
Felipe Motoa Franco.
Característica sobresaliente de quien atiende: lenguaje procaz.
Ubicación: Barrio las Américas (sector antigua terminal).
Costo de la consulta: $10 mil, incluida prueba del huevo.
Contacto: es necesario ir al lugar, con tiempo, para aguardar por un turno.
Especialidad consultada: cigarrillo. Sugerencia ritual: baño por nueve días con botón de oro, citronella y siempreviva, para sanar tristezas de la niñez.
Referencias: junta y desjunta parejas a solicitud del cliente. Practica medicinas alternativas. Eficacia comprobada en distintos ámbitos, por ejemplo, a una señora de 62 años le curó una alergia que ninguna crema ni doctor le había sanado; le recetó baños con distintas hierbas. Efectiva en vaticinios, como el que le hizo a una mujer de 32 años: que en su familia iba a resultar una embarazada. Dos semanas después la hermana menor quedó encinta.
Las referencias decían que era una casa verde y la única fachada de ese color es pintada por un viejo sobre una escalera:
-¿Aquí es donde una señora lee el cigarrillo?
-Ahhhh, no, es ahí abajo, en la casa blanca.
De tres pisos y en bahareque, es claro que vivió mejores tiempos. El portón abierto convoca a penetrar y ganar siete escalones. Arriba una habitación que más parece un velorio, con tres bancas de madera a lo largo de igual número de paredes donde esperan sentadas cuatro mujeres y un hombre. En la pared del fondo una puerta entreabierta permite adivinar velones de colores, encendidos, en un altar o cosa parecida.
-¿Hay turno?
-Noooo, vino muy tarde, pero dígale a la señora- indica una rubia de carnes secas y ojos brotados.
La señora está a mano izquierda de las escalas, en una suerte de recepción con escritorio, de espaldas. Con el índice puntea el hombro de la mujer:
-¿Hay turno?
Se voltea, lo mira de pies a cabeza, responde negativa y lo invita a regresar mañana:
-Lo atiende desde las siete y media, pero a las dos ya no abre más consulta. Vale 5 mil pesos la lectura del cigarrillo y 30 mil la del tarot. Venga con tiempo para que espere turno.
***
Regresa a las diez a eme del día siguiente. ¡La mujer le otorga el número 39! Posa las nalgas en una banca, junto a 12 peregrinos con ropas de todas las pelambres. Repara en el televisor anclado al vértice de dos paredes, tan alto que roza el techo masticado por el comején y la humedad. Con el aparato se entretienen varios. Nadie toca la canasta de mimbre con revistas viejas. Huele a madera húmeda. La puerta que ayer dejaba percibir velones, hoy está cerrada.
Afuera de la vivienda tres vehículos parqueados. Se oye gente que viene por la escalera, entra a la sala, espera unos minutos y sale. Una romería. Otros son llamados para que ingresen a consulta. La voz de pitonisa, allende la pared que separa el salón del consultorio, llega hasta el oído: deje de chimbiar que su mamá tiene razón; usted le quiere responder feo a su novio, pero no es capaz, no sea pendeja; ¿y a quién es que quiere separar, a su hijo de la mujer?; pilas, una de ustedes va a quedar en embarazo.
Un píncher atraviesa la sala a toda carrera y, sin detenerse, empuja la puerta y deja los velones al descubierto. Es la sala secundaria, que serviría de comedor si no fuera lugar de ritos, al lado de una cocina vacía de trastos, con poyo de baldosas quebradas, un espejo, botellas, sal y una Virgen Milagrosa. Más cerca del portón, un baño con ducha y, en frente, un patio con dos cuerdas de las que penden cortinas de ruda, botón de oro y otras yerbas; un estregadero y sobre él una ollita con un huevo y dos bolas quemadas: acaso efectos de un ritual.
Un tipo que ya fue atendido cruza la sala de espera, entra al recinto de los velones con una botella full de líquido ambarino y se encierra en el baño. El menjurge se oye repicar contra el piso y ser tragado por el sifón. Después de unos minutos sale, al tiempo que se abrocha la camisa y repasa con sus dedos el pelo mojado. Expide un olor cítrico.
