdotes, entre los que hay 8 ancianos y enfermos. Ante la falta de ingresos en el templo, su comunidad religiosa de los Misioneros de la Consolata les está girando desde Bogotá. Los tiene afiliados a EPS y esto les permite acceder a servicios de salud.
Algunas personas acuden para pagarles diezmos o llevarles ayudas. "La gente sencilla es la que colabora con lo que pueda. Estamos con algunas restricciones, pero hay bienhechores que aportan para pagar mercado y servicios públicos, pues en la casa se gastan varios millones mensuales. A veces nos traen algún detalle, una torta, un pan; están pendientes de nosotros".
Lo triste, dice el padre Jaime, es que antes de iniciar la pandemia le estaban haciendo mantenimiento a los techos del templo, resanando paredes y pintando. Para eso tenían un fondo, pero donde se saca y no se echa, se acaba. Por eso están contemplando suspender los trabajos. No tienen cómo continuarlos.
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