***
La asistente llama al 39 ¡luego de una hora y cuarenta minutos! Deja la sala, cruza al lado del escritorio sobre el cual hay una greca y una cubeta de huevos. Esquiva a quien lo llamó, a una madame que espera y ahí sí, el consultorio.
Sentada, como un abogado frente al cliente (una muchacha) y con una mesa en medio, sostiene un cigarrillo humeante a la altura de los ojos; sin perderlo de vista, lo invita a sentarse:
-Pero al lado de ella, acérquese.
Esquina con velón azul, esquina con caja de cartón, esquina con vitrina llena de imágenes sagradas (San Gabriel incluido) y esquina con mueble repleto de pacas de cigarrillo. Una ventana que da a la calle, la adivinadora y los visitantes. Nada más. Extiende un cigarro y el encendedor:
-Préndalo, aspire, me lo pasa y bota el humo. ¿Por quién quiere preguntar?
-Por nadie en especial. Trabajo, afectos, salud.
-¿Quién es Diana?
-Mi exnovia.
-Lo trató mal, fue mala, fría, grosera, orgullosa, arrogante; no me mire así, que usted sabe que es verdad. Lo quiere buscar, llamarlo, recuperarlo, pero ahí no hay nada, esa es una pichurria. ¿Quién es Carolina? No me mire así, que si vino es para que le diga las cosas.
-La novia anterior (él se pregunta cómo carajos acertó en los nombres).
-Esa no le sirvió pa´ un culo .
Sigue con la muchacha, le recibe el pucho y él vuelve a calar mientras ella se despacha con la señorita, afligida en el gesto, de mejillas carcomidas por el acné. Un tipo llega y le muestra dos fotos.
-Esta foto no me sirve, no me sirven fotos de familiares, necesito la foto de ella misma. Pa' juntarla con alguien, se necesita la foto de la persona. Consiga una y me la trae. Chao. Al visitante:
-¿Quién es Marcela?
-No la conozco.
-¿Seguro? Piense bien, ella le puede traer problemas. Evítela.
Tendrá unos 45 años, metro y medio, contextura gruesa. Pelo corto a las orejas, entrecano. Devuelve el cigarrillo. A la otra:
-No sea agüevada. Hágase respetar de su mamá.
A él: -Usted no está enfermo. Usted va para arriba en su trabajo de médico o comunicador. ¿Cuál es el problema con su mamá? Ella se alejó cuando usted era niño, para no herirlo, ¿cuál es su rencor, o es que le ha faltado algo en la vida? Nada. Responda las llamadas, ella quiere saber de usted. Deje la bobada, perdónela y dele un abrazo. Peor esta (señala a la mujeruca) que vive con la mamá y todo el tiempo le dice perra, inútil, la humilla (la chica asiente). Diga que le den el huevo para que vea.
Regresa con la asistente y se lo pide:
-Vale 5 mil, ¿los tiene?
Se lo entrega y hace que la siga hasta el baño, cruzando por la sala donde aguardan diez personas:
-Sobre el lavamanos, sin meterle uña, apriete el huevo. Con toda la fuerza.
Sabe que se va a ensuciar, pero sigue la indicación. Una, dos, tres veces aplica la máxima fuerza de agarre, hasta que la mano tiembla y las venas se brotan, pero el huevo sigue intacto:
-No lo haga más que ya no lo va a romper.
Otra vez con la pitonisa, ella toma el huevo, con un golpecito lo rompe y lo deposita en un vaso. Él tiene la boca abierta y solo falta que se le chorreen las babas:
-¿Vio? Mire la yema, salió entera. El corazón de su mamá es bueno. Saque ese taco que tiene en el pecho, en la garganta. Le voy a regalar un abrazo, mor, y usted dele uno a ella.
Se aproxima y lo abraza. Ríe, parpadea los ojos azules y le manda baños de citronella, hortensia y siempreviva. Fueron 20 minutos con ella. Paga 10 mil de la consulta y el huevo, agradece y abandona la casa de peregrinos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